Encuentro de reflexión y debate sobre «Evangelii Gaudium»

Fue realizado a partir de la exhortación del papa Francisco en el Colegio San José de Rafaela, que incluyó cuatro paneles. A continuación el discurso pronunciado por el doctor Rodolfo Zehnder quien hizo una introducción de este documento. 1.- Habremos de desarrollar sintéticamente los cuatro principios enunciados por el Papa Francisco en la Evangelio Gaudium, relacionados con tensiones bipolares propias de toda realidad social, y con algunas reflexiones que nos suscitara tan hermoso documento, rico en reflexiones, en delinear cursos de acción, en instarnos a trabajar más –con la alegría propia y que fluye del Evangelio- por un sociedad más justa, con especial énfasis en los más carenciados o en aquellos –como se dice modernamente- carentes de mayor empoderamiento, que los vuelve pobres, en una pobreza que trasciende el mero marco dinerario. El eje vertebrador en esta Jornada de hoy, el transversal, será la educación. El desafío, entonces, sería educarse y educar. Cómo hacer para que cada uno de esos principios se pueda llevar a la realidad y a la práctica cotidiana de cada uno de nosotros. 2.- El primero de los principios se titula EL TIEMPO ES SUPERIOR AL ESPACIO. Nos habla aquí el Papa de la tensión que se establece ente la plenitud y el límite. Plenitud como expresión del horizonte que se nos abre, y el momento como expresión del límite que se vive en un espacio acotado. Vivimos en tensión entre la coyuntura del momento y la luz del tiempo, del horizonte mayor, de la utopía. Esto significa que debemos aprender a trabajar a largo plazo sin obsesionarnos por la obtención de resultados inmediatos. Uno de los pecados de la actividad sociopolítica-económica es privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos. Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente; es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. Se trata de privilegiar acciones que generen dinamismos nuevos en la sociedad, hasta que fructifiquen más adelante. Se trata de “construir pueblo”, más que pretender resultados inmediatos que produzcan rédito político fácil y efímero. La evangelización requiere tener presente el horizonte, asumir los procesos posibles y el camino largo, sabiendo que con el tiempo se comprenderán las cosas. Resulta claro que este principio se relaciona directamente con la ECONOMIA y la POLITICA. La economía, a menudo, privilegia el momento y pierde de vista el horizonte: se talan árboles, se desmantelan bosques y selvas, se desertifican suelos, sólo para obtener una ventaja inmediata hipotecando el futuro. Se plantea aquí el problema del desarrollo sustentable, aquél que no hipoteca el futuro. Se recurre a menudo al asistencialismo, como respuesta inmediata, pero se lo prolonga indefinidamente y se lo convierte en un fin en sí mismo, quizá pensando en un rédito electoral. Se pierde de vista el horizonte: crear fuentes de trabajo genuinas, duraderas, estables, dignas. Se echa mano a recursos inmediatos, buscando lograr objetivos en forma inmediata, pero se carece de la mirada hacia el horizonte, hacia un modelo de país al que es lícito pretender llegar. Así, el árbol tapa el bosque; lo urgente prevalece sobre lo necesario. La economía es una actividad esencialmente humana, por su origen, razón de ser y fin: la economía es para el hombre y no el hombre para la economía; y como tal participa de loscaractres propios a toda persona, de su misma naturaleza: es social, racional, libre y ética. Pero como decía PABLO VI en la OCTOGESIMA ADVENIENS, es necesario el paso de la economía a la política, ya que es el poder político el que debe prevenir e impedir los abusos de poder, y se deben reducir los conflictos derivados de los intereses económicos mediante el diálogo y la negociación. Lamentablemente, vivimos en una época de vigencia del economicismo, o sobrevaloración de lo económico, con su secuela de sofocación de los ideales superiores, embotamiento para percibir las carencias de los necesitados, abuso de la libertad, uso irracional de la naturaleza, inequidad en la distribución de los bienes, abuso de poder, desigualdades y desequilibrios crecientes (JUAN PABLO II, Sollicitudo Rei Socialis). El homo economicus se ha montado sobre el homo sapiens; lo económico es el único o final criterio de discernimiento, incluso en las opciones políticas. Como decía HENRI BERGSON: “Al progreso material le ha faltado el suplemento de alma”, en tanto el desarrollo se ha limitado al nivel de ingreso, a lo material, a la mera acumulación de riquezas, sin tener en cuenta a los demás y a la dimensión social, cultural y espiritual del hombre: lejos estamos del “desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres”, al decir de PABLO VI. Porque: “De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?” (Mateo, 16,26). El desarrollo –hermanos- no es un proceso rectilíneo, casi automático y de por sí ilimitado, como si, en ciertas condiciones, la humanidad marchara segura hacia una especie de perfección indefinida. A un ingenuo optimismo mecanicista lo reemplaza una fundada inquietud por el destino de la humanidad (SRS), y el horizonte sin certezas provoca una sobre valoración del tiempo presente y contribuye a una tristeza individualista propia de la conciencia aislada y des-ligada de las amarras de la trascendencia. 3.- El segundo de los principios se titula LA UNIDAD PREVALECE SOBRE EL CONFLICTO. El conflicto no puede ser ignorado, sino que debe ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad queda fragmentada. Cuando nos detenemos en la coyuntura perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad. Existen dos frecuentes actitudes frente al conflicto: seguir adelante como si nada pasara (lavarse las manos); o entrar de tal manera en él que quedamos prisioneros; cuando lo más correcto es sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. Hay que desarrollar una comunión en las diferencias, esto es, asumirlas pero encontrarnos en una síntesis superadora. La solidaridad implica que los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida (y esto no es sincretismo, sino la resolución en un plan superior). Cristo unificó todo en sí: cielo y tierra, Dios y hombre, tiempo y eternidad, carne y espíritu, persona y sociedad. La señal de esta unidad y reconciliación es la PAZ. Cristo es nuestra paz, una paz posible porque el señor ha vencido a la conflictividad permanente del mundo, reconciliando al hombre con los demás, con Dios, con la naturaleza, y consigo mismo (el ámbito primero donde estamos llamados a la reconciliación es en nuestra propia interioridad). No se trata de una paz “negociada”, sino que la unidad del espíritu armoniza todas las diversidades, supera cualquier conflicto en una nueva síntesis. La diversidad es bella cuando acepta la reconciliación (especie de pacto cultural). Esto se relaciona directamente con la HISTORIA Y LA PSICOLOGIA. Cabe preguntarnos: Somos una unidad como argentinos? La economía y la política son funcionales a esta unidad, o en realidad profundizan las diferencias económico-sociales? Nos sentimos NACION? Somos una “diversidad reconciliada” con nuestro pasado, con nuestro presente? No podemos dejar de recordar, en este punto, el espíritu cristiano de nuestra cultura, por más que se la quiera ahogar con medidas laicistas y secularizantes, a partir de ideologías liberales y materialistas. No podemos tampoco ocultar las divisiones maniqueas que sesgaron nuestro pasado y también y todavía advertimos hoy, en una incomprensible división entre justos y réprobos que desafía el sentido común y el espíritu de diálogo, y atenta contra la legítima pretensión de una síntesis de unidad que –sin por esto convertirnos en discípulos de HEGEL- supera las tesis y antítesis porque se orienta a un Norte común a manera de síntesis: la construcción de un país con mayores esferas de justicia y plena vigencia de todos los derechos humanos, partiendo del principal y casi absoluto derecho a la vida digna. Recordemos que NACION es una comunidad de personas vinculadas por elementos culturales comunes (lengua, costumbres, particular modo de relacionarse con los demás, con la naturaleza, consigo mismo y con el Absoluto, como definiera el DOCUMENTO DE PUEBLA), reunidos por una similar concepción del mundo y escala o núcleo de valores, que se traducen en actitudes, costumbres e instituciones comunes. Obviamente, ello no implica una identidad uniforme. Además, la cultura de un pueblo está condicionada por la evolución histórica, lo cual torna imposible pensar la identidad nacional como algo estático: por ser histórica, la cultura es una realidad dinámica susceptible de transformaciones. Así como el Señor interpela a Caín: Qué has hecho de tu hermano Abel?, nosotros también deberíamos preguntarnos: Qué hemos hecho de nuestro país, de esa construcción colectiva que denominamos nación? O acaso no somos todos co-responsables, aunque en distinta medida? Y de esto habremos de rendir cuentas. Que no nos sorprenda el reproche el día de mañana, y que advirtamos que no es válida la excusa de Caín “Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”, en tanto somos todos en sentido lato “hermanos” y responsables co-constructores de una sociedad más justa y fraterna. En cuanto al hombre: Recordemos que somos una unidad psico-física de materia y espíritu (indisolublemente unidos). Ni ángeles ni animales, como ya enseñara ARISTOTELES. La psicología: ¿Tiene en cuenta esa unidad, la dimensión espiritual, o reduce al hombre a un psicologismo confundiendo la salud del alma con el bienestar emotivo. El Derecho, la política, la economía, y nuestra práctica cotidiana: ¿respeta los fundamentos de la dignidad de la persona? Fundamento doble: En el plano ontológico natural: porque “es el ente más perfecto de la naturaleza” (SANTO TOMAS) ya que es una sustancia completa, que existe como un todo independiente, espiritual y último sujeto de atribución jurídica. Espiritualidad que se manifiesta a través de su inteligencia y voluntad libre. Imagen de Dios, fotografía ontológica del Creador. Sustancia que tiene conciencia de ser, y que permanece invariable en lo más íntimo, no obstante las vicisitudes de la vida. Y en el plano ontológico sobrenatural, porque es partícipe de la misma naturaleza divina. Redimida y rescatada por Cristo, por lo cual somos Hijos de Dios, herederos del Cielo, co-herederos con Cristo. ¿Nos educamos para este humanismo PLENO que encuentra en Dios el último fundamento de la dignidad humana, filial, no huérfana sino dependiente (pero con una dependencia que libera y enaltece)? 4.- El tercero de los principios se titula LA REALIDAD ES MAS IMPORTANTE QUE LA IDEA. Mientras que la realidad ES, la idea es una elaboración o elucubración mental que trata de describirla y /o de explicarla, con el sesgo propio de cada uno o de determinada ideología Y en esa elucubración mental puede correrse el riesgo de apartarse de la realidad, y terminar construyendo un castillo de naipes sobre bases inexistentes. Como dice FRANCISCO, es peligroso vivir en el reino de la sola palabra, de la imagen, del sofisma al estilo de esta escuela de la Antigua Grecia. Existen diversas formas de ocultar la realidad, que habría que tratar de evitar: los purismos evangélicos (desconociendo la naturaleza humana, que no es puro espíritu sino también materia en unidad indisoluble, naturaleza herida por el pecado en el origen y por tanto capaz de orientarse al mal); los totalitarismos de lo relativo (relativización de todo pensamiento y orden social de toda construcción humana, de valores –característica típica del hombre posmoderno); los nominalismos declaracionistas (pomposas declaraciones sobre derechos humanos pero continua y a veces perfeccionada violación de los mismos); los proyectos más formales que reales (sin asidero en las circunstancias que rodean a cada hombre y a cada sociedad); los fundamentalismos a-históricos (como en ciertas expresiones religiosas y en la idea de “democracia” al estilo occidental como verdad incólume, dogma indiscutible, sin tener en cuenta las distintas realidades de los pueblos); los eticismos sin bondad (o proclamaciones de principios y normas éticas desprovistas de ternura, de corazón, vacías de contenido vital e incapaces por tanto de convencer a nadie); los intelectualismos sin sabiduría (ésta no consiste en la mera acumulación de saber sino en la búsqueda y amor por el bien y la verdad). Los idealismos y nominalismos clasifican o definen, pero no convocan. Lo que convoca es la realidad iluminada por la razón y por la fe (que es otro grado o estadio del conocimiento). De otro modo se manipula la verdad. A veces se reduce la política (arte y ciencia de acceder a espacios de poder para el logro del bien común) a la retórica, a las declaraciones vacías de contenido, como un maquillaje de cosmética. Y a veces se importa desde afuera una racionalidad ajena a la cultura propia, en aras de un universalismo uniformante. La realidad, entonces, es superior a la idea, y de esto los cristianos deberíamos poder dar testimonio, en tanto la Palabra se ha encarnado y puesto en práctica. Y no llevar a la práctica la Palabra, es edificar sobre arena, y conduce a un intimismo religioso que suele no dar fruto. Hay sistemas político-económicos descolgados de la realidad, ideologías ajenas a la realidad cultural de determinado pueblo. Hay tensiones sociales in crescendo, entre los que tienen y los más desposeídos, entre los gobernantes y gobernados, entre operadores judiciales y justiciables, entre valores y disvalores, entre moral individual, del consenso y objetiva. Hay posturas pseudo “progresistas”, absolutización de la voluntad individual (justificación de la eutanasia y del aborto), relativismo secularista y secularizante. La idea nos ofrece a veces un “paraíso en la tierra”, al mejor estilo marxista, y la historia demuestra que ello no conduce a la felicidad porque son concepciones que no tienen en cuenta la realidad íntima del alma humana. Hay que mirar la realidad, pero tampoco asumirla a-críticamente sino trabajar para cambiar lo que en ella atente contra la dignidad de la persona humana, como las nuevas formas de explotación del hombre por el hombre: la drogadicción, la trata de personas, la violencia, la inseguridad, el vacío interior, la banalización de lo importante, la precariedad laboral, la pobreza y la corrupción estructurales, el cruel indiferentismo. Son elementos de una realidad cruda, que esclavizan al hombre, pero sabemos que Cristo nos liberó: “Conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres”. ¿Estamos preparados para trabajar en pos de una realidad más fraterna? 5.- El cuarto principio se titula EL TODO ES SUPERIOR A LA PARTE. El PAPA plantea aquí la tensión entre globalización y localización, lo que se ha dado en llamar “glocalización”. Se trata de prestar atención a lo global para no caer en mezquindades cotidianas, pero no perder de vista lo local, que nos hace caminar con los pies sobre la tierra. Se trata de no caer en los extremos. Por un lado, vivir un universalismo abstracto; por el otro, convertirnos en ermitaños localistas, condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de dejarse interpelar por el diferente y el distante y de valorar la belleza que Dios derrama fuera de nuestros propios estrechos límites. El todo es más que la mera suma de las partes. No hay que obsesionarse por cuestiones limitadas y particulares, sino ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos: el bien común, nacional e internacional. Pero hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos. Trabajar en lo pequeño, lo cercano, pero con una perspectiva más amplia. Conservar nuestra peculiaridad pero integrar una comunidad, lo cual no nos anulará sino que recibiremos nuevos estímulos para nuestro propio desarrollo. Lo particular y familiar, sí; pero también la ciudad, la región, la nación. “Ni la esfera global que anula ni la parcialidad aislada que esteriliza”. Esto remite a la totalidad e integralidad del Evangelio, cuya riqueza incorpora a todos. La Buena Noticia es la alegría de un Padre que no quiere que se pierda NINGUNO de sus hijos. Alegría del Buen Pastor que encuentra la oveja perdida y la reintegra a su rebaño. El Evangelio es levadura que fermenta toda la masa y luz que brilla en lo alto iluminando todos los pueblos. El Evangelio no termina de ser Buena Noticia hasta que no es anunciado a todos, hasta que no fecunde y sane todas las dimensiones del hombre. En esta tierra de inmigrantes: ¿estamos preparados para ver al otro, al distinto, al migrante, como sujeto de derechos y poseedor también de una riqueza que nos puede enriquecer? ¿O lo visualizamos como un adversario que nos disputa espacios? Con qué dolor asistimos a expresiones y conductas discriminatorias, renegadora de nuestros orígenes y fomentadoras de la conflictividad social. Al hablar de un TODO no lo hacemos en el sentido marxista o fascista colectivista, con un súper-Estado que ahoga a la persona. Pero tampoco reivindicamos un individualismo acérrimo –en el sentido liberal-capitalista a ultranza- que no tiene en cuenta el conjunto, ni el bien común, ni las diferencias de oportunidades, y en donde la libertad para los más desposeídos es una ficción, cuando no una causa de las desigualdades inicuas. Si el todo es superior a la parte, debemos reflexionar sobre el BIEN COMUN, razón de ser de la comunidad política y deber que incumbe a todos. Decimos con MARITAIN que el criterio para defininirlo es la persona misma, su propia realización integral, porque no apunta al bien de la sociedad en sí en cuanto tal, del todo social, sino el de cada uno de sus miembros. No es la mera existencia de bienes exteriores y objetivos, sino la posibilidad de tener acceso a dichos bienes, por lo que implica un elemento organizativo, un ordenamiento de la sociedad que permita efectivamente el disfrute de dichos bienes por parte de todos. (Sólo pasa a ser bien común lo que es participado por el pueblo). Es la medida de la ETICIDAD de toda forma política, de toda ley. Tiene un eminente carácter histórico y dinámico; por lo que necesita ser reformulado por la comunidad, sobre todo en cuanto implica una escala de valores a la que los miembros de la comunidad nacional aspiran y se comprometen a realizar en común. Cabe la pregunta: ¿Estamos trabajando para el bien común? Valga una referencia a la empresa, agente importante para el bien común, que también se justifica en tanto y en cuanto propende a ese bien común, en tanto y en cuanto vuelca a la sociedad, de la cual se nutre, el fruto de su esfuerzo. La EMPRESA es un conjunto organizado de hombres y de medios económicos, por lo que es de naturaleza mixta, conformando una dualidad compleja, pero se trata sobre todo de una creación humana. El hombre es el origen, el principio de su dinamismo, y su fin. Es una obra del hombre para el hombre. Por lo tanto, participa de los caracteres esenciales de la persona: debe ser racional, inteligente, libre y moral; con sus distintas dimensiones: humana, económica, social, técnica, organizativa y ética. La empresa tiene un fin próximo: la producción de bienes útiles o creación de valores económicos; y un fin último: la obtención de ganancia y la satisfacción de necesidades económicas de la sociedad, sirviendo al bien común. La empresa es una comunidad de trabajo y de vida; y es humanizadora, en tanto debe servir para una mejor realización de la sociedad y de cada persona en todas sus dimensiones. Es una institución económica, política y moral (en tanto es una comunidad que participa de una misión común y de un sistema de valores). Contrariamente a una concepción mecanicista, lo ETICO ES INTRINSECO al concepto mismo de empresa. En su nivel macro, lo ético remite a la responsabilidad social, la cual no es posible fundar en la simple voluntad de sus dirigentes, por lo que habrá que trabajar sobre las condiciones estructurales de las organizaciones económicas. La obligación para con la sociedad surge con evidencia, y está directamente vinculada al deber de procurar el bien común. Esa actitud de servicio y de búsqueda del bien común va más allá del mero humanitarismo, o disposición para la ayuda ante urgencias ocasionales. Es una disponibilidad constante, un estilo que marca no sólo el modo de hacer sino la naturaleza y la razón de ser misma de la empresa. Ello implica proporcionar bienes y servicios auténticamente útiles; crear y mantener puestos de trabajo que permitan el desarrollo personal y familiar; generar y distribuir riqueza de modo equitativo; transformar el medio ambiente (natural y humano) haciéndolo más útil para el desarrollo de la sociedad y de las personas. ¿Estamos educados para esta concepción de empresa?

En fin, hermanos, hemos tratado de desarrollar someramente la “siempre vigente capacidad de estudiar los signos de los tiempos”, como diría PABLO VI en la Eclessiam Suam. Valga como corolario de lo expuesto lo manifestado por el PAPA FRANCISCO: Cada vez que volvemos a la fuente para recuperar la presencia original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de significado para el mundo actual. Alegrémonos siempre, pues, en el Señor. Sepamos decir NO al pesimismo estéril, porque donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección, de Aquél que ha vencido definitivamente al mal y a la muerte. No nos dejemos robar la alegría evangelizadora! No nos dejemos robar la esperanza!

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