“Notamos que hay respeto sobre esta obra fundamentada y seria”

Destacó en una entrevista Luis Liberti, uno de los cuatro editores de la investigación “La verdad los hará libres”, sobre el rol de la Iglesia Católica en el período de violencia social e institucional, desde 1966 hasta 1983. “Vivimos una etapa de violencia y es lo que la Iglesia pudo hacer desde los documentos y también lo que no pudo hacer”, agregó.

Compartir:

Por Emilio Grande (h.).- El lunes último fueron presentados los dos primeros tomos del trabajo de investigación titulado “La verdad los hará libres” sobre el rol de la Iglesia Católica en el período de violencia social e institucional, que se extendió desde 1966 hasta 1983, en el Sindicato de la Carne. Las exposiciones estuvieron a cargo Antonio Grande (párroco de Frontera y Josefina) y Luis Liberti (uno de los cuatro editores), ambos integrantes del equipo investigador.

“Fue el trabajo más grande que hicimos y que queda plasmado en el tomo 2 de ´La verdad los hará libres´. La Iglesia está siempre en la historia y el golpe de 1976 también es historia; en este contexto, la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) tuvo sus visiones, sus expresiones, sus acciones, sus omisiones. Arrancamos este tomo desde los últimos meses de 1975 para tratar de entender cómo era el clima del país y por qué el golpe. En ese tiempo histórico, se constata que algunos obispos estaban al tanto de los movimientos que se suscitaban y eran vox populi porque en ese momento se esperaba un cambio de Gobierno y derrocamiento. Los partidos políticos se desentendieron del último período de María Estela Martínez de Perón y se espera que hubiera un cambio”, destacó Liberti en una extensa entrevista con este cronista.

-¿Cómo era el contexto de violencia de izquierda y de derecha?

-El gobierno constitucional es el que le da a las Fuerzas Armadas la autoridad para aniquilar y eliminar en el territorio de Tucumán, dentro del Operativo Independencia.

-¿Por qué en aquel momento la conducción de la CEA fue un poco temerosa y faltó mayor compromiso en los años posteriores al golpe militar?

-La actitud de la Conferencia hoy la vemos temerosa; en ese momento quizás era la actitud prudente. Cuando le hicimos la entrevista a Miguel Hesayne (fue obispo de la diócesis de Viedma), dijo una frase que te marca: “Nosotros creíamos que los militares eran pequeños San Martín o Belgrano”; nadie esperaba que estos señores no iban a hacer lo que habían hecho otros gobiernos, pero ningún otro gobierno de dictadura hizo como este último. Fue una actitud prudente, es algo que se esperaba; luego vino esto otro, lo desgajó y lo sacó de cuadro. Hubo muchas internas dentro de la misma Junta Militar, algunos más violentos y otros menos violentos; Videla quedó catalogado como un intermedio. Hubo mucho temor desde el vamos a la avanzada marxista, comunista o socialista extrema. Hay que estar en el contexto, en el lugar y en el ambiente para decir si los obispos fueron temerosos, prudentes o timoratos.

-Los papas Pablo VI y Juan Pablo II hicieron denuncias públicas sobre la violación a los derechos humanos. ¿Cómo cayeron en la CEA?

-La Santa Sede como Estado, que no es únicamente la parte religiosa, tiene su autoridad para hablar. Pablo VI cuando recibe al nuevo embajador argentino el 27 de setiembre de 1976 es muy claro, pidiéndole cuentas de los asesinatos que hubo en la Argentina de los palotinos, de los dos curas de Chamical y de lo que pasó con el obispo de La Rioja Enrique Angelelli; Pablo VI era un hombre muy formado en lo diplomático y un gran humanista. Los Papas y los secretarios de Estado tienen la autoridad para hablar, más allá si coinciden o no los obispos argentinos. El 28 de octubre de 1979, Juan Pablo II hizo la denuncia en el Angelus y luego tenía una reunión con los obispos argentinos, en el marco de la visita ad limina apostolorum (se hace cada 5 años donde dan cuenta de sus actividades pastorales diocesanas), quienes se desayunaron del anuncio cuando el Papa habló del problema desde el balcón de la Plaza San Pedro. En la investigación que hicimos se notó muy claro que hay autonomía. Algunas veces, las decisiones que pedía la Santa Sede acá se tomaron meses hasta que se dio el formato para hacerlo.

-Después del mencionado Angelus de Juan Pablo II, el presidente Videla brindó una conferencia de prensa en la que el periodista José Ignacio López le pregunta sobre la situación de los desaparecidos, respondiendo que el desaparecido era una “incógnita” y no tiene “entidad”.

-Habló de fantasmas, de no ser, no les dio entidad; al decir que no es ente no existe, no hay materialidad. Fue una definición terrible, pero fue lo que hizo desaparecer las personas. Uno de los temas que vamos a tratar en el tercer tomo (se publicará el 1 de noviembre de este año), que es un tema difícil en la espiritualidad y en lo físico, cómo hacer duelo sin cuerpos, que es lo que la Argentina viene haciendo hace décadas de familiares que no tienen la posibilidad de llorar sobre el cuerpo del difunto, son miles que no lo pueden hacer.

-Hubo obispos que se “jugaron” y fueron a visitar a los detenidos a las cárceles; en nuestra región lo hicieron Jorge Casaretto (Rafaela), Vicente Zazpe (Santa Fe) y Juan Iriarte (Reconquista). ¿Se replicó en otras regiones del país?

-Tuvo mucha réplica. Las provincias de Misiones, Corrientes, Chaco los mandaban a Resistencia; está el testimonio del obispo de Posadas, donde fue una de las zonas más perseguidas por las “ligas agrarias”, quien iba a la capital chaqueña. El obispo de Comodoro Rivadavia Argimiro Moure, quien actuó mucho en la cárcel más austral y complicada en Trelew porque mandaban a los que los militares decían que eran “irrecuperables”; todos los meses iba a la cárcel a visitar a los presos y si lo dejaban celebraba misa. Hay cartas de obispos, dando cuentas que visitaron las cárceles, donde recuperamos muchos datos que no sabíamos.

-¿Cuándo hace el “click” la Conferencia Episcopal?

-Se produce en la asamblea plenaria de mayo de 1977, donde emiten el primer documento “Reflexión cristiana para el pueblo de la patria” con la primera denuncia de lo que estaba pasando. En los primeros meses de 1976 había “cortinas de humo” que todos nos tragamos y los militares decían que eran grupos que se les escapaban de las manos y se excedían, pero a fines de ese año se vio que era un plan ordenado sistemático.

-Después emitieron el documento “Iglesia y comunidad nacional” de 1981.

-Lo que se vislumbrada como una salida que fue mucho más contundente.

-¿Cómo fue la recepción de los dos primeros tomos en distintos actores sociales, especialmente de derechos humanos?

-Estuvimos en distintos lugares presentando los dos tomos. Me reuní con las “Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora”, con las “Abuelas de Plaza de Mayo”, con el Centro de Estudios Legales y Sociales del famoso Emilio Mignone; otros pares estuvieron con la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, con Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz en 1980) que costó porque está mayor. Notamos que hay respeto al ver una obra fundamentada y seria; no pintamos a la Iglesia ni de negro ni de blanco, esto no es la “teoría de los dos demonios”; vivimos una etapa de violencia y es lo que la Iglesia pudo hacer desde los documentos y también lo que no pudo hacer. Puede haber distintas opiniones y puede faltar algún archivo. Es de fácil acceso, no es una lectura complicada.

-¿La Iglesia Católica es la primera institución que hace una gran autocrítica respecto a otros actores sociales de aquella época?

-Sí, tardamos más de 40 años en hacerlo, pero es la primera institución social; también hay revisiones desde algunos autores sobre el periodismo y estudios desde la sociología y otros ámbitos de la ciencia.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *