“Vivimos tiempos de indiferencia, individualismo y superficialidad”

Expresó el obispo Fernández durante la misa del santo patrono de la diócesis de Rafaela, en el marco de la celebración de los 60 años de su creación, celebrada frente a la Catedral. “Debemos convertirnos en defensores de los derechos de los trabajadores y de la tragedia que viven muchos que buscan trabajo”, destacó en la homilía.

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Por Emilio Grande (h.).- El obispo Luis Alberto Fernández presidió esta tarde la misa en el día del santo patrono de la diócesis de Rafaela san José Obrero frente a la Catedral San Rafael, concelebrada por el párroco Alejandro Mugna y el vicario Ariel Botto, con la participación de más de 300 personas.

Durante las intenciones de ceremonia, el Obispo pidió por el sacerdote Faustino Torralbo, quien luego de misionar durante 40 años en la Diócesis volvió a su España natal, y por el empresario argentino Enrique Shaw, recientemente declarado venerable por el papa Francisco en el proceso de su canonización. A continuación compartimos la homilía de Fernández:

El obispo diocesano Luis Fernández durante la homilía.

El 1 de mayo es el día de la Diócesis, al celebrarse a san José Obrero, que junto a la santísima Virgen de Guadalupe son los patronos de nuestra querida diócesis de Rafaela.

Y lo hacemos en el marco de la celebración de los 60 años de la creación de la Diócesis, cuando el 10 de abril de 1961, el papa San Juan XXIII, creaba la Diócesis de Rafaela y el 12 de octubre de ese año recibía el pueblo de Dios en estas tierras del noroeste santafesino,  su primer obispo Vicente Faustino Zazpe.

También somos realistas que el tiempo actual del coronavirus nos hace pasar estos días un momento muy difícil y doloroso ante el aumento de contagios. Por eso es lo primero que deseamos poner en el corazón de san José Obrero es la vida y el sufrimiento de tanta gente, que provoca la pandemia para que nos ayude e intercedan junto a la Virgen de Guadalupe por nuestra patria y toda la humanidad, para que nos den la fuerza de construir con nuestro trabajo un mundo nuevo de paz, solidaridad y fraternidad para vivir siempre con esperanza y alegría.

El 1 de mayo es el día del trabajo, es justo que nos unamos a todos los trabajadores en las innumerables tareas que existen desde las más complejas hasta las más sencillas, humildes pero todas imprescindibles para construir el mundo.

Pensemos también que san José es un padre trabajador y que fue fundamental que una de las lecciones que Jesús aprendió de José es el valor y la dignidad del trabajo humano. “Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan de cada día como fruto del propio trabajo” (P.C.).

San José, aunque nació en la familia “real de David”, trabajó como carpintero para mantener a su familia. Sabemos que no era rico, porque cuando Jesús fue presentado en el “templo” para ser circuncidado, José ofreció el simple sacrificio de dos tórtolas, la ofrenda de los que no podían pagar un cordero (Lc 2,24). San José nos recuerda la satisfacción de hacer bien nuestro trabajo, sea lo que sea. La actual crisis del empleo provocada por la pandemia pone de relieve las dificultades, las tensiones y el distanciamiento que a menudo llevan al desempleo. Pidamos a san José que nos inspire a no solo comprometernos con nuestro propio trabajo, sino también a convertirnos en defensores de los derechos de los trabajadores y de la “tragedia” que viven muchos que buscan trabajo.

San José nos recuerda que todos los trabajadores, de alguna forma, están cooperando con Dios mismo: creando un mundo mejor a nuestro alrededor. José trabajó explícitamente para dar a conocer el amor de Dios al mundo al cuidar de Jesús y María. Puso sus talentos y esfuerzos al servicio de su familia para que pudieran llevar el amor de Dios al mundo.  

Todos los padres están llamados de la misma manera a ayudar a sus hijos a formarse y crecer en la amistad social, donde pueda haber trabajo para todos y no se pierda de vista la tarea fundamental que es hacer crecer la fe de los hijos, para que ellos también puedan llevar el amor de Dios al mundo que está perdiendo la fe.

Como nos hablaba la palabra de Dios recién en la primera lectura, como el apóstol Bernabé,  nos tenemos que “hacer cargo de los demás”, sobre todo en tiempos de tanta indiferencia, individualismo y superficialidad, comprometernos con la verdad y tener pasión por el bien común como lo hizo san José, que cuidó de la vida de Dios en el niño Jesús y se jugó defendiendo la dignidad de su esposa la Virgen María. Es la única manera de poder vivir en paz y permanecer serenos y tranquilos delante de Dios, aunque nuestra conciencia nos reproche algo.

San José nos invita a vivir en la “confianza cordial y la ternura mansa” aún en medio de las tensiones y crisis, de estos tiempos difíciles, y a veces sin comprender muchas cosas que nos pasan en la vida. San José aceptó en la oscuridad de la noche (entre sueños) el plan de Dios, con incertidumbres no dejó de “permanecer en Dios”, no vaciló ni vivió con resentimientos, era un “hombre justo” y fiel a la enseñanza de la Biblia, abierto y acogedor, sin excluir y privilegiando a los débiles y vulnerables, “creativo”, capaz con su “perfil bajo” de transformar la historia, se adaptaba y cuidaba la vida con valentía y audacia, así como  hoy tantas mujeres y hombres, que ante la tragedia del Covid-19 no pierden el entusiasmo y no se cansan de ayudar y acompañar a muchos hermanos que sufren. Como san José y el ejemplo de estos hermanos, todos tendamos una mano siendo más fraternos y cercanos.

Nos dijo Jesús en el evangelio: “La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos”.

Queridos hermanos, trabajemos con esfuerzo y celebremos como Diócesis de Rafaela estos 60 años de vida, siendo entre todos “un solo cuerpo, muchos miembros”. Así nos vamos preparando, para que Dios mediante, el 11 de octubre, de este año 2021, celebremos unidos a toda la Diócesis.

La Guadalupana y san José Obrero, nuestros santos patronos, nos sigan cuidando y protegiendo.

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