Reflexiones por el día del trabajador

Se trata del editorial del programa “Sábado 100” por radio El Espectador (FM 100,1) de Rafaela.

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Por Emilio Grande (h.).- Este sábado se celebra el Día Internacional del Trabajo en recordación al 1 de mayo de 1889 en París durante el Congreso Internacional de Sindicatos Europeos. Instaurada como una jornada de lucha para perpetuar la memoria de los trabajadores que fueron detenidos y ajusticiados por manifestarse en Chicago (Estados Unidos) por una jornada laboral de 8 horas.
En nuestro país, la Constitución Nacional en su artículo 14 bis establece la protección de leyes para asegurar al trabajador condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada, descanso y vacaciones pagos, retribución justa, salario mínimo vital y móvil, igual remuneración por igual tarea, participación en las ganancias de las empresas, protección contra el despido arbitrario, organización sindical libre y democrática; a los gremios concertar convenios colectivos de trabajo, recurrir a la conciliación y al arbitraje, el derecho de huelga.
La actual coyuntura de la Argentina está lejos del texto constitucional. Por el impacto de la eterna cuarentena (duró 9 meses) creció el desempleo en 2020: llegó al 11% y alcanzó a 2,1 millones de argentinos, según el INDEC. Es el índice más alto al finalizar un año desde 2004. En 2019, antes de la pandemia, había cerrado en 8,9%. Durante 2020 cayó en más de 220.000 la cantidad de trabajadores registrados, a pesar de las prohibiciones de despidos y la doble indemnización obligatoria. Rafaela tenía en 2019 un 9% de desocupados y un 19.7% de la población económicamente activa con problemas de empleo, según el Relevamiento Socioeconómico del ICEDEL. En 2020 no se hizo la investigación por las restricciones gubernamentales y el miedo imperante.

En este contexto, la pobreza viene aumentando en los últimos años: del 32,6% de 2016,  actualmente se encuentra en el 44%, según la encuesta del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, donde un 64,1% de los menores de 18 años vive en hogares donde el dinero que ingresa no le alcanza a la familia para procurarse un conjunto básico de servicios y bienes materiales. Muy cerca de este porcentaje fue el medido por el INDEC que estimó en el 42%. De esta manera, el 19,2 millones son pobres y, entre ellos, 4,5 millones son indigentes.

A decir verdad, subsiste la precariedad laboral, los bajos salarios en varios sectores socioeconómicos que corren detrás de la inflación (convertido en un impuesto de nunca acabar), en muchos casos en negro (más en el Estado que en la actividad privada), empleados que trabajan los domingos en los supermercados. Además, la presión tributaria es excesiva para la creación de nuevos puestos laborales y la instalación de empresas.
¿Cómo se puede dignificar al trabajador? El trabajo es una fuente de derechos para el trabajador y el respeto de estos derechos constituye la condición fundamental para la paz del mundo, pero hay que decirlo: si no hay justicia social es imposible preservar la paz, porque los conflictos latentes pasan indefectiblemente a ser manifiestos con las consecuencias que esto conlleva en la relación entre el empresario y el trabajador.
En 1954, el papa Pío XII apoyó tácitamente esta jornada proletaria al declarar este día como festividad de san José Obrero, el papá adoptivo de Jesús, en el marco del 150 aniversario de la declaración como patrono de la Iglesia universal.

En su mensaje a los empresarios en 1987 en Argentina, Juan Pablo II dijo que “las ganancias no solo deben destinarse a incrementar al capital, sino también a mejores salarios, beneficios sociales, educación e investigación técnica por el sendero de la justicia distributiva”.

El Papa polaco dispuso que el Pontificio Consejo Justicia y Paz redactara el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, publicado en 2004. En el documento de Aparecida (Brasil) del 2007, los obispos latinoamericanos afirman que “el trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es la clave esencial de toda la cuestión social”.
Hay que dar gracias a Dios por el trabajo que tenemos y pedir por el trabajo digno que hace falta en la Argentina y en el mundo, sabiendo que mientras la desocupación no se revierta la pobreza seguirá creciendo, sin perder la utopía de una mejor distribución de las riquezas, materia pendiente en nuestro bendito país. Sigamos buscando caminos de diálogo social que prioricen el bien común por encima de los intereses sectoriales.

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