Las restricciones que afectan el ejercicio del periodismo en Rafaela (1)

Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales

Tesina de

Licenciatura en Comunicación Social

Las restricciones que afectan el ejercicio del periodismo en Rafaela

Alumno: Emilio Oscar Grande

Tutor: Horacio Robustelli

Rafaela 2003

Agradecimientos

De modo especial a mi familia formada por mi esposa Claudia Raquel Baronetti: a punto de dar a luz a Sebastián Aarón (el 27 de octubre dejó de vivir), quienes me acompañaron pacientemente a lo largo de esta tesina, relegándolos en más de una oportunidad, como así también a mi padre y hermanos, y desde el cielo seguramente me apoyaron mi mamá y otro hermano. También debo agradecer a quienes colaboraron directa o indirectamente en esta investigación: al tutor Horacio Robustelli, Ivana Zilli (con ella inicié el proyecto), a la UCES Rafaela por darme esta oportunidad intelectual de hacerlo con total libertad y sin ningún tipo de presiones (problema que se trata a lo largo de esta elaboración). Además, a los ocho entrevistados (Miguel González, Silvana Fontanetto, Julio Iribas, Rubén Armando, Vicente Ceballos, Carlos Beceyro, Carlos Campolongo y Rogelio Alaniz) y al centenar de anónimos encuestados de siete barrios de Rafaela de ambos sexos, de distintos niveles sociales, de instrucción y de edad. A Iván Gayol, Silvana Moos, Gustavo Lubatti, Antonio Grande, Emilio J. Grande, Natalia Aquilino, Miriam Ernst, Andrea Prada, Gabriela Manera, Jorge Buffelli, Javier Alfonso, entre otros. Sobre todo, a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo de quien recibí gratuitamente el don de la vida, de la fe y del matrimonio.

Índice

Agradecimientos 2

Introducción 4
Capítulo 1: Rol del periodista 7

Capítulo 2: Búsqueda de la verdad 13

Capítulo 3: Libertad de expresión 19

Capítulo 4: Presiones políticas y económicas 24

Capítulo 5: Pluralismo y democratizar la comunicación 31

Capítulo 6: El problema en Rafaela 36

Conclusiones 43

Anexo 47
Entrevistas a periodistas 47 Encuesta 80

Bibliografía 84

Introducción

La elección del tema “Las restricciones que afectan el ejercicio del periodismo en Rafaela” intenta resaltar la importancia que tiene el rol del periodista en la sociedad de masas como responsable principal de la comunicación y como receptor de limitaciones a esta actividad. Al mismo tiempo, me motivó investigar esta temática porque en forma reiterada observo entre los colegas de mi ciudad y también lo padezco personalmente en mi trabajo periodístico que hay una permanente y constante serie de presiones económicas y políticas a la hora de informar y opinar sobre determinados temas, máxime si se trastocan esos intereses manifiestos. En este sentido, esta investigación teórico-práctica pretende profundizar la monografía “Hacia un testimonio comunicativo” realizada en la cátedra “Riflessione teologica sulla comunicazione” del “Centro Interdisciplinare sulla Comunicazione Sociale” de la Pontificia Universidad Gregoriana (PUG) de Roma en el año 1996 y a su vez poder demostrar la hipótesis sobre las restricciones. En este marco de análisis, el problema planteado en el proyecto de investigación está focalizado en la hipótesis de que las presiones políticas y económicas restringen la libertad de expresión del periodista como actor social en la búsqueda de la verdad en la ciudad de Rafaela. Al respecto, se plantearon dos objetivos: por un lado, mostrar la realidad periodística de los profesionales de Rafaela para precisar las limitaciones y presiones políticas y económicas en el ejercicio de la profesión, y, por el otro, constatar la responsabilidad social que tiene el periodismo de Rafaela, ya que cumple un servicio informativo en la comunidad. Para contextualizar esta temática a abordar, hay que señalar que esta profesión está desprestigiada por la falta de profesionalismo y, además, por las presiones políticas y económicas ejercidas por las empresas periodísticas y desde distintos actores sociales (dirigentes políticos, empresarios, comerciantes, sindicalistas, entre otros). Esta investigación incluye un marco teórico con bibliografía de autores nacionales e internacionales y artículos periodísticos que fundamentan el problema planteado, como así también un trabajo de campo con dos ejes puntuales: entrevistas a seis colegas locales y a otros dos que vinieron a disertar a Rafaela y también una encuesta con un muestreo de 100 personas estratificada por sexo, edad, nivel de instrucción y condición social para constatar si este fenómeno de las presiones y limitaciones está instalado en la opinión pública o simplemente es una realidad que se percibe en el microclima del periodismo y no trasciende públicamente. A manera de enfoque se transcribe una frase de la entrevista a Carlos Campolongo, director de la carrera de Periodismo en la UCES Buenos Aires: “La opinión política en los medios audiovisuales condiciona la posición de la mayor parte de los periodistas porque los anunciantes en los canales de cable son las empresas privatizadas; usted va a enunciar algún discurso en contra de las privatizaciones, del mal servicio que dan y que no cumplen con los planes de inversión, no porque le sacan el aviso. Otros anunciantes son el sistema financiero privado y los gobiernos nacional, provincial o municipal, luego vienen las pre-médicas”. La tesina incluye seis capítulos interconectados entre sí: rol del periodista, búsqueda de la verdad, presiones políticas y económicas, libertad de expresión, pluralismo y democratizar la comunicación, y el problema en Rafaela con entrevistas y la encuesta mencionadas a los efectos de poder llegar a conclusiones. La pregunta que hoy está en juego y constituye un desafío para mi a responder es: ¿cómo decir la verdad en el periodismo en medio de una sociedad hipócrita que privilegia lo económico y, además, presiona políticamente en detrimento de la libertad de expresión? La búsqueda de la verdad es una ardua tarea que nunca debe darse por terminada y requiere esfuerzo y constancia. Muchos renuncian en la práctica de la búsqueda de la verdad por considerarla una causa perdida y para alcanzar la verdad los periodistas deben acercarse a la realidad lo que más puedan. En el plano de la responsabilidad social, el periodismo tiene una misión educadora y cumple con una función social que es la de servir informativamente a la comunidad. En esta perspectiva, la responsabilidad es pensada no solamente sobre el compromiso social por la difícil situación socioeconómica que atraviesa la Argentina sino también por la responsabilidad profesional que tiene el periodista y el comunicador como actores sociales y generadores de acciones dentro de la opinión pública. Estos son algunos de los interrogantes de esta investigación que intenta aportar un enfoque distinto y desafía a las bases mismas del periodismo en la actual coyuntura institucional que vive nuestro país y especialmente Rafaela.

1) Rol del periodista

El periodista es un actor social de relevancia en la opinión pública y ejerce un rol influyente en la sociedad; tiene la función de comunicar y dar a conocer la verdad de los hechos noticiosos y de opinión de manera imparcial. Al mismo tiempo, tiene una responsabilidad social al ser un agente de socialización de la información, la formación y el entretenimiento, y contribuye a la transparencia del sistema democrático para actuar en la búsqueda del bien común y no de intereses particulares, anunciando las verdades y denunciando las injusticias. Su responsabilidad profesional, sustentada por una impronta ética, se orienta para investigar un hecho antes de comunicarlo, brindar una información que no sea falsa chequeándola antes de difundirla, ser imparcial desde su enfoque subjetivo y ejercer una visión crítica sobre los actores sociales y sus prácticas, respetando siempre el derecho a la intimidad, el honor, la imagen, entre otros, que competen a las personas. Al respecto, Washington Uranga en el II Congreso de Comunicadores Católicos realizado en Rosario expresó que “como periodistas y como personas somos artífices de la sociedad en la que vivimos. Tenemos derechos, obligaciones y responsabilidades”. A su turno, Magdalena Ruiz Guiñazú –también participante- sostuvo que “nuestro aporte está en nuestra conducta, dado en el ejemplo de profesional y persona que podemos dar. Es imposible disociar al profesional y a la persona en lo ético. La vertebración ética de cada uno es muy importante preservarla”. La labor periodística es social y el periodista debe tener presente en el ejercicio de su profesión al bien común de la sociedad y no prestarse nunca a los intereses sectoriales de los distintos actores sociales, como así también denunciar las injusticias y las presiones políticas y económicas. “El periodista no escribe solamente para el consumo de otros; escribe como auto expresión y se pone a sí mismo y a su propio ser en su periodismo. Lo que comunica es lo que es él mismo”, según María Natalia Caminos.

Relación con el poder

El periodista Joaquín Morales Solá señaló durante el citado congreso que “esta relación es necesariamente conflictiva. No hay peor contribución que el periodismo puede hacer a la construcción de una sociedad mejor que un periodismo genuflexo y dependiente del poder. (…) Y lo que el poder no quiere que se muestre es lo que las sociedades desean saber tanto de la corrupción como de los problemas sociales y económicos que el poder no resuelve por desidia, porque tiene otras prioridades o porque no saber cómo hacer”. En tanto, Luis Novaresio, periodista de Rosario, agregó en ese encuentro que “hay necesidad de conflicto permanente en nuestra relación con el poder. Es imprescindible para el ejercicio cabal de la tarea del comunicador estar en conflicto permanente. (…) Si el periodista es condescendiente con el poder es un propagandista”. Abonando esta línea de pensamiento, Calvin Simms, representante del New York Times para el sur de América Latina (1992-93), había sido entrevistado por el doctor Juan Carlos Gómez Barinaga (actual vicerrector de la UCES), quien le preguntó cómo debía ser la actividad periodística frente a los gobernantes en su acción gobierno, respondiendo tajantemente: “El periodista debe ser crítico hasta el hueso para tratar de llegar a la verdad, teniendo una condición absoluta de imparcialidad (que no es lo mismo que objetividad), de lo contrario se transforma en prensa partidaria”. Sin un periodismo independiente no puede hablarse de una sociedad democrática y en este concepto se encuentra la relación más conflictiva que el periodismo independiente debe afrontar, que es la relación prensa-poder. En su exposición en el Congreso de Rosario, el periodista Bartolomé de Vedia aseguró que “el periodismo que no es independiente no es periodismo porque el periodismo que no tiene autonomía para decidir honestamente frente a la realidad qué informaciones y de qué modo deben ser reflejadas, ese no es periodismo”. Y citó algunos rasgos de esta profesión, a saber: equidistantes, neutrales, objetivos, veraces, creíbles, rigurosos, consulta a fuentes diversas y chequeo de las mismas, reconociendo que “somos falibles y deficitarios, vamos a imponer la legitimidad de nuestras opiniones a condición de que trabajemos con rigor”. Para Oscar Cardozo –panelista del congreso de referencia-, la razón central del ser periodista es ofrecer la mejor materia prima de las decisiones individuales. Además de informar, “nuestra tarea es reconfortar a los que viven en la aflicción y afligir a los que viven en el confort”. En Estados Unidos el periodista televisivo está revestido de una función crítica y está predispuesto a molestar al poder, de alguna manera a mantenerlo bajo sospecha y acusación. “Esta agresividad se considera como ética profesional, aunque después un segundo objetivo menos noble es el de crear público y complacerlo”, precisa el italiano Giovanni Sartori.

Libertad del periodista

Al mismo tiempo, otro elemento a analizar es la libertad del periodista en el propio ámbito laboral. Los deberes morales frente a la empresa son explicados por el italiano Luiggi Accattoli: conocer los intereses del grupo que controla a la empresa, estudiar el conocimiento que esos intereses ejercen sobre el propio trabajo, discutir ese efecto con los responsables redaccionales, comunicar este conocimiento a los colegas de cara a una acción colegial, mantener abierta la posibilidad de cambiar de cadena a fin de evitar situaciones intolerables e inmodificables. En la profesión periodística existe a menudo la tentación del éxito y del protagonismo, que va en detrimento de la calidad y de la utilidad. Además, los periodistas tienen que combatir cierta desesperanza, pereza intelectual, facilismo que a veces se fomenta desde los medios, falsos valores como el éxito rápido.
En este sentido, Accattoli puntualiza: “La moralidad de la profesión periodística (…) debe medirse a largo plazo y en el conjunto de la actividad. Una opción fundamental de seriedad, claridad y veracidad no queda cancelada por incumplimientos aislados. (…) en la reflexión personal en cada paso o giro de su carrera”. Si llevamos este análisis al periodista cristiano –fe a la que pertenezco y profeso- tiene también la regla básica de un ejercicio correcto de la profesión, con las mismas responsabilidades políticas, empresariales, de carrera y de realización del servicio periodístico individual. “El periodista creyente aplicará el criterio de la objeción exactamente como debería hacerlo toda la categoría en el caso de violación de valores comunes. (…) el respeto por las personas objeto de la información y la apertura a lo nuevo”, precisa Accattoli, quien se desempeña como periodista del diario milanés “Corriere della Sera”. El significado social del rol del periodista y los riesgos que el ejercicio profesional comporta fundamentan la exigencia de una ética de la responsabilidad en toda práctica profesional del periodista, que contribuirá decididamente en el servicio de la verdad y con un sentido crítico de la realidad. El aspecto moral del ejercicio profesional manifiesta la autorresponsabilidad de los propios periodistas que la humanizan, poniéndola al servicio de unos valores superiores: respecto a la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad social, la libertad y la verdad, promoviendo los derechos humanos, la justicia social, la paz nacional y mundial, la democracia y el bienestar general. “(…) proteger los intereses y los derechos del público y de la sociedad, es decir, preferencia del bien público anterior al bien personal o subjetivo”, aclara Barroso Asenjo.
Después de estudiar una muestra de 19 códigos de conducta ética, el americano Cheris Kramer señaló que la dignidad profesional en el periodista comprende: una profesión sagrada, elevada vocación, alto nivel moral, rehusar escribir algo contra la propia conciencia, discreción y orden en el comportamiento periodístico, huir de los malos hábitos, rechazar todo aquello que pueda estar relacionado con el soborno y no trabajar a más bajo precio que otros colegas. La ética comunicativa contribuirá a desterrar los vicios más comunes a los que están expuestos los periodistas, como ser: el soborno, el vedetismo, el sensacionalismo, el éxito fácil, entre otros. “(…) se entiende por integridad del periodista el no al soborno, bajo cualquiera de sus formas. (…) en orden a salvaguardar la libertad e independencia del periodista”, enfatiza Barroso Asenjo. Otro peligro para la integridad periodística es el llamado “complejo de experto”, como así también la tentación de convertirse en persona bien informada para influir en las decisiones de los hombres poderosos de la vida pública. “Es muy halagador para un reportero periodístico el ser consultado por aquellos que toman decisiones sobre las grandes cuestiones públicas. Este complejo de experto indispensable es muy peligroso para la integridad profesional”, afirma Niceto Blázquez. Al respecto, la Sociedad Estadounidense de Redactores de Periódicos (SERP) advierte que los periodistas, hombres y mujeres, que abusan del poder que les confiere su papel profesional llevados por motivos egoístas o afines indignos son infieles a esa responsabilidad. Para complementar aún más un retrato ético del periodista responsable, se pueden enumerar los grandes compromisos proclamados en los diversos códigos deontológicos existentes: es objetivo y veraz; respeta el secreto profesional sobre las fuentes; no se deja sobornar con dinero, regalos, invitaciones; evita caer en la tentación del plagio, es leal a la empresa y a los compañeros de trabajo; defiende la libertad de información; sirve por encima de todo al bien común; antepone la verdad a las ideologías, al lucro inmoral, a la prostitución de los sentimientos y del cuerpo humano; sabe compaginar el buen gusto y la imaginación con la verdad; cuando informa sobre crímenes y suicidios evita el sensacionalismo; es imparcial en sus críticas y denuncias de presuntas injusticias; no se sirve del periódico como plataforma ideológica propia a costa de la información que debe a sus lectores; se preocupa por su formación permanente como garantía de competencia profesional; se considera un modesto servidor de los intereses del público, de la justicia social y promotor de todos los derechos humanos; entre otros. Para concluir este primer capítulo sobre el rol del periodista en la sociedad se puede sintetizar remarcando algunos valores fundamentales de esta profesión: la defensa y el ejercicio de la libertad, el respeto por la dignidad de las personas, la honestidad y la conducta en el ejercicio del periodismo. “Si no queremos hacer una prensa complaciente, empezar por no ser complacientes con nosotros mismos (…) la posibilidad de ser una prensa seria, independiente, punzante, apasionada, capaz de ejercer la obligación irrenunciable de controlar los poderes públicos, a los funcionarios corruptos y no convencernos de que somos los dueños de la verdad”, dijo con razón Miguel Clariá (periodista de Córdoba) en el Primer Congreso de Comunicadores Católicos realizado en Mar del Plata en 1996.

2) Búsqueda de la verdad

El tema del rol del periodista desde una visión del mismo se complementa con el de la búsqueda de la verdad como fin. La verdad es una relación entre la realidad y la mente humana. Según el texto bíblico, “la verdad los hará libres” (evangelio de san Juan 8,32) y a través de la libertad también se llega a la verdad, ya que el único criterio objetivo para distinguir la verdad del error es la confrontación de opiniones, juicios e ideas. La búsqueda de la verdad es una tarea ardua que nunca debe darse por terminada y requiere esfuerzo y constancia. Muchos renuncian en la práctica de la búsqueda de la verdad por considerarla una causa perdida y para alcanzar la verdad los periodistas deben acercarse a la realidad lo que más puedan. “La verdad es uno de los principales valores que están en juego en la comunicación. (…) Es preciso vivir en la verdad y hacer la verdad. (…) Es necesario ser testigos de la verdad. La auténtica comunicación es exactamente eso: testificar la verdad, hacerlo vida, realizarla. (…) La verdad es una experiencia teologal, que revela a su vez la dimensión teológica de la comunicación”. De ahí se comprende la necesidad de una honesta búsqueda de la verdad en el proceso de recolección y difusión de noticias. Durante el Congreso de Comunicadores en Rosario, José María Pasquín Durán (periodista de Página 12) argumentó diciendo que “la búsqueda de la verdad es incesante, sin creer que soy dueño de la verdad. (…) Es fácil hacer plata en los medios, pero no es fácil mantener la dignidad frente a las tentaciones”. De alguna manera, la preocupación por el ideal de la verdad ya no cuenta porque siempre dista de la realidad; en esta perspectiva, lo que realmente cuenta es lo útil, lo práctico, lo inmediatamente que se saca provecho. Los resultados en la búsqueda de la verdad se hacen esperar o no parecen compensar el derroche de energía que lleva consigo. “El encuentro entre las personas sólo es posible en base a la automanifestación veraz de las mismas. (…) la verdad es condición indispensable para toda comunicación y condición humana. (…) La verdad es uno de esos ideales tan elevados y trascendentes, como el bien, la belleza o la libertad (…) el problema no es definir la verdad, sino descubrirla, vivir en ella y practicarla (…) ¡La verdad es a la vez tan sencilla y tan compleja!”, especifica Felicísimo Martínez Díez, O.P.

El valor del testimonio

En el plano de la verdad, el testimonio constituye un valor fundamental porque va gestándose a partir de una experiencia personal en la que atestiguamos acerca de lo que vemos y escuchamos. Cuando tenemos que contar algún hecho que presenciamos lo hacemos desde de una visión subjetiva –con una tendencia hacia la objetividad informativa- porque no describimos solamente una historia sino que también actuamos como testigos directos de lo ocurrido. Para el francés Jacques Derrida, cualquiera que testimonie y preste juramento se compromete no sólo a decir la verdad, “yo, ahora, aquí, ante ustedes”, sino a repetir y confirmar esta verdad dentro de un rato, mañana hasta el infinito. “El presente de mi testimonio debe repetirse y, por consiguiente, la iterabilidad está ya alojada en el corazón del presente viviente del compromiso testimonial”, señaló. Al respecto, hay que revalorizar la importancia de buscar siempre la verdad sin olvidar la rentabilidad empresarial, pero esta última nunca debería ir en perjuicio de los contenidos informativos y ser condicionante para ejercer el periodismo. Aunque impotente y derrotada en un choque frontal con los poderes establecidos, “la verdad tiene una fuerza propia: los que ejercen el poder son incapaces de descubrir o inventar un sustituto adecuado. La persuasión y la violencia pueden destruir la verdad, pero no pueden reemplazarla”, testimonió la alemana Hannah Arendt. Por eso es necesario que la comunicación difunda los hechos a partir de la verdad, que dé una imagen verdadera de las cosas y que ella misma tenga su propia verdad intrínseca. La verdad es la condición de validez de toda comunicación. Si se indaga en la historia, los que buscan y dicen la verdad fueron conscientes de los riegos de su tarea; en la medida en que no interferían en el curso del mundo se los ridiculizaba, en cambio corría peligro de muerte el que forzaba a la gente cuando intentaba libertarla de la falsedad y la ilusión. En la práctica comunicativa están en juego la verdad y la mentira, la revelación o el falseamiento de la realidad, la automanifestación o el ocultamiento de las personas. La verdad, la sinceridad y el amor son valores escasos y de difícil combinación, pero constituyen el ideal de toda auténtica comunicación. Y otro ejemplo de testimonio lo brindó Bartolomé de Vedia (periodista del diario La Nación) en el congreso rosarino al decir que “lo que pedimos es veracidad en la información (…) no se puede desfigurar la realidad. La información que sirva de base a cualquier análisis tiene que ser veraz, honesta. El periodista que transmite una información debe estar convencido de que está sirviendo a la verdad”. En la mayor parte de los códigos se exige a los periodistas el nivel más elevado de entereza moral con respecto a la veracidad, la exactitud y la objetividad de la información que divulgan o interpretan, según expresa Niceto Blázquez. La Declaración de los Deberes y los Derechos, aprobada en Munich en 1971 por representantes de organizaciones periodísticas de seis países de la comunidad europea, dice que la primera tarea del periodista que investiga, presenta y comenta acontecimientos es respetar la verdad, haciendo caso omiso de las consecuencias que esto podrá acarrearle, puesto que el público tiene derecho a enterarse de la verdad. Al mismo tiempo, monseñor Estanislao Karlic al hablar en una reunión mensual de ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas, en 1997) señaló con claridad: “La verdad es creadora, es redentora, pero también es peligrosa decirla. Con la verdad siembren esperanzas porque la esperanza es la verdad. Ser prudentes no significa obrar con temor, es obrar con sabiduría”.

Principal criterio ético

La verdad es el principal criterio ético de los periodistas. Debemos buscar, decir y defender siempre la verdad. Pero, ¿cómo decirla en un mundo que se debate muy lejos de ella?. Verdad, objetividad y veracidad son términos que muchos profesionales y teóricos de la información quisieran ver desterrados, por más que en la deontología periodística sean los más repetidos. En este sentido, en el campo de la información no faltan quienes consideran a la verdad informativa como una sinrazón y a la objetividad siempre anhelada como una utopía jamás realizable. “Cuando los informadores no sirven al público la verdad que espera, se siente frustrado, y desde ese momento tiene derecho a exigir responsabilidades. (…) Si el pueblo espera que se le digan verdades (…) cree que la verdad existe y que alguien puede conocerla y comunicarla con fidelidad”, expresó Blázquez. Según el Código de la UNESCO de 1983, el periodista tiene que adherirse a la realidad objetiva: “La tarea primordial del periodista es la de servir el derecho a una información verídica y auténtica por la adhesión honesta a la realidad objetiva”. Así todos los códigos de ética periodística de distintos países del mundo se expresan con los términos verdad, objetividad, veracidad y exactitud. La llamada verdad informativa es la verdad o reflejo de la realidad que el informador averigua para ser comunicada con la mayor fidelidad posible al pueblo, sirviéndose de los mass media. Decir la verdad objetivamente como reflejo de la realidad pura y limpia de manipulaciones es el ideal supremo al que todo periodista honrado debe aspirar. Sin embargo, en la práctica el periodista sólo conoce la verdad a “medias” y cuando la conoce en toda su amplitud y objetividad, no siempre le es permitido decirla porque aparecen con fuerza las presiones económicas y políticas. “La honestidad del periodista desde el punto de vista moral se salva aspirando siempre a conocer y decir la verdad con la mayor objetividad posible en el sentido explicado y contándola de hecho con veracidad y respeto a la dignidad humana. (…) El buen informador aspira siempre a poder decir al público la verdad sobre los hechos, acontecimientos o ideas con el mayor grado de objetividad”, advirtió Niceto Blázquez. En noviembre de 1982 Juan Pablo II esbozó un retrato moral del periodista responsable en su mensaje a los medios de comunicación social en Madrid, España: “La búsqueda de la verdad indeclinable exige un esfuerzo constante. Exige situarse en el adecuado nivel de conocimiento y selección crítica. (…) la lucha por dar con la verdad, la decisión de proponer la verdad, la praxis de no manipular la verdad, la actitud de ser incorruptible ante la verdad. Con la sola guía de la recta conciencia ética y sin claudicaciones por motivos de falso prestigio, de interés personal, político, económico o de grupo”.
La veracidad del contenido deberá aparecer explícita en el texto, entre hechos ciertos, hipótesis interpretativas y comentarios del periodista. Es ilusorio pretender la objetividad absoluta en un campo donde todo está gobernado por la rapidez y casi todo por la opinión. Pero el lector tiene derecho a saber cuánto de lo que lee es una referencia objetiva con la mención de citas textuales y de fuentes, y cuánto es elaboración del periodista. Es un deber suministrar los elementos que expliciten y no encubran tal orientación. En esta perspectiva, se entiende a la verdad y la objetividad como emisión de una información no falseada, interesada o manipulada, y se considera que la verdad y la objetividad son tan necesarias para la información periodística que sin ellas la comunicación deja de ser información para constituirse en propaganda o manipulación. Al respecto, el citado Barroso Asenjo enfatiza: “(…) en la conciencia moral de todo profesional de la comunicación está el deber y la obligación de servir con su labor de comunicación a la verdad de la forma más objetiva y exacta posibles, en virtud del derecho natural que el público tiene a conocer la verdad”. En una sociedad saturada de información como la actual, muchos pensamos que sabemos demasiado, pero la verdadera sabiduría consiste en el conocimiento de la verdad. Nuestra mentalidad sanamente crítica y abierta a la verdad podrá detectar si hay “gato encerrado” en algunas informaciones manipuladas de los que ostentan el poder, sean del signo que fueren. “El trato con personas de recto criterio y vida coherente, también nos puede servir de guía y aliento en la búsqueda de la verdad. (…) es muy fácil defender unas ideas –más o menos demagógicas- con la pluma o la palabra y luego las obras vayan por otro lado”, dijo Julia Sanz Rubiales. Y puso como ejemplo que un día leyó una información errónea y disparatada en la sección del periódico que colabora en España. “(…) es la noticia que ha enviado nuestro corresponsal y siempre se publica lo que mandan nuestros periodistas antes que lo que nos llega por una agencia. (…) Si llegan cartas de protesta o rectificación podremos hacer algo porque son un arma a nuestro favor”, se excusó su jefe. En efecto, se recibieron varias cartas al director. “Ignoro si han tenido suficiente fuerza como cambiar las estructuras”, argumentó Sanz Rubiales. Para concluir este segundo capítulo, donde es evidente que la verdad forma parte indisoluble del periodista, no se puede prescindir del significado que conlleva el contexto de la cultura de la imagen, especialmente de la televisión y computación. En este sentido, el italiano Sartori sentencia que “al perder la capacidad de abstracción, perdemos la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso”.

3) Libertad de expresión

La libertad de expresión es la exteriorización pública de la libertad de pensamiento para difundir el conjunto de ideas, críticas y creencias a través de los medios de comunicación social. Constituye la piedra angular en la existencia de una sociedad democrática y está protegida en la Constitución Nacional (a través del Pacto de San José de Costa Rica), en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde toda persona tiene derecho a la libertad de opinión y expresión. Según el artículo 14 de la Constitución Nacional, todos los habitantes de la Nación gozan del derecho –conforme a las leyes que reglamentan su ejercicio- de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa. En el momento de sancionarse la Carta Magna en 1853 solamente existía la prensa escrita, pero esta normativa legal se hace extensiva a la radio, televisión, Internet, entre otros medios que aparecieron después. En esta línea jurídica, la Constitución de la provincia de Santa Fe plantea que “todo individuo tiene derecho a expresar y difundir libremente su pensamiento mediante la palabra oral o escrita, o cualquier otro medio de divulgación. (…) La prensa no puede ser sometida a autorizaciones o censuras, ni a medidas indirectas restrictivas de su libertad” (artículo 11). En el plano internacional, según el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, de diciembre de 1948: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. El derecho de información es el derecho que en nuestras sociedades actuales materializa históricamente el tradicional derecho de opinión y expresión, y se requiere para toda participación democrática y para poder decir que una sociedad pueda o no denominarse políticamente libre. En este sentido, el derecho de expresar libremente una opinión ocupa un papel central para comprender la dinámica de una democracia. Las opiniones, las apreciaciones y las convicciones, los análisis, las demandas y las reflexiones son los ámbitos necesarios para la opinión pública. Según Vicent Price, la opinión pública trasciende la opinión individual y refleja un bien común en forma abstracto, más que un mero compromiso de intereses personales. Por su parte, Elisabeth Noelle-Neumann define este concepto desde dos enfoques distintos: “como racionalidad que contribuye al proceso de formación de la opinión y de toma de decisiones en una democracia”; en tanto, “como control social consiste en promover la integración social y garantizar que haya un nivel suficiente de consenso en el que puedan basarse las acciones y decisiones.” El derecho de pensar, tener opiniones y expresarlas es un derecho fundamental de todos los seres humanos, un componente inajenable de la dignidad humana. La libertad de prensa es una parte esencial de ese derecho fundamental y todos tenemos derecho a ella. Otra opinión que abona este pensamiento es el de Kofi Annan, secretario general de la ONU: “La libertad de opinión es un derecho por cuya conquista se debe luchar y no es una bendición que se espera pasivamente. Es un puente de entendimiento y del saber. La libertad de opinión es el eslabón necesario para el intercambio de ideas entre las naciones y las culturas, la premisa para una comprensión franca y la cooperación duradera”. Por esta razón, la libertad de prensa implica problemas éticos fundamentales y, al mismo tiempo, como derecho cívico plantea temas eminentemente políticos. Para ello, “es necesario informar a la ciudadanía de lo que su Gobierno dice y hace para alcanzar ese objetivo, y también es necesario que todos los grupos tengan la posibilidad de que su Gobierno escuche sus deseos y reivindicaciones”, enfatizó Mia Doornaert. Además, la libertad de prensa fomenta la transparencia y una política justa, garantiza que la sociedad no sólo se guíe por las leyes sino que disfrute verdaderamente del derecho. Sin embargo, sigue habiendo ciertos poderes que dudan del valor de la libertad de expresión para sus propias sociedades. “Nunca ha sido el pueblo el que objeta esa libertad sino siempre el Gobierno y el Estado, nunca los desposeídos sino siempre los poderosos, nunca los que no tienen voz sino siempre aquellos que levantan la única voz que se escucha”, enfatizó Doornaert.

Responsabilidad informativa

Todo acto personal para que sea humano tiene que ser libre y por este motivo los actos informativos tienen que ser libres también: de presiones internas como el egoísmo, los intereses privados y particulares, la propensión al soborno, la arrogancia y cualquier manifestación o sentimiento de prepotencia humillante para el público como destinatario de la información. “Cuando hablamos de libertad informativa nos referimos a la independencia que todo informador ha de mantener frente a las presiones externas provenientes de los poderes fácticos sociales de carácter financiero, político o ideológico. Más en concreto pensamos en las presiones provenientes de legislaciones estatales o paraestatales que propician las consignas, los monopolios informativos y la censura previa”, dijo el mencionado Blázquez. Por otro lado, la libertad informativa sin sentido de responsabilidad es tan cuestionable en la práctica como imposible la responsabilidad sin libertad suficiente. Quiere decir que la libertad informativa se debe conjugar en forma permanente con la responsabilidad profesional. Kant afirmaba que “el poder externo que priva al hombre de la libertad para comunicar sus pensamientos en público lo priva a la vez de su libertad para pensar”, y la única garantía para la “corrección” de nuestro pensamiento está en que “pensamos en comunidad con otros a los que comunicamos nuestros pensamientos así como ellos comunican los suyos”, según la citada Arendt. En el terreno del ejercicio del periodismo, los profesionales de la comunicación tienen el deber de seguir las indicaciones de su conciencia moral y resistir lo que más puedan a las presiones que los empujan a adaptar la verdad para satisfacer las exigencias de los poderes económicos y políticos. “De todos los derechos humanos el fundamental es la libertad de expresión porque si no puedo hablar, si no puedo expresarme, no tengo manera de defender mis derechos; sólo hablando podemos hacer ver cosas que de otro modo quedarían escondidas”. Así expresó Abid Hussain, relator oficial sobre Libertad de Opinión y Expresión de las Naciones Unidas en una mesa redonda sobre “Medios de comunicación y derechos humanos”, realizada en el Centro Cultural San Martín de Buenos Aires (27 de junio de 2001). En un trabajo de investigación con un enfoque más jurídico, titulado “El hombre frente a los medios de difusión” (2001), a cargo de alumnos de la UCSE (Universidad Católica de Santiago del Estero) Rafaela, se citan las agresiones a la libertad de expresión en Argentina, que se encargó de testimoniar la Asociación para la Defensa del Periodismo Independiente. A título de ejemplo, el 5 de julio de 2000 el periodista Germán Dellamónica de LT9 Radio Brigadier López de Santa Fe “fue agredido a puñetazos y patadas mientras cubría un acto encabezado por el titular de la CGT disidente, Hugo Moyano”. Horas después la Policía capturó a un empleado de la municipalidad de Santa Fe, Sergio Raúl Pereyra, estrecho colaborador del secretario adjunto de la CGT local, Hugo Ghío. Por su parte, el periodista Raúl Radimak, de FM Villa Minetti, el 25 de enero de ese año denunció haber recibido reiteradas amenazas de muerte por teléfono para que dejara de informar de los frecuentes robos de ganado en la zona noroeste de la provincia de Santa Fe. Desde septiembre de 1999 Radimak investigó las actividades de una banda liderada por Ramón “Kiko” Bárcena, la que fue detenida por la policía santafesina en marzo de 2000. La Cámara de Apelaciones en lo Penal con asiento en Rafaela confirmó el procesamiento dispuesto contra Bárcena por los delitos de asociación ilícita en calidad de jefe, coautor de hurto de ganado y robo de ganado calificado en grado de tentativa. En definitiva, la libertad de expresión no sola hay que declamarla sino también practicarla y defenderla a rajatabla diariamente, más allá de las presiones económicas y políticas que existen y las nuevas que se presenten, problemática que abordaré en el siguiente capítulo de esta investigación.

4) Presiones económicas y políticas

Las presiones económicas se materializan cuando el poder económico, que es dueño del espacio integrado por anunciantes o propietarios de los medios de comunicación, pone condiciones sobre las informaciones y opiniones de los periodistas. Así se limita el enfoque imparcial y veraz de los hechos a transmitir, ejerciendo una presión económica que puede llegar hasta la censura sobre el comunicador. Al respecto, el sacerdote Rafael Braun (miembro de la Academia Nacional de Periodismo) señaló: “Periodistas, guionistas, actores reclaman una libertad de expresión no condicionada por el poder del dinero o el poder político, y se quejan continuamente de las restricciones impuestas por los dueños de la concesión o del espacio, o por parte de los anunciantes”. En tanto, las presiones políticas son las acciones que ejerce el poder político (municipal, provincial y nacional) con el objetivo de presionar y condicionar la libertad de expresión de los periodistas y comunicadores, ya que no acepta críticas y opiniones diferentes a su propia postura y visión de la realidad. En algunos casos también controla los medios de comunicación, originándose un conflicto de intereses que repercuten en el enfoque informativo y en la censura que pueden ejercer sobre algunas noticias. “Sigue siendo fuerte –en el control de los medios periodísticos- el papel del poder político”, precisa Luigi Accattoli, periodista del Corriere della Sera (Milán, Italia). Como ejemplo de prácticas concretas sobre presiones políticas en la Argentina se puede citar, por ejemplo, la realidad de varias provincias en las que el gobernador y su familia son los dueños de la empresa periodística como ocurre en Salta, Corrientes, San Luis, y también controlan los poderes legislativo y judicial, presidiendo la Corte de Justicia de la Nación (caso patético fue el menemismo en el período 1989-1999) o Provincial. Quien esto escribe estuvo cubriendo para el diario La Opinión de Rafaela un encuentro parlamentario latinoamericano en la ciudad de Corrientes en 1997. Uno de los diarios de la capital correntina, El Litoral, no cubrió ese evento, por cuestiones de “internismo” político, y me pidieron parte del material periodístico que enviaba desde ese medio a Rafaela para publicar en su periódico. La posibilidad de la crítica libre es la característica saliente de la opinión pública y su ejercicio es la disciplina esencial de una sociedad libre. Por esta razón, “la persecución de los escritores es siempre un componente central de la opresión, cuando los que detentan el poder creen que tienen que protegerse contra el cambio y la crítica”, sentencia sin pelos en la lengua Antje Vollmer. Las mismas palabras suelen transformarse en el blanco de la agresión de los poderosos con el tradicional quema de libros, prohibición de periódicos y censura de textos, que se constata a lo largo de los últimos siglos en gobiernos totalitarios de derecha y de izquierda, como así también de pseudos gobiernos democráticos y poderosos dueños y directores inescrupulosos que privilegian sus intereses particulares y sectoriales por encima del bien común. “Los grupos de poder político, ideológico y económico penetran a través de los medios de comunicación social sutilmente en el modo de vida de nuestro pueblo. Hay una manipulación de la información por parte de los distintos poderes y grupos. Esto se realiza de manera particular por la publicidad que introduce falsas expectativas, crea necesidades ficticias y muchas veces contradicen los valores fundamentales de nuestra cultura latinoamericana y del Evangelio”, clarificaron los obispos latinoamericanos en el Documento de Puebla, México (punto 62). Y fueron más allá en su testimonio profético: “(…) debemos denunciar el control de estos medios de comunicación social y la manipulación ideológica que ejercen los poderes políticos y económicos que se empeñan en mantener el ´statu quo´ y aún en crear un orden nuevo de dependencia-dominación. (…) El monopolio de la información, tanto de parte de los gobiernos como de parte de los intereses privados permite el uso arbitrario de los medios de información y da lugar a la manipulación de mensajes de acuerdo con intereses sectoriales” (Documento de Puebla, 1069-1071).

Temen la palabra libre

El escritor nigeriano Ken Saro-Wiwa describió esta situación en un mensaje que hizo llegar clandestinamente al Centro Pen de Londres: “Los hombres que ordenan y controlan este teatro ignominioso y esta farsa engañosa temen la palabra libre, el poderío de las ideas, la fuerza de la pluma, las reivindicaciones de justicia social y de los derechos humanos”. Por este motivo, los escritores y periodistas perseguidos son ejemplos paradigmáticos de la injusticia que padecen y de la opresión que imperan en las sociedades que los persiguen, dejando al descubierto que el sistema nervioso central de una sociedad libre, que es la opinión pública, está atrofiado. En la declaración de Windhoek de 1991, 60 escritores, redactores y periodistas africanos localizaron las causas principales de la corrupción y del derroche en sus países en la falta de libertad de prensa, en que los responsables políticos no están obligados a rendir cuentas y en la ausencia de un control democrático. Diferentes estudios del Banco Mundial ponen en evidencia que existe una relación entre un alto nivel de libertad de prensa y el control efectivo de la corrupción y, al mismo tiempo, existe una correlación positiva entre la libertad de expresión y la obligación de rendir cuentas al Gobierno. Debido a la falta de transparencia democrática y de un mercado libre, a menudo los medios se convierten en herramientas políticas y económicas en las manos de la elite dominante. Además de una sólida formación profesional, “para los periodistas es fundamental que los propietarios de los periódicos les concedan la suficiente independencia para poder servir a la comunidad, sin consideración de los intereses económicos o políticos de los propietarios”, sostuvo Doornaert. Por su parte, José Claudio Escribano (subdirector del diario La Nación, presidente de la Academia Nacional de Periodismo y ex presidente de ADEPA) sentenció que “hay periodistas que reciben beneficios por lo que escriben o dejan de escribir de parte de empresarios, políticos y dirigentes.” (3er. Congreso de Comunicadores, Buenos Aires, 2002). Ante la pregunta a Lowell Bergman (el héroe de “El informante”) si se puede ser un periodista independiente en un mundo dominado por las grandes corporaciones, expresó: “Yo creo que sí, pero es difícil y a veces incluso riesgoso. Se puede denunciar a un mafioso, a un agente del FBI corrupto, pero nunca al vicepresidente de una corporación (…) es fundamental demostrar cómo los poderosos hoy no le rinden cuentas a nadie” (Juana Libedinsky en diario La Nación, Buenos Aires, 17 de febrero de 2000). Al mismo tiempo, existen presiones de orden económico capaces de crear un clima de tensión y nerviosismo en aquellos que quieren respetar los principios éticos específicos de la información. “En la prensa comercial las presiones son auténticas intimidaciones con implícitas amenazas. Otras veces se trata de presiones o intimidaciones desde el exterior que tienden a influir en la línea de pensamiento de los periódicos”. A título de ejemplo, el documento de “La ética del periodista” en Colombia dice: “El periodismo es incompatible con todo género de presiones gubernamentales y debe oponerse a la deformación de los hechos y de la verdad, rechazando las presiones de grupos económicos o de cualquier otro orden que tiendan a concentrar en sus manos los medios de información y de comunicación”. Los hombres públicos necesitan y buscan una prensa benigna y favorable para el éxito de sus comicios electorales en el campo de la política, como así también en los campos económico, ideológico, cultural y social. La independencia consiste en estar libre de toda presión o influjo exterior para comunicar las propias ideas u opiniones. La dádiva supone una presión externa sobre el periodista. Según Noam Chomsky, la política editorial del New York Times, netamente hostil, influenciaba profundamente las noticias contadas. Por razones subjetivas, los redactores del Times aceptaban y creían todo lo que venía dicho del gobierno de USA y de los agentes y sostenedores del viejo régimen. “El Estado ha frecuentemente empeñado la fuerza para torcer el disenso, mientras el poder económico tiene regularmente toda campaña en la elección de controlar la opinión pública y de suprimir las fuerzas contrarias a su poder si los controles oficiales no bastaran”.

Compromiso político

La moralidad del periodista no puede prescindir del compromiso político; en él deberá tomar forma diariamente su tenaz oposición a todas las manipulaciones estructurales a las que le someten el sistema y la empresa de la que forma parte, no se cansa de repetir el italiano Accattoli. “Los operadores de la gran prensa son relativamente libres únicamente en aquellos campos donde no entran en juego los intereses directos del grupo económico o político que controla la empresa”, ejemplificó. Lamentablemente, se ve casi a diario que en la decisión de tratar o no un tema el periodista no tiene voto, puede solamente proponer; en cambio, lo relativo a la redacción es en principio totalmente libre y lo es también de hecho, pero los editores y jefes suelen cambiar no tanto una cuestión ortográfica o de gramática sino más grave aún el contenido a favor de sus intereses políticos y económicos de la empresa. En caso de conflicto con la dirección puede exigir que se respete su versión. Si la dirección impone un cambio, él puede exigir que se retire su firma. A la información se la puede limitar o retrasar, pero no se la puede impedir porque el poder en su sentido negativo no está en condiciones de dominar a lo sumo de hegemonizar, desde una visión gramsciana del poder. Existe poder hegemónico cuando en una estructura de poder (político, económico, social, religioso, entre otros) un sector intenta la subordinación voluntaria y con el consentimiento de los demás al propio programa para acrecentar y consolidar el propio poder. Como el poder se ejercita a nivel del “campo simbólico” la lucha es inminente por definir el significado en las diferentes manifestaciones sociales: los mass media, el teatro, la literatura, el arte, justamente porque el poder se tiene que mantener y reproducir, según el enfoque del filósofo francés Louis Althausser. En este marco de análisis, los medios de comunicación sirven de instrumento para la construcción de la hegemonía nacionalista: dar información en forma unidireccional, educan según la necesidad de la nación, entretienen para cultivar el buen gusto y con la publicidad sostiene y reproduce el sistema. Aunque resulte inevitable y necesaria una cierta tensión entre el periodismo y el poder político institucional, el conflicto no debe servir de pretexto para la intimidación ni la persecución de nadie, como tampoco la distancia informativa puede ser comprometida por los intereses ajenos a la función misma. “Lo primero que deberíamos resaltar es que la prensa forma parte de la sociedad y los dueños de la prensa, en muchos casos, forman parte de la aristocracia del poder”, clarificó José María Pasquín Durán, periodista de Página 12. Y citó la larga cantidad de gente de prensa que murió, que fue torturada, que desapareció, ni siquiera por expresar ideas subversivas, simplemente por estar en la libreta de alguien. En este contexto, hay que hacer hincapié en la independencia frente al poder político porque venimos de tradiciones muy autoritarias, dictaduras feroces que no dejaron espacio para el libre pensamiento y algunos escribas del poder decían en el Mundial ´78 que no había desaparecidos… Ser independiente del poder económico y de los requerimientos del mercado, no para rendirse sumisamente a sus requerimientos, por ejemplo el ocultamiento de una información no grata a los lectores cuando es una información fundamental que está reflejando una realidad. Me viene a la memoria los padecimientos que a menudo sufro en mi trabajo periodístico en el diario La Opinión de Rafaela, donde lo periodístico está netamente subordinado a los mezquinos intereses económicos y políticos, distante de la búsqueda de la verdad y del bien común. Más aún, el caminar la calle y en una encuesta reservada la opinión pública reclama un distanciamiento del poder político y, a la vez, mayor opinión de sus periodistas, en su gran mayoría sumiso a los dictámenes autoritarios de su Director. Mi testimonio va más allá, hasta el “fondo del mar”: por ventilar verdades me censuraron la firma durante 20 meses. A principios del mes de octubre de 2003, Gerson Borrero, director del periódico en español “El Diario-La Prensa” de Nueva York, Estados Unidos, renunció al cargo porque los propietarios del medio decidieron no publicar un artículo firmado por el presidente cubano Fidel Castro, según informó la agencia noticiosa AFP-NA. Tanto Cuba –que tiene cosas positivas en materia de Salud, Educación y Cultura- como Corea del Norte son los últimos en el ranking de libertad de prensa, según la organización Reporteros sin Fronteras (RSF), informe publicado el 20 de octubre último en París (Francia). En el otro extremo, encabezan la lista Finlandia, Islandia, Noruega, Holanda. La Argentina retrocedió del puesto 42 del 2002 al 67 en el 2003 (diario La Nación, Buenos Aires, 21 de octubre de 2003). Un ejemplo de ello en nuestro país fue la denuncia de la diputada Elisa Carrió porque el gobierno nacional ejerce “presión sobre la prensa” y dijo tener testimonios que prueban esa acusación. “Cuando un gobierno llama permanentemente a los periodistas y, especialmente a los periodistas jóvenes que dependen de una gran empresa o medio de comunicación, eso genera una autocensura muy fuerte”, puntualizó la líder del ARI en una entrevista con diario La Nación (17 de octubre de 2003). Para concluir esta parte de la investigación cito a otro colega sobre su exacerbado pesimismo, decía Oscar Cardozo: “Cuando enciendo Canal 13 (Buenos Aires) y veo que en ningún programa, nadie consulta otro diario que no sea Clarín, me deprimo. Cuando veo que grupos económicos compran diarios y tienden a homologar los contenidos editoriales, también me deprimo y pienso que el periodismo no está logrando el objetivo de independizarse”.

5) Pluralismo y democratizar la comunicación

Partimos del concepto de que la democracia es la doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno y, además, se basa en la libertad, la igualdad, los derechos del hombre y el pluralismo ideológico, entonces la democratización es entendida como un movimiento hacia una comunicación más participativa de la comunidad en el uso de los medios de comunicación social y en el resto de las instituciones sociales. Democratizar la comunicación es la capacidad que tiene la sociedad para comunicarse entre sí y para comunicar a los demás cuáles son sus demandas, aspiraciones y pensamientos. En tanto, el pluralismo es la predisposición humana a estar abiertos para escuchar y analizar todas las visiones humanas de las distintas disciplinas, ideas y valoraciones, siendo al mismo tiempo tolerantes en los distintos planos: religioso, ideológico, filosófico, racial, social, entre otros. Además, requiere una búsqueda esforzada y permanente, apertura y escucha al otro, capacidad de diálogo y comunicación; requiere en definitiva una actitud permanente de renuncia, de cambio y de creatividad. El periodismo tiene una misión educadora y cumple con una función social que es la de servir informativamente a la comunidad. En esta perspectiva, la responsabilidad es pensada no solamente sobre el compromiso social por la difícil situación socioeconómica que atraviesa la Argentina sino también por la responsabilidad profesional que tiene el periodista y el comunicador como actor social y generador de acciones dentro de la opinión pública. Una sociedad se construye con el aporte individual y comunitario frente a las distintas realidades sociales por medio de métodos pacíficos (la lucha armada genera más violencia social), sustentado sobre valores morales y éticos en el desempeño de las responsabilidades ciudadanas, y en el marco de un pluralismo de ideas y opiniones. En este sentido, los periodistas contribuyen diariamente en la construcción de la difusión masiva a través de una honesta búsqueda de la verdad en el proceso de recolección de noticias y como servidores públicos son motivadores de la solidaridad social, impulsando herramientas de participación ciudadana y de renovación de la vida democrática. En esta línea de análisis, los periodistas contribuyen al diálogo social y propician la participación de los ciudadanos en distintas instituciones, a través de valores morales basados en la dignidad y los derechos humanos. Entonces, hay que establecer sistemas cada vez más justos de acceso y participación basados en el derecho a la comunicación y facilitados por políticas democratizadoras de comunicación. Según Néstor García Canclini, las interacciones mediáticas necesitan vincularse con otros procesos de formación de la cultura política en la vida social para no quedar atrapadas en los intereses mercantiles ni en las modas publicitarias de los medios. Los estudios y políticas comunicacionales en América Latina debieran girar en tres líneas de trabajo: análisis de experiencias comunicacionales democratizantes en los medios masivos, análisis comparativo de estrategias de producción y circulación democratizadoras y con sentido público en otras regiones (por ejemplo, Estados Unidos y Europa) y la potencialidad democrática de las industrias culturales no es sólo una cuestión política tiene también una dimensión estética, entrando en juego los hábitos perceptivos, las estructuras del gusto, las relaciones entre información y narración, entre reflexión y espectáculo. Por este motivo, es preciso que exista una diversidad de medios de comunicación social con distintas visiones del pensamiento en los planos ideológico, político, religioso, social, económico, cultural, entre otros, ya que el pluralismo impide el monopolio informativo que atenta contra los derechos de los ciudadanos de recibir informaciones y opiniones, alejados de las presiones políticas y económicas. Democratizar los medios

Con el título “Obispos brasileños a favor a una democratización de los medios”, un diario eclesiástico sudamericano cita una propuesta avanzada en el seno a la asamblea constituyente, para “abrir a la participación popular los potentes y oligárquicos diarios brasileños. Los obispos católicos brasileños son los principales sostenedores de esta propuesta legislativa en dirección a democratizar la comunicación en el país”. El concepto de democratización de los medios es desprovisto de significado en el ámbito del debate político en los Estados Unidos, donde la expresión viene a asumir una paradoja y también de vagamente subversivo. La participación popular sería considerada una infracción al principio de libertad de prensa, un ataque a la independencia de los medios que verían así destruida la propia misión de informar al público sin temor y parcialidad. Para el crítico americano Chomsky, la cultura política tiene una concepción que difiere sustancialmente respecto a la posición los obispos brasileños. “Para ellos la democracia significa que los ciudadanos deben tener la posibilidad de informarse, de participar en las encuestas, los debates y la política, y de llevar adelante los propios programas a través de acciones políticas. Para nosotros, la democracia es concebida en un sentido más limitado: el ciudadano es un consumidor, un observador, no un participante”. Los líderes democráticos deben hacer la propia parte en la organización del consenso social, encaminándolo hacia metas y valores socialmente constructivos, aplicando principios científicos y prácticas experimentales en la elección de inducir a la gente a proveer el propio apoyo a determinadas ideas y programas. Por este motivo, la comunicación tiene hoy una función insoslayable en la constitución de las sociedades democráticas, como así también establecer sistemas cada vez más justos de acceso y participación, basados en el derecho a la comunicación y facilitados por políticas democratizadoras de comunicación. Democratizar la comunicación exige superar falsas polarizaciones para concentrarnos en la capacidad que tienen los actores de una sociedad para comunicarse entre sí, incluso al poder, sobre cuáles son sus demandas, aspiraciones y pensamientos. Por eso, hay que horizontalizar la comunicación, que esta discusión sea posible entre los distintos ámbitos de la sociedad, en donde se hace necesario educar a la sociedad en el uso de la comunicación y, a la vez, debemos capacitarnos como periodistas en las necesidades comunicacionales de la comunidad. El modelo organizativo de una política democrática de la comunicación es todavía en gran parte a experimentar en el sentido de un sistema sociopolítico, donde sea presente en medida significativa el compromiso popular permanece todavía en el ámbito del futuro, como esperanza o como temor según del modo en que viene valuado el derecho popular a asumir la gestión de los propios asuntos. El comunicador social contribuirá a la transparencia del sistema democrático siempre que no pueda ser persuadido por los sectores de poder para actuar de acuerdo con su idea del bien común y no de intereses personales y sectoriales. Debemos tratar de ampliar el campo social de la comunicación e información, de tal manera que asegure la mayor pluralidad de voces y participación social en el debate público. “(…) el aspecto esencial de este derecho (por la libertad informativa) se relaciona con el sujeto pasivo de la información, el público que tiene derecho a recibirla, en tanto se trata ni más ni menos que de la base de un gobierno democrático en la medida en que importa una condición de posibilidad para la formación de una opinión pública libre”, aclara Patricia E. Castro. No puede haber transparencia democrática sin libertad de los medios de comunicación. La descentralización del poder equivale también a la descentralización de los medios de comunicación, a la posibilidad de que las distintas voces puedan expresarse a través de periodistas formados como profesionales, capaces de interpretar esas voces que a veces se quieren silenciar. En los años ´60, ´70 y ´80 los nuevos movimientos sociales en los países desarrollados y especialmente los movimientos en el Tercer Mundo han tenido una orientación y han desarrollado muchas teorías sobre democratización de la comunicación. Estos movimientos han promovido un nuevo estilo de comunicación más participativo y horizontal. Por ejemplo, el movimiento del Nuevo Orden Mundial de la Información y Comunicación (NOMIC). En estos pensamientos se desprende que el periodismo debe tener como una de sus funciones principales la de estimular y alentar a los integrantes de la sociedad, que requiere involucrarse en la participación de la vida democrática. “Hoy más que nunca se requiere de una prensa responsable e independiente que genere credibilidad, ya que si ésta se pierde, se pierde también el poder. (…) es necesario tener conciencia de que el poder de la prensa, aprovechando la metáfora del ´cuarto poder´ es también, y sobre todo, el poder de servir.” La calidad de la vida de democrática dependerá en cierta forma de la calidad del entramado de los medios de comunicación que la hacen posible que exista como tal. Se torna difícil alcanzar la misma si los agentes de la comunicación no somos capaces de reflexionar sobre la responsabilidad de la capacidad de reflexión, teniendo en cuenta el rol de actor social que tiene con cierta incidencia en la opinión pública. Enriquecer la vida democrática con pluralismo y libertad de expresión; los periodistas también somos ciudadanos que podemos contribuir al funcionamiento de la sociedad, alentando la participación ciudadana en los distintos ámbitos sociales con el objetivo de buscar los consensos necesarios que requiere la actual coyuntura sin olvidar lo central que tiene que ser la democratización de las instituciones, especialmente la comunicación.

(leer segunda parte)

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