Roudinesco: «Si el psicoanálisis pierde su dimensión literaria, se convierte en mera psicoterapia»

Por Astrid Pikielny.- Parecía sólo una cuestión de tiempo que la historiadora y psicoanalista Élisabeth Roudinesco (París, 1944) llegara a escribir la biografía de Sigmund Freud: es una de las mayores especialistas del mundo en la historia del psicoanálisis (autora del célebre Diccionario de psicoanálisis, entre otras obras) y ya había publicado la biografía de Jacques Lacan, elogiosamente recibida por el público y la crítica, y también por la cofradía psicoanalítica francesa. A pesar de que Freud en su tiempo y en el nuestro (Debate), acaparó elogios, ganó dos premios literarios, se perfila como la biografía definitiva y se está traduciendo a diecisiete lenguas, recibió el rechazo absoluto de los psicoanalistas franceses. «No les gustó nada la biografía de Freud porque no les gusta la historia, prefieren las leyendas. Se dedican a escribir, interpretar y sobreinterpretar cosas que nunca ocurrieron. Hay una negación total de los archivos, los datos y los acontecimientos», enfatiza Roudineso, discípula de Tzvetan Todorov, Michel de Certeau, Gilles Deleuze y Michel Foucault. La apertura de documentos clasificados del fundador del psicoanálisis que se pusieron a disposición del público en 2010 (miles de cartas, textos y postales, e historias de 120 pacientes), reunidos en la Biblioteca del Congreso de Washington, coronó una faena en la que Roudinesco se venía concentrando desde hacía años: estudiar, escribir y enseñar Freud. En la elaboración de esta exhaustiva y documentada biografía, la escritora se aleja tanto de las hagiografías como de las leyendas negras, plagadas de rumores y mentiras, y se aferra con ahínco al dato y la evidencia para reconstruir la vida cotidiana de Freud, el entorno vienés, sus vínculos familiares y la etapa del exilio. Freud logró crear una doctrina «a medio camino entre el saber racional y el pensamiento salvaje, entre la medicina del alma y la técnica de la confesión», afirma Roudinesco. Si el siglo XX fue el del psicoanálisis, el siglo XXI es el de las psicoterapias múltiples adoptadas y consumidas por las clases medias de los países democráticos en los que el psicoanálisis se expandió: tratamientos cortos para soluciones concretas e inmediatas. Roudinesco sabe que el psicoanálisis hoy está asediado y cercado por las neurociencias, el avance de la farmacología y el consumo de psicofármacos, y la proliferación de diversas psicoterapias. «Para el conductivismo y las terapias actuales la voluntad individual es más potente que el peso del pasado», sostuvo en su paso por Buenos Aires, adonde llegó invitada por la Biblioteca Nacional, el Institut Français d’Argentine y Penguin Random House para participar de la inauguración del Centro Argentino de Historia del Psicoanálisis, la Psicología y la Psiquiatría de la Biblioteca Nacional y presentar también El inconsciente explicado a mi nieto (Libros del Zorzal). Freud ya había sido biografiado por diversos autores. ¿Qué descubrió en estos archivos en Washington? No hay primicias. Contrariamente a todos los rumores, no hay documentos que puedan cambiar radicalmente la visión de Freud. Todavía hay archivos que no están desclasificados, que atañen a los pacientes o de discípulos de Freud, cuyas familias aún no quieren que sus historias se revelen. Pero no creo que la apertura de esos archivos sobre pacientes produzca un cambio radical en la imagen que tenemos de Freud. Por el momento conocemos cincuenta casos, pero es posible que haya más de ciento veinte. Sería un trabajo muy interesante de hacer: investigar y explorar las historias de esos pacientes. ¿Qué privilegió en su búsqueda? Las curiosidades. Hay muchísimos pequeños testimonios, cartas breves de gente que conoció a Freud y todos los archivos sobre el período de su exilio. Existe el testimonio de un librero en Viena que cuenta todos los libros que Freud iba a buscar, un encuentro con un desconocido en Roma, las entrevistas que le hicieron a Freud, hay de todo: es el depósito de toda esa memoria en movimiento. Es curioso que Freud haya sido biografiado por norteamericanos e ingleses y no por franceses, en tanto Francia es el reino del psicoanálisis. Soy la primera francesa en hacer este trabajo. No, no es curioso que esto pase. Desde hace cincuenta años los trabajos historiográficos son norteamericanos, anglófonos o alemanes, no son franceses. Y eso se debe a que los psicoanalistas franceses no se interesan por la historia, leyeron la biografía de Peter Gay o la de Ernest Jones pero ningún psicoanalista francés fue a los archivos de Washington. Ninguno. No se les ocurre. Uno puede ser psicoanalista e ir a los archivos aunque no quiera hacer una biografía. Pero no. ¿Pero por qué cree que su trabajo ha sido tan criticado por los psicoanalistas franceses? No les gustó porque la cuestión central, que es la vida cotidiana de Freud, cómo vivía, su entorno vienés, no les interesa. Para ellos es «leo a Freud, tengo una transferencia con el texto y me quedo encerrado en Jones». Estudian los grandes casos de Freud – «el hombre de los lobos», «el hombre de las ratas»-, pero no estudian a las personas reales. Estudian sólo las interpretaciones de «los casos», no las personas. Ése el primer punto. No se interesan por la historia porque además consideran que es destructivo para la clínica, que hay que atenerse al texto. ¿Se abstraen totalmente del contexto y la época? Bueno, saben que Freud es judío, saben generalidades y saben cosas de manera imprecisa, pero cometen muchos errores. En Francia se interpretan y sobreinterpretan acontecimientos que no ocurrieron y por lo tanto hubo un florecimiento de las leyendas. Por ejemplo, muchos psicoanalistas franceses ahora saben, gracias a mí, que Freud no dijo «les estamos trayendo la peste» cuando llegó a Estados Unidos. Ahora lo saben porque hace veinticinco años dije que Lacan fue el que contó eso. A pesar de esto hubo psicoanalistas que escribieron textos enteros para comentar frases que Freud nunca pronunció. Hay legiones de psicoanalistas que analizan la cuestión judía de Freud e interpretan el hecho de que sus hijos hayan sido circuncidados, pero sus hijos nunca fueron circuncidados. Incluso hubo debates e interpretaciones en torno a su fecha de nacimiento, cuando el documento dice que nació el 6 de mayo y no el 6 de marzo, como sostuvieron algunos y construyeron a partir de eso una historia equivocada. La fuerza de la negación del archivo es muy grande. Mi Freud no es el mismo que el de Peter Gay, pero en lo que atañe a los hechos, bueno, hay que establecerlos y el libro muestra las leyendas que fueron fabricadas a partir de los hechos que no sucedieron. Freud fue el principal explorador del orden íntimo, del psiquismo. En ese sentido, encarnó una revolución. ¿Qué alcances tuvo esa exploración? En esos años todo el mundo exploraba lo íntimo. La psicología se estaba desarrollando, por eso todos los eruditos de la época exploraban el orden íntimo, buscaban la clave. Lo que yo diría que fue totalmente nuevo en Freud es que en lugar de llevar a cada sujeto a una nosografía y reducirlo a una enfermedad del alma, Freud dijo: «Esto se parece a las tragedias griegas». Freud dio una dimensión mitológica a los problemas del orden íntimo y dijo: «Todos los neuróticos son príncipes, reyes, son Edipo y Hamlet». Freud les dio una suerte de dignidad mitológica y literaria y eso es mucho más interesante que el complejo de Edipo de la psicología. ¿Por qué? Porque les dio una dignidad a los enfermos. Lo que era increíble con Freud, según cuentan periodistas y escritores de la época, es que había una epidemia en Viena en la que todo el mundo se creía Edipo. Y cito un texto de un gran escritor, Elias Canetti, que va a Viena en 1921 en donde cuenta esa locura. Por eso también los ataques incesantes que recibió Freud. Se decía que estaba loco, se lo acusaba de hacer literatura y de inventar cosas que no existían, de confundir fantasía con realidad, y sobre todo de dar una dimensión mítica, política y mesiánica a su movimiento. Tenía discípulos pero no discípulos clásicos como tienen hoy los Departamentos de Psicología, esto es, alumnos de alumnos. Freud hizo un movimiento emancipador, hizo una internacional y creó un movimiento para cambiar el mundo. Fue una generación obsesionada por la introspección que no vio venir la Primera Guerra Mundial, el nacionalismo y los horrores del siglo XX. Absolutamente, es así. Existe una crisis del psicoanálisis. ¿Cómo la caracterizaría? ¿De dónde vienen hoy los mayores cuestionamientos? ¿De las neurociencias, la proliferación de psicoterapias o del consumo de psicofármacos? Las amenazas vienen de todos lados. Si se pierde la dimensión literaria y mitológica de Freud, es una psicología ordinaria. Hoy los psicoanalistas perdieron la profundidad de la cultura freudiana. Siguen considerándose superiores a los psicoterapeutas pero perdieron la cultura. Por eso hacen una defensa clínica del psicoanálisis y no tanto una defensa intelectual. Entonces, el psicoanálisis es atacado por el cientificismo que hoy le reprocha a Freud que el psicoanálisis no sea científico, algo que nunca fue; está la potencia de los medicamentos -la gente toma drogas- y la elección de psicoterapias breves. Si el psicoanálisis abandona la dimensión literaria y mitológica, si el psicoanálisis no reivindica ser algo superior en términos intelectuales, se convierte en una mera psicoterapia. Ésa es la verdadera crisis del psicoanálisis. Esta crisis es visible y lo es particularmente en Francia porque los psicoanalistas franceses caen de muy arriba. ¿En qué sentido lo dice? En que todavía tienen la arrogancia de los que fueron maestros del mundo gracias a Lacan y ahora se ven reducidos a ser meros psicoterapeutas. Creo que los psicoanalistas latinoamericanos no caen de tan arriba porque jamás se montaron a nada y son mucho más pragmáticos. Como no conocieron directamente a los grandes maestros, es más sencillo. Y se adaptan. Parecería que cada país, cada escuela, cada psicoanalista construye su propio Freud, una suerte de Freud a la carta. ¿Podría identificar algunas características de la práctica psicoanalítica en la Argentina? En 1942 la Argentina se pensaba como la nueva Viena y creo que la característica del psicoanálisis en Buenos Aires es que es una cultura: Freud y el psicoanálisis son para la Argentina una práctica y una cultura que no están necesariamente ligadas a una neurosis o al hecho de «estar mal». Uno va a psicoanalizarse para conocerse y eso está muy bien. Además, en Buenos Aires, es una historia de familia y tiene que ver con las oleadas inmigratorias: acá siempre parece haber una esposa, un ex esposo, un tío, un primo psicoanalista o parientes que se han psicoanalizado. Pero hoy en día difícilmente haya pacientes dispuestos a encarar un tratamiento psicoanalítico que dure veinte años y requiera diván tres veces por semana. ¿Qué cambios debería introducir el psicoanálisis para sobrevivir y reinventarse? Hay gente que consume curas toda su vida: curas clásicas con diván, un poco de medicamentos, un poco de terapia corporal y meditación, psicoanálisis kleineano, psicoanálisis lacaniano. Son los pacientes modernos, bastante depresivos, que necesitan apoyos permanentes y pueden estar veinte años en análisis pero no de un trecho: van y vienen. Con el psicoanálisis se puede hacer todo. Creo que el psicoanálisis puede hacer algo mucho más corto: puede hacer psicoterapia pero con el espíritu del psicoanálisis. Se pueden resolver problemas en tres semanas. No es un análisis pero se trata con análisis. Los psicoanalistas acá y en otras partes han cambiado sus prácticas. En lugar de limitarse a la cura standard, al diván tres veces por semana, se ven obligados por los pacientes mismos a hacer otra cosa, porque los pacientes de hoy vienen y dicen «tengo tal problema», «quiero resolver tal problema», «¿cuánto tiempo?, «¿cuál es el precio?», «¿cuántas veces por semana?» También hay una migración a terapias de vidas pasadas, constelaciones familiares y otras prácticas. Todo se puede hacer, pero es mejor que esas prácticas sean encaradas por psicoanalistas, algo que no siempre sucede. Lo que yo digo es: hay que instalarse en todas las terapias pero con orientación psicoanalítica.

Biografía Élisabeth Roudinesco nació en París en 1944. Se formó en la Escuela Freudiana de París como psicoanalista. Fue discípula de Todorov, De Certeau y Deleuze. Es investigadora en la Universidad de París VII. Es autora de Lacan, esbozo de una vida, Diccionario de psicoanálisis y Freud en su tiempo y en el nuestro.

Por qué la entrevistamos Porque es una autoridad en el campo del psicoanálisis, que abarca con mirada crítica el pasado y el presente de su disciplina

LA FOTO. Roudinesco elige el tango cuando se le pregunta por un objeto inspirador. «El tango argentino», aclara, y cuenta que lo baila desde siempre, que en Francia tiene un compañero de baile y que aquí aprovecha para ver algún espectáculo de la música porteña.

Fuente: suplemento Ideas, diario La Nación, 17/9/2017.

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