Octavio centenario

Por Adan Costa.- Como nuestro con Jorge Luis Borges, o hasta incluso del peruano Mario Vargas Llosa, la personalidad de Octavio Paz Lozano, admite una frontera de compleja categorización. Como hombre público e intelectual, Paz, ha sido un hombre de la época en la que, en los años noventas, se ha acercado a los regímenes políticos de cuño neoliberal, como han sido las presidencias de Carlos Salinas de Gortari o la de Ernesto Zedillo.

Estos han sido duramente cuestionados desde una visión latinoamericanista, por su acercamiento sin condiciones a su país vecino Estados Unidos en pleno apogeo de su influencia global. Su percepción del México indígena, también ha merecido una andanada de reproches, especialmente dentro de los límites de su propio país, ya que su visión del México antiguo es un tanto superficial aunque enciclopédica, porque debemos de reconocer que Paz fue un hombre con gran erudición y tremenda información.

A lo largo de la obra de Paz se nota un profundo conocimiento de la cultura Occidental, a la que siempre aspiró como acervo  y como norte. Sus compatriotas contemporáneos Carlos Fuentes, y muy especialmente Carlos Castaneda, han exhibido una mejor y más profunda comprensión de la sabiduría del México ancestral pre-europeo. Las bases de su pensamiento están inspiradas en la cultura grecolatina, francesa, italiana, alemana, inglesa, norteamericana. En sus ensayos es común encontrar las citas en la lengua de autores referidos. Su visión de las culturas -no Occidentales- es muy eurocéntrica, comenzando con la de México.

Empero, valioso también es de destacar, que su literatura, ampliamente difundida y reconocida en el mundo, exhibe menos niveles de crítica, pero que, como toda literatura, se ajusta a criterios estéticos de lectura, por tanto tan variables como la subjetividad de cada paladar. Experimentación e inconformismo pueden ser dos de las palabras que mejor definen su labor poética.

Con todo, Paz, es un poeta difícil de encasillar. Ninguna de las etiquetas adjudicadas por los críticos encaja con su poesía: poeta neomodernista en sus comienzos; más tarde, poeta existencial;  y, en ocasiones, poeta con tintes de surrealismo. Ninguna etiqueta le ha cuadrado y ninguna le ha sobrado. Seguramente en su estilo, que ha sabido desbrozarse de cada rótulo que le han querido colgar, reposa su mayor gloria, la que un día como hoy se hace centenaria.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *