El futuro germinado

Por Adan Costa.- Quienes tenemos el privilegio de poder viajar a visitar comunidades originarias de todo el país, como la comunidad qom de Pampa del Indio en la Provincia del Chaco, por citar uno de tantos casos, somos plenamente conscientes que en la tarea se nos entrecruzan sensaciones variopintas, encontradas, a veces amargas, otras tantas de incertidumbre, pero otras de francas esperanzas fundadas. La mañana de jueves ya no era mañana, sino mediodía bien entrado y ardiente, por lo que estábamos trabajando rápido, procurando hacer útil al tiempo, y sobre todo, procurando no molestar ni alterar el momento de la preparación del almuerzo familiar, entrevistando las familias que viven en comunidad, dialogando, a veces entendiéndonos, otras observando, pero siempre aprendiendo. Las dificultades apreciadas son de índole diversa, muchas materiales, pero dos voces proliferan persistentemente con una lengua que sólo se expresa con miradas silenciosas: derecho a las tierras de uso ancestral y necesidad apremiante de flujos sostenidos de agua potable. Sin duda alguna, son estructurales las causas de estas necesidades, y con sus peculiaridades culturales, son de una naturaleza similar a las causas que inciden sobre los sectores populares urbanos del país, tanto que reposan en el signo de la matriz cultural en la que se ha conformado nuestro país desde centurias. A los sectores de poder real jamás se interesaron efectivamente por los derechos de los originarios o de los sectores populares, y, desde siempre, conspiraron en contra de sus posibilidades de organización. La orientación de una política pública nacional, aún con las contradicciones que implica cualquier implementación de una política, pero que en su esencia reconoce la hondura de estas causas, se ha encaminado a reparar y restituir los derechos de las comunidades ancestrales. Pero una década en este sentido no es más que una semilla en un desierto conformado por una matriz de siglos de soslayo cultural. Salimos de esa casa de ladrillo cocido de esas mismas entrañas de tierra, chapas de zinc y paneles de energía solar, con cierta amarga alegría, pero en el espacio de tierra crujiente abierto a nuestros ojos modo de gran patio comunitario nos estaba aguardando la buena nueva del día. Un grupo de niñitos y niñitas qom de entre 4 y 12 años estaba jugando en ese solar comunal. Un juego de niños de esa edad no generaría mayor detenimiento para los ojos de cualquiera. Pero la singularidad no estaba en el hecho de que estaban jugando en sí, sino a lo qué estaban jugando. Se trataba de una bulliciosa y alegre carrera de postas, con envases plásticos usados como objeto de traslado. Un juego de postas, no sólo es un trabajo de equipos. No sólo implica esfuerzo y resistencia física. Implica jugar con la virtud del otro, hacer común el esfuerzo del otro asociado al propio, complementar la destreza de uno y transformarla en colectiva. Extremando la imaginación, hasta podemos pensar que la aquiescencia del individualismo liberal, concentrada en el esfuerzo individual a rajatablas, se pone en cuestión, inconscientemente, con este juego. Es importante el esfuerzo individual pero no se realiza sustantiva y decisivamente, si no es a través de un resultado del colectivo. Una persona no puede ser absolutamente libre si la comunidad en la que vive no lo es. El juego de postas jugado por estos sabios niños qom del Chaco es el germen mismo del futuro. Aún quizá sin darse cuenta, están modelando, con la inapelable fuerza de lo lúdico, el valor de la solidaridad, de lo asociativo, del esfuerzo comunitario, y más que ninguna otra cosa, se están preparando las bases de la organización popular. Que se corra la voz. Hagámoslo conocer.

Apostillas forjadas al calor de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de Pueblos y Comunidades Originaras, Provincia de Chaco, mes de octubre de 2.014.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *