La vigencia del actor Norman Briski

En pocas semanas cumplirá 84 años. «Todo trabajo que sea juego no debería considerarse trabajo sino placer», afirma.

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A sus 83 años, Norman Briski sigue como referente entre los actores y actrices de Argentina. Hace unas semanas reestrenó «La conducta de los pájaros», obra icónica de su carrera. Sigue al frente de su propio teatro, Calibán. Y terminó la filmación de «9.81», película realizada durante la pandemia. Pero a la vez se interesa, como pasa desde siempre con él, por la política y su incidencia en la sociedad.

Es que siempre Briski se preocupó por lo social. Nacido en Santa Fe, crecido en Córdoba, ya en Buenos Aires fue parte del movimiento cultural del Instituto Di Tella. Si en los 70 alcanzó el reconocimiento con «La fiaca», la película protagonizada junto a Norma Aleandro, también conoció el temor ante las amenazas de la Triple A. El exilio a España fue su salida obligada. Volvió en el 83, con la esperanza que significaba Argentina con el regreso de la democracia. Hoy, nos dirá, aquello quedó como “en un estante.

Desde esa parte de su historia hubo muchísimo. Tanto, que tal vez sea un error resumirlo en que ganó premios y trabajó en tantísimas obras de teatro, cine y televisión y que hasta publicó libros. Podríamos agregar que fue y es maestro de generaciones: cuántos actores y actrices le deben sus primeros pasos y conocimientos. Se podría agregar, para completar, que fue un tipo de barrios, de luchas obreras y de rebeldías. Militante de la justicia social.

Pero hoy el mundo es otro. De ese otro mundo habla en el siguiente intercambio de preguntas y respuestas a través de WhatsApp.

-¿Me podría decir qué siente o qué piensa ante el avance de la derecha en todo el mundo, en general, y en la Argentina, en particular?

-No es la primera vez que sucede. Son los ciclos del capitalismo que no terminan de entrar en tal decadencia que no aparezca ni el progresismo ni el capitalismo de ultraderecha. Los dos capitalismos siempre tienen en la cabeza el turro para desarrollar economías.

-Terminó de filmar una película sobre años que fueron de gran esperanza acerca del futuro del país, tras la dictadura. ¿Qué quedó de aquello?

-Queda como un hecho extremadamente importante, que fue ejemplar para el mundo. En España, por ejemplo, aún no se pudo establecer el verdadero genocidio de su guerra civil. Pero en Argentina, como toda demanda de mayorías sobre la justicia, aquello quedó achicado, arrugado y en el estante.

-¿Cuánto hay de trabajo y cuánto de diversión en la actuación?

-Nadie puede decir que está haciendo algo que le gusta si está trabajando. Porque todo trabajo que sea juego no debería considerarse trabajo sino placer. Pero a veces, por obligaciones del mercado, los actores tienen que trabajar en vez de jugar. Eso hace la enorme diferencia de lo que significa qué rol o qué personaje elige un actor para poder jugar o para poder sobrevivir.

-¿Qué está leyendo y qué libros leyó en los últimos tiempos? ¿Algún descubrimiento literario?

-Un libro que revela mucho, no sólo el social histórico que impera sobre conductas y aliena y te meten en la góndola, es Mil mesetas (Gilles Deleuze y Félix Guattari), que me sigue alimentando para buscar formar nuevas… Mejor dicho, viejos formas nuevas.

-¿Le gusta lo que está sucediendo con el teatro argentino en la actualidad?

-No sé lo que está sucediendo. Ni siquiera tengo información indirecta. Tengo muy mala opinión de la información, yo.

-¿Qué es lo que les dice en una primera clase a los aspirantes a la actuación?

-Que es una labor con muchísima capacidad para la frustración, pero también gratifica porque es un juego extremadamente interesante. Diría que el juego del teatro es un juego divino.

-¿Para qué sirven la fama y el prestigio?

-Como se dice habitualmente, la fama es puro cuento. Pero un ratito de fama está bueno. Y además podés comprarte la bicicleta…

Fuente: https://comunidad.pami.org.ar/

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