La cruz que llevamos con Jesús conduce a la alegría pascual

Mensaje del obispo Luis Fernández al pueblo de Dios que peregrina en la Diócesis de Rafaela. Queridos hermanos, la Cuaresma vivida ha sido una vez más, tiempo propicio y favorable para crecer en la confianza en el Dios de Jesucristo, tiempo en el que fuimos invitados a acompañar a Jesús sufriente, con la certeza de saber que asumiendo la Cruz de cada día, caminamos  hacia la Pascua. Ella es Vida Plena y definitiva en cuanto triunfo absoluto sobre el pecado y la muerte, y la única capaz de darnos la respuesta última de nuestra existencia. En efecto, en la Resurrección de Jesucristo se hace actual la promesa de ser felices de verdad, para siempre, a pesar de recorrer caminos muchas veces escarpados.

Quiero, con este primer mensaje llegar a ustedes, expresando, antes que nada una alabanza por los misterios que se entretejen y tienen por destinatario a cada uno de nosotros, sin excepción.

 

La alegría de la Pascua

2.- ¿Cómo no asombrarse y admirarse ante la misericordia del amor del Padre que tanto amó al mundo y nos envió a su propio Hijo, el unigénito, Jesucristo, quien padeció, murió y resucitó para rescatarnos del poder del pecado?

¿Cómo no sensibilizarnos ante la ternura y el amor de quien, pendiendo en la cruz, no sólo nos hace partícipes de la Vida Nueva de los hijos de Dios, sino que nos da por madre a la santísima Virgen María?

¿Cómo no agradecer el Don del Espíritu que se derrama en nuestros corazones para clamar a Dios llamándolo Papá y reconocernos hijos en el Hijo?

  1. Deseo acercarme a cada uno de ustedes como hermano y amigo, con las manos abiertas para poder estrecharlas. Quiero llegar a los niños y a los ancianos, a los hermanos que construyendo la unidad profesamos al Señor Jesús, a todos los sacerdotes y diáconos, a las religiosas y consagrados y a todos los hombres de buena voluntad que habitan esta querida porción del Pueblo de Dios y que trabajan para hacer de éste un mundo más justo y solidario.  A todos llegue la alegría y la paz.

4.- Si Cristo ha resucitado nuestro mensaje no puede ser más que de esperanza. Él está vivo y nos llama a ser hombres nuevos, fraternos y serviciales. Hombres y mujeres que miran el futuro, no con resignación y desconfianza, sino con serena alegría a pesar de las dificultades que nos presenta nuestro tiempo. En efecto, a veces vivimos momentos angustiantes marcados por una cultura individualista, que suele arrastrarnos a la tristeza y al encierro en nosotros mismos. Este modo de vida, el cual quiere hacernos creer que todo es relativo y efímero, sólo nos ofrece caminos intrascendentes que nos dejan cada día más vacíos. Ellos nos anuncian que no vale la pena jugarse por algo o por alguien. Estas vías carecen de ideales, se presentan sin entusiasmo y anuncian que sólo importa el consumo material como única meta o ideal de vida. ¡Pero no es así! Afirmo esto, tanto desde la certeza de la fe, como desde la experiencia pastoral misma.

En efecto, desde mi llegada a la diócesis de Rafaela como Pastor de este Pueblo a mí encomendado, me siento muy feliz. Estoy contento de trabajar junto a todos ustedes. En las visitas a las parroquias, ciudades y pueblos, he sido recibido con mucha cordialidad. Pero, además, quedo sorprendido gratamente por el entusiasmo que hay en ustedes. Sí, al ver tanta generosidad me siento animado a poner lo mejor de mí y a seguir recorriendo el camino iniciado hace más de cincuenta años. En esta Pascua, viviendo la grata sorpresa que nos ha regalado el Santo Padre Francisco al elegir a un hijo de esta diócesis, el sacerdote Gustavo Montini, como sucesor de los Apóstoles,  para servir a la hermana Iglesia de Roque S. Peña. Cómo no seguir confiando en la guía trazada por hombres como Mons. Zaspe, Brasca y Romero, que gastaron su vida en esta tierra y nos ayudan desde la eternidad. Sé que ellos han podido caminar por esas sendas pues fueron acompañados por el clero y laicos generosos. ¡Demos gracias a Dios por todos ellos!

Les abro el corazón, compartiendo mis sentimientos

5.- Con pudor tengo que mencionar algunas cosas que hacen a mi mundo interior. Lo hago simplemente porque muchos se preguntarán qué es lo que traigo como proyecto, qué tengo para ofrecer, por dónde debemos seguir.

Queridos amigos, no tengo otra cosa, ni dinero, ni títulos ni poder; sólo tengo para compartir lo que tiene la Iglesia: a Jesucristo, su Vida, amor y entrega.

6.- Vivir conforme a Jesucristo ha de ser nuestro proyecto, más allá de todos los proyectos que como mediaciones implementemos en nuestra querida Diócesis. Jesús es el Plan de Salvación del Padre realizado en la historia de los hombres. Nuestro desafío será llevarlo a Él y a su mensaje no tanto con palabras bien sonantes, sino con nuestras vidas. Y, si la Misericordia es la expresión que más lo define, nuestro sentir, pensar y obrar han de ser misericordiosos. Tener el corazón de Jesús ha de ser nuestra especial invocación al Padre. Tener sus sentimientos es lo que hará creíble la Palabra que llevamos.

7.- Los padres o abuelos “gringos” de la mayoría de ustedes han sido hombres de Fe que atravesaron un inmenso océano en busca de trabajo, alimento y felicidad; trabajadores humildes y honestos que, desde tierras lejanas, vinieron a quedarse en estos lugares que pasarían a ser su nueva patria. Así, con esfuerzo y amor, cultivaron estas tierras para hacer de ellas un lugar donde valga la pena tener hijos y, cuando fuese el tiempo, dejar los huesos como testimonio del profundo arraigo. Ustedes, sus hijos y nietos recibieron la mejor herencia: junto con la fe, el respeto y reconocimiento de la dignidad humana. Pero esta fe venida del otro lado se encontró en comunión con la ya existente. Aquella que provenía de tantas mujeres y hombres llamados originarios y criollos, hombres buenos, mansos, solidarios y de gran ternura, quienes con corazón contemplativo y servicial se abrían no solo al Trascendente,  sino a todos sus hermanos. En este mezclarse de culturas surgió este hermoso pueblo, el cual sabe compartir la vida y celebrarla con alegría. Sus bailes y sus rezos cantan las maravillas de Dios, tal como lo hizo la Virgencita de Guadalupe. Y, como el Cura Brochero, son capaces de dar la vida para construir una patria de hermanos con más justicia y equidad.

Por tanto, el camino a seguir no es otro que el que ya vienen recorriendo en esta querida Diócesis. De todos modos, vale la pena escuchar las indicaciones que marca el Papa Francisco a toda la Iglesia, para luego ver cómo podemos encarnarla en nuestra realidad.

 

 Exhortación Apostólica “La alegría del evangelio”

8.- El Papa Francisco nos pide que, a partir de la experiencia liberadora de la Pascua de Cristo, vivamos en la alegría de evangelizar sin que arraigue en nosotros la tristeza, la angustia, el abatimiento, la depresión, y tantas otras maneras de vacío interior.

Estamos llamados a la alegría que nos trajo el amanecer del Domingo de Pascua. La muerte ha sido vencida, por eso no nos puede dominar la tristeza o la angustia.

9.-  Muchas veces esta tristeza se nutre del individualismo generado por miedos o inseguridades, o algunas otras veces por una desmedida dedicación a las nuevas técnicas que brindan la ilusión de estar más comunicados. En efecto, si bien podemos conectarnos más, esto no siempre significa verdadera comunión. Y, en no pocas ocasiones olvidamos el diálogo en familia, o el poder hablar cara a cara con nuestros amigos, o incluso con aquellas personas con las cuales compartimos el día a día y que suelen sentirse muy solas, como es el caso de muchos ancianos, o hijos que extrañan la ternura de sus padres.

10.-  Nuestro corazón, nacido en la Pascua, no está hecho para permanecer avaro, cómodo y encerrado en sus placeres enfermizos. No fuimos hechos para vivir quejosos, enojados y enfrentados con los demás, no escuchando la voz de Dios, ni la de los familiares y amigos. Estamos hechos a su imagen y a su semejanza para vivir sabiéndonos amados por Dios, compartiendo con los hermanos, dejándonos encontrar por Cristo, a quien con cariño le expresamos: te necesito, no puedo vivir sin vos. El Señor sale a nuestro encuentro y nos carga sobre sus hombros. Él nos devuelve la alegría de vivir sabiéndonos hermanos. Nos abraza con la ternura de una madre-padre que ama profundamente. Somos sus hijos de verdad. Somos el  fruto del amor del Padre. Esto es lo que en cada Pascua Jesucristo actualiza. Él entrega su vida a fin de mostrarnos hasta qué extremo nos ama.

11.- Jesús nos espera con los brazos abiertos. Él no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que a veces nos cansamos de seguir confiando en Él. Como el “hijo pródigo” tenemos que reconocer nuestro pecado, levantar la cabeza y volver a Él, sabiendo que es la mejor manera de recuperar la verdadera dignidad humana. Esta dignidad no nos la puede dar ni el dinero, ni el poder de la droga, ni el poder de las armas o de la violencia, ni un cargo o un título logrado. Esta dignidad sólo se obtiene con una vida sencilla, pobre y humilde; con una vida abierta a Dios y al servicio de los hermanos. Se obtiene cuando, con serenidad de espíritu, optamos por una vida en comunión con deseos de buscar siempre el bien de toda la humanidad. Cuando tenemos pasión por la verdad y actuamos con misericordia. Hermanos, éste es el estilo de Jesús, es la vida del Dios verdadero, es la verdadera vida humana manifestada en Jesucristo.

12.-  El Señor no nos desilusionó, sino que nos llenó de  alegría. Esta alegría la experimentaron los discípulos cuando vieron con Vida al mismo que contemplaron muerto en la Cruz. No huyamos de la Resurrección. No nos quedemos sólo en la Cruz. ¡Él ha vencido a la muerte! En la noche de Pascua brilla la Luz del Cirio, el cual victorioso rompe la oscuridad de la noche de la vida. Hay, tanto en Cristo como en nosotros, una Vida Plena. Esta Vida es la que estamos llamados a anunciar, en primer lugar, porque la vivimos. De eso se trata: no anunciamos algo leído en los libros, o algo que nos contaron, sino que anunciamos lo que hemos visto y oído (Cfr. 1 Jn. 1,1). Es la victoria de la vida sobre la muerte, sí, es cierto, ¡Cristo ha Resucitado!

13.- Nos dice el Papa Francisco que las maneras más variadas de la alegría humana “beben en la fuente del amor, siempre más grande de Dios, que se nos manifestó en Jesucristo” (EG, 7). Por eso, ser cristiano no consiste en afirmar una idea o una enseñanza, sino que supone encontrarnos con una persona que da un nuevo horizonte a nuestras vidas. Supone el encuentro con alguien que nos lleva a una decisión para toda la vida. Solo la vida de Jesús es capaz de sacarnos del aburrimiento y de nuestros aislamientos para llevarnos a tener ganas de vivir. Él nos lleva a realizarnos como personas plenas, rescatándonos de nuestras esclavitudes y devolviéndonos el sentido de nuestra existencia, poniendo en nosotros el anhelo de transmitirlo, de llevarlo a los demás. Sabemos que la vida y la alegría pueden debilitarse a lo largo del tiempo e incluso pueden desaparecer o transformarse en tristeza y muerte. Esto ocurre cuando nos las guardamos para nosotros solos, encerrándolas, aislándolas, reteniéndolas. De este modo perderemos la alegría de vivir, y nos quedaremos vacíos, hechos para la nada, de la cual Dios nos ha sacado dándonos la vida Plena.

En cambio, si entregamos la vida sirviendo a los demás tal como lo hizo Jesús, la tendremos y acrecentaremos para siempre. Cuanto más compartimos, más gozaremos y seremos felices. “La vida se acrecienta, dándola y se debilita en el aislamiento” (EG, 10).

En nuestras comunidades, de hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y, adentrándose en la profundidad de los mares, se apasionan en la misión de llevar vida a los demás.

14.-  La vida – en estas tierras lo saben bien – sólo alcanza su madurez cuando el grano que cae en tierra muere. La Buena Noticia se transmite, no a través de evangelizadores tristes, desalentados, impacientes o ansiosos, que tratan de imponer sus principios, por más santos que estos sean.

Los discípulos de Jesús son hombres y mujeres con ardor misionero. Ellos siguen respondiendo a la hermosa aventura de comunicar la vida que primero han experimentado en su propia existencia y que los ha transformado en testigos valientes de un evangelio que no pueden callar. Ellos, con su sencillez y humildad invitan a todos a compartir este tesoro que no quieren guardar ni retener para ellos solos.

15.- Sabemos que la evangelización no es cosa nuestra. Esta tarea no consiste en heroísmos o protagonismos personales. Somos conscientes que la obra, ante todo, siempre es de Dios. Jesús es el primero y el más grande evangelizador. Él nos primerea (Cfr. EG, 24), dice Francisco, nos llama a colaborar con Él y nos da la fuerza del Espíritu. No transmitimos una novedad nuestra. Si así fuese, esto cansaría, hastiaría, como ocurre con tantas novedades que ofrecen las mujeres y hombres de este tiempo. La novedad que nosotros llevamos es la que Dios mismo quiere producir misteriosamente.Ella no es fantasiosa, un simple encandilamiento pasajero, sino que consiste en una Vida Nueva inspirada por el Espíritu que provoca, orienta y nos da fuerza para caminar,  llevándonos a aguas puras y pastos abundantes. La iniciativa es siempre de Dios. Él camina como Buen Pastor, a veces va adelante guiando, a veces en el medio, porque es  parte del rebaño y también, en otras ocasiones, camina detrás porque sabe que sus ovejas poseen un buen olfato como para intuir dónde están las fuentes de salvación.

16.-  Sí, Él “nos amó primero” (1 Jn 4,19), es Él quien hace crecer (1 Cor 3,7). Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea exigente y desafiante que toma por entero nuestra vida pidiéndonos todo. Pero, al mismo tiempo, quien nos convoca a semejante misión nos ofrece todo. Por eso, no podemos ser testigos tristes, ni tampoco podemos ir aislados cada uno en la suya, pues es una tarea en común. No creamos que todo depende de nosotros, ni nos enojemos si nuestras ideas, proyectos, o métodos que proponemos no salen como hemos esperado. Tengamos siempre la humildad de Jesús, que siendo grande se hizo pequeño, siendo rico se hizo pobre, y siendo el primero se hizo el último de todos. Como Él, confiemos estar siempre en las manos del Padre, sobretodo cuando aparecen las cruces de nuestras enfermedades, debilidades y derrotas que también llevan vida.

17.-  Hermanos, lo más grande de Dios, lo que nos tiene que impactar, antes que nada, es su Misericordia (Cfr. EG, 37). Me gusta tanto mirar los signos que el Papa Francisco enseña con su vida: no son principalmente palabras, sino gestos que hablan tanto o más que las palabras. ¡Cómo admiran al mundo sus gestos de ternura hacia los enfermos, los niños, los ancianos! El Pueblo de Dios sabe reconocer en esos gestos las caricias de un Dios cercano para con su Pueblo.  

No dejemos de soñar la vida de Dios

18.- Hermanos, no dejemos de soñar un futuro lleno de la Vida de Dios, un futuro hecho desde la  Pascua de Jesús. Que no nos inquieten ni desalienten las guerras violentas y las catástrofes, miremos de frente la Pascua de Cristo para que sea esta realidad la que nos anime a caminar como hermanos.

19.- Nos dice el Papa Francisco que la Iglesia está llamada a ser siempre la casa  abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas,  en todas partes. Claro que esta apertura de puertas ha de ser un signo de una apertura mucho más profunda. Me refiero a abrir las puertas de nuestro corazón individual y de nuestras comunidades para que todos puedan participar, pues todos son convocados a integrarlas y enriquecerlas con los dones recibidos del Padre.

20.- La Iglesia no es un espacio para los perfectos, sino un lugar de misericordia, de encuentro. Al respecto nos pide Francisco: “no ser controladores, sino facilitadores… la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas” (EG, 47).

21.- Sigamos privilegiando, tal como lo hizo Jesús y nos remarca el Papa Francisco, a los más pobres y enfermos, a esos que suelen ser descartados de la sociedad, los despreciados y olvidados. Qué hermoso en este sentido el tradicional ya, en nuestra diócesis, Gesto solidario  de Cuaresma, que cada año nos propone Cáritas diocesana. Vayamos en búsqueda, principalmente, de los que no pueden recompensarnos con nada, de aquellos que son valiosos a los ojos de Dios, los que no son los protagonistas de nuestra sociedad. A ellos especialmente ha de estar destinada esta evangelización de la Misericordia.

22.- Junto con el Papa optamos por una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia que enferma por quedarse encerrada y confortablemente aferrada a sus propias seguridades.

No tengamos miedo a equivocarnos – dice Francisco – sino a quedar encerrados en las estructuras que nos dan una falsa contención. Tampoco las normas pueden ser nuestra seguridad, pues podemos volvernos jueces implacables. Ni siquiera pongamos nuestra solidez en las costumbres, pues ellas simplemente nos tranquilizan, mientras afuera hay una multitud hambrienta. Jesús nos repite sin cansarse: “denles ustedes de comer” (Mc. 6,37;  Cfr. EG, 49).

23.- Soñemos, hermanos, trabajemos por una sociedad sin excluidos, una sociedad donde no haya ni una familia sin vivienda, donde cada cual pueda ganarse el pan con el sudor de la frente sin vivir de arriba; una sociedad donde los niños puedan tener un plan de salud y un estudio digno; una sociedad donde los ancianos no sean abandonados, ni haya gente en situación de calle; una sociedad donde no exista “la trata”, ni quienes – por la droga – arrebaten la vida de nuestros jóvenes.

Soñemos con una vida que se puede compartir en la austeridad y la sencillez, donde no se idolatra el dinero ni el consumo es el ideal, donde se valora el esfuerzo y el sacrificio, donde todos puedan acceder a una vida digna, y la posibilidad de progresar no sea para unos pocos. Una vida en la cual se valore la sabiduría de los ancianos, se respete la vida desde la concepción y en todas sus etapas, y se conceda más protagonismo a los jóvenes. Soñemos con un mundo – y trabajemos por ello – donde se pueda acceder a la verdad en la información, sin competencias y enfrentamientos desleales que terminan desvirtuando la misma realidad.

24.- Hermanos, estamos llamados a acompañar, cuidar y fortalecer la riqueza que ya existe en la cultura de nuestros pueblos: tanto riquezas de la fe, como riquezas humanas, naturales y materiales. Ellas siguen siendo motivo de asombro, y encuentran su expresión agradecida en la piedad popular, manifestada en múltiples celebraciones religiosas. Estas celebraciones, centradas en Cristo Crucificado y en la devoción por la Virgen María (tal como se da entre nosotros con el particular amor por la Guadalupana, patrona de la diócesis de Rafaela), así como en la de los santos y beatos al estilo del <<Cura Brochero>>, son un regocijo para nuestros corazones.

25.- Estamos llamados a vivir como Pueblo de Dios, por eso superamos en nuestras comunidades, guerras, envidias, celos, luchas de poder, prestigios que dejan de lado a los demás o nos hacen sentir más que los otros. Queremos vivir una pertenencia cordial a la Iglesia, para eliminar todo espíritu de internas. La diversidad nos enriquece, y lo diferente – cuando es mirado desde Dios – nos llama a no quedarnos en nuestros egoísmos.

Francisco, al poco tiempo de asumir como Pontífice, nos pedía a los argentinos saber cuidarnos entre nosotros, no sacarnos el cuero; por el contrario, ser testigos de la comunión fraterna. Que los demás se puedan admirar, de cómo nos queremos, cómo nos damos aliento unos a otros, cómo nos acompañamos (cfr. Jn. 13,35).

26.- Los Laicos, que son la mayoría del Pueblo de Dios, sepan que los ministros ordenados estamos al servicio de ustedes para que puedan crecer en el compromiso de la caridad, de la catequesis y participando activamente en las celebraciones de la fe; para que puedan estar presentes en las realidades temporales, en especial en la vocación primera y fundamental de la vida familiar, en los ambientes del trabajo, en el barrio y en toda actividad social y cultural para hacer un mundo más justo, gozoso, y así puedan llevar con alegría la responsabilidad laical nacida en el Bautismo.

27.-  Roguemos al Buen Pastor para que muchos jóvenes sigan encontrando en el seguimiento de Jesús, el regalo más grande de sus vidas, y puedan así responder con prontitud y generosidad a su llamado. En este sentido llevo todavía grabado en mi corazón la hermosa experiencia que he vivido junto a muchos jóvenes, en el Retiro Espiritual de Cuaresma, organizado por la Pastoral Juvenil.

Todos sin distinción y desde el Bautismo somos, y no por un rato o para alguna misión, sino siempre: discípulos misioneros. En cada uno actúa la fuerza santificadora del Espíritu que nos impulsa a evangelizar.

28.- Nos dice el Papa Francisco: “Cada uno de los Bautizados, cualquiera que sea su participación en la Iglesia, y el grado de ilustración de su fe, es un  agente evangelizador, y sería inadecuado, pensar en un esquema de evangelización, llevado adelante solo por actores calificados, donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús (…) Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41)”. ( Cfr. EG, 120)

 

Sigamos caminando y celebrando  la Asamblea Diocesana

29.- Siempre animados por la fuerza del Espíritu, hoy en el 2014, queremos seguir caminando como Pueblo de Dios.

El año pasado, se trabajó en las comunidades mirando la realidad y ustedes, en comunión (Parroquias, Decanatos, Pastorales Diocesanas, Deplai, etc.),  fueron enumerando las principales realidades que vive la gente, y que se transforman para la diócesis en desafíos pastorales. Ahora continuamos este camino dando un paso importante que es  iluminar los hechos más significativos de ese marco de la realidad.

30.- El rico aporte que nos viene regalando el Papa Francisco con sus gestos elocuentes, su palabra orientadora en la exhortación apostólica «La alegría del evangelio», el Documento de Aparecida, y el presente mensaje,  tienen como finalidad dar ese marco doctrinal, sumándose al trabajo iniciado por ustedes.

31.-  Hoy, en el comienzo de las actividades parroquiales y continuando el estado de asamblea que se viene viviendo en la diócesis, las comunidades, movimientos, colegios y grupos, recibirán un nuevo material (dos folletos) que desde el Consejo Diocesano de Pastoral les vamos a ir acercando en los próximos meses, para que ustedes – luego de reflexionarlos y trabajarlos parroquial y decanalmente – nos los puedan remitir, para elaborar el diagnostico pastoral como comunidad diocesana.    Así, Dios mediante, en el año 2015, en este clima de Asamblea, delinear juntos el camino pastoral  del próximo tiempo diocesano a recorrer, siempre en comunión con toda la Iglesia.

32.- Queridos hermanos todos en El Señor Resucitado, el estado de Asamblea es un proceso largo y tiene lo maravilloso de ser participado por todo el Pueblo de Dios; es a éste, «su Pueblo», que Dios habla como siempre lo hizo a lo largo de la historia. ¡Ojala escuchemos hoy la voz de Dios! (Cfr Sal 94), para ir en búsqueda de muchos hermanos que esperan que alguien les tienda una mano, que les anuncie que la vida tiene sentido, que vale la pena vivir.

Vayamos y anunciemos que haber conocido a Jesús, “es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida” (Aparecida, 32). Vamos de la mano de nuestra Madre, la Virgen de Guadalupe y al estilo del beato “Cura Brochero”, gastando la vida para que todos, tengan Vida Plena.

Felices Pascuas.

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