El legado de Zazpe a 40 años de su muerte

Se trata del editorial del programa “Sábado 100” por radio El Espectador (FM 100,1) de Rafaela. Fue un hombre de las bienaventuranzas: pobre, manso, sufrido, misericordioso, pacífico, de corazón recto, hambriento de paz y justicia, perseguido como Jesús.

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Por Emilio Grande (h.).- El 24 de enero último se cumplieron 40 años de la muerte de Vicente Faustino Zazpe, quien fuera el primer obispo de la diócesis de Rafaela, arzobispo de Santa Fe y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Cuando asumió la Diócesis, el 12 de octubre de 1961 Zazpe expresó: «A todo este mundo complejo, dinámico, vivo, le falta razón para ser armonía, justicia y paz. No tiene a Dios en su fondo. Por eso no tiene paz en su superficie. El problema religioso es el problema de los problemas. Por eso queridos hijos de la diócesis de Rafaela, la llegada de vuestro primer obispo es la actualización del eterno problema religioso. Dios presente o Dios ausente».

Participó activamente en Roma del Concilio Vaticano II, en el que se trató los instrumentos de la comunicación social, haciendo Zazpe una advertencia: «El Concilio debe hablar no tanto para los católicos sino para los no católicos, que son gran parte de la humanidad y aunque no como madre, al menos como maestra a menudo quieren reconocerla».

Luego de 7 años en Rafaela, fue designado obispo coadjutor de la Arquidiócesis de Santa Fe. Zazpe escribió desde el evangelio sobre temas sociales, económicos, políticos y culturales en sus recordadas charlas dominicales «Habla el Arzobispo» a través de las emisiones radiales y televisivas de la capital provincial. El 6 de abril de 1975 dijo: «Si la encarnación se hubiese realizado en esta época, el evangelio tendría el palpitante interés de los acontecimientos periodísticos y de los noticieros televisivos. Sería otro rodaje, pero idéntico el contenido, idénticas las exigencias, idéntica la luz».

En 1977 Zazpe escribió el libro «Si un niño no hubiera nacido…» durante la última dictadura militar: «Como en otras etapas de nuestra historia, llegaremos -aunque sangrando- a cubrir las heridas de la división y la enemistad, pero si no llegamos a una profunda comunión nacional, no habremos recorrido los espacios más específicos de la reconciliación cristiana».

El mensaje de Zazpe fue profético en aquel período de tinieblas del país y lo sigue siendo hoy en esta difícil y compleja coyuntura nacional, en el que la violencia verbal y física es parte de la vida cotidiana. Seguimos con los desencuentros entre los argentinos porque priman los intereses sectoriales por encima del bien común.

El sábado pasado fue entrevistado en este programa el sacerdote Jorge Montini, expresando que “hoy uno lee sus escritos y ve una tremenda actualidad porque tenía un don de ser profeta, iluminaba el presente que le tocaba vivir, pero también sigue iluminando nuestro presente”. En 2015 escribió el libro «Vicente Zazpe: el corazón de un pastor» (2º edición), donde se sospecha un posible envenenamiento: en la pileta de natación y en una comida.

Al cumplirse 25 años de su muerte, el entonces cardenal Jorge Bergoglio presidió la misa en la Catedral Metropolitana, destacando su figura: «Él se aferró al evangelio, se aferró a las bienaventuranzas. Como dijo alguien de él, cuando muchos miedosos que buscaban contemporizar callaban, él habló. Y cuando esos mismos, pasado el peligro se animaron a hablar, él calló: ¡profeta! Y nunca habló desde la política, nunca desde la coyuntura social sino desde el evangelio, iluminando la situación social, iluminando la injusticia que se vivía en cualquier tipo de mesianismo. Zazpe era así: un trabajador del reino».

Alentados por la mencionada homilía de Bergoglio, el periodista José Ignacio López -ex vocero del presidente Raúl Alfonsín-, laicos de Rafaela, Santa Fe, Buenos Aires, sacerdotes, el obispo de Rafaela (Pedro Torres) y el arzobispo de Santa Fe (Sergio Fenoy), están propiciando el inicio de la causa de canonización de Zazpe.

A decir verdad, Zazpe fue un hombre de las bienaventuranzas: pobre, manso, sufrido, misericordioso, pacífico, de corazón recto, hambriento de paz y justicia, perseguido como Jesús. Su personalidad fue muy valorada en muchos pasajes de la investigación «La verdad los hará libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983».

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