Democracia y política exterior en los años 80

La política exterior de Raúl Alfonsín desarrolló varias iniciativas que demostraban el compromiso por la paz y el desarme mundial. La relación con Brasil.

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Por Virgilio Jiménez Grotter.- Hace cuatro décadas retornaba la democracia en la República Argentina. La coyuntura se presentaba compleja para el nuevo Gobierno porque existían múltiples condicionamientos tanto en el ámbito doméstico como en el internacional. En lo referente a las relaciones internacionales, se tornaba imprescindible reinsertar al país en el mundo luego de siete años del denominado Proceso de Reorganización Nacional, que llevó al país al aislamiento internacional junto a un gran desprestigio ante el concierto de naciones.
La nóvel democracia tenía que relacionarse con gobiernos dictatoriales siendo que la mayoría de los países de la región (Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia y Paraguay) continuaban conducidas por este tipo de regímenes. Además, estas gestiones gubernamentales observaban con desconfianza y temor el inédito proceso judicial que se había abierto en el país por las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar.
La política exterior de Raúl Alfonsín desarrolló varias iniciativas que demostraban el compromiso por la paz y el desarme mundial. Un pilar fundamental del nuevo gobierno argentino era el terminar con las hipótesis de conflicto con los países de la región, siendo Chile una de ellas. El proceso de paz con ese país culminó con la firma del Tratado de Paz y Amistad con Chile en 1984 y logró así poner fin al conflicto por el Canal de Beagle, que en 1978 casi lleva a una guerra a ambas naciones, luego de que el gobierno militar argentino declaró la nulidad del laudo arbitral.
Otro ejemplo de vocación pacifista y apego a la democracia fue la posición asumida por el gobierno de Alfonsín en el conflicto de América Central. El Presidente percibía que la única alternativa para lo que estaba ocurriendo allí era una solución democrática y pluralista, desechando el uso de la fuerza, diferenciándose del presidente de los EE. UU. Ronald Reagan que era partidario de usar las armas para neutralizar el peligro comunista en aquella zona. El jefe de Estado radical estaba convencido de que las causas de la crisis eran políticas y sociales y no necesariamente derivaban del enfrentamiento Este-Oeste.
Otra de las hipótesis de conflicto era Brasil. En relación a este país un capítulo interesante y poco conocido de la política exterior argentina es el referido al acercamiento nuclear entre la Argentina y Brasil. Las jóvenes democracias enfrentaban un obstáculo considerable impuesto por los gobiernos de facto: la sospecha mutua de que se disputaban una carrera por poseer un arma atómica. La cuestión era grave porque afectaba la relación bilateral y la seguridad internacional, siendo comparada con otras rivalidades como la de India-Paquistán.
A través de una hábil diplomacia presidencial, Raúl Alfonsín y José Sarney lograron terminar con la carrera nuclear en la región, dando comienzo a un profundo proceso de cooperación. Así, se logró dar un paso fundamental en la construcción de la confianza mutua con el vecino país. Merece destacarse la iniciativa que tomó el presidente Alfonsín, que junto con el equipo técnico de Cancillería invitaron formalmente a sus pares brasileños a visitar la planta de reprocesamiento de uranio de Pilcaniyeu, próxima a la ciudad de Bariloche. Las plantas nucleares de ambos países fueron durante toda su historia un elemento sumamente delicado y hermético ya que ninguna estaba sujeta a salvaguardias o programas nucleares internacionales.
A esta iniciativa de Alfonsín le siguió un año después, en 1988, una acción similar por parte del mandatario de Brasil. En este caso Alfonsín fue invitado a conocer la planta de enriquecimiento de uranio de Ipero, en Aramar. Esto fue un hito en la relación bilateral y un caso único a nivel mundial, siendo estos encuentros fundamentales para fortalecer la confianza entre las partes, dejando atrás un pasado de rivalidades y especulaciones en un área tan sensible para la política exterior como es lo relacionado a la energía nuclear.
La tecnología nuclear presenta como característica el ser dual, pudiendo ser utilizada para fines pacíficos como para fines militares. Además, en el campo energético se presentaba como una alternativa al combustible fósil. El desarrollo de la energía atómica para los países que cuentan con este recurso se identifica con el “Hard Power”, es decir con los temas de la alta política -aquellos vinculados a la seguridad nacional de los Estados-. Se trata de un concepto que en Relaciones Internacionales se utiliza para explicar las relaciones de poder basado en medios militares y económicos principalmente.
El acercamiento entre Argentina y Brasil que terminó con la carrera nuclear y le dio un giro de 180 grados a la relación bilateral constituyó una auténtica política de Estado -una verdadera excepción al fracaso de las políticas de Estado en nuestro país- ya que en 1991 los presidentes Menem y Fernando Collor de Mello dieron continuidad a lo realizado por Alfonsín y Sarney al crearse la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC), organismo internacional de carácter técnico por el cual expertos argentinos inspeccionaban las actividades nucleares brasileras y viceversa.
Estos logros en el ámbito de la seguridad regional e internacional permitieron avanzar hacia lo que sería la otra gran política de Estado de la Argentina, la integración regional, que comenzó con la Declaración de Foz de Iguazú en 1985 y culminó con la firma del Tratado de Asunción de 1991 dando origen al Mercado Común del Sur (Mercosur) -dicha declaración se considera el embrión de ese acuerdo multilateral-, cuyos firmantes originarios fueron Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
En palabras del diplomático argentino, Maximiliano Gregorio-Cernadas, la política de seguridad externa de Alfonsín resultó decisiva para la concreción del Mercosur.

El autor es licenciado en Relaciones Interacionales, docente en la UCSE DAR y la UCSF. Fuente: https://diariolaopinion.com.ar/

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