Clima mundial sombrío

Por José Luis Lezama.- Visto a través de los ojos del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), el mundo se acerca a la catástrofe. El Quinto Informe sobre el clima planetario del IPCC, particularmente de su Grupo II presentado el lunes en Yokohama, retoma el lenguaje de fin de mundo de su Primer Informe de 1990, rememorando también el tono dramático de inicios de los años setenta, cuando la recién descubierta crisis ambiental era vista como un problema de sobrevivencia planetaria. Existen razones para explicar esta emotividad. Tiene que ver con la necesidad de generar conciencia sobre un problema difícil de asimilar. No es natural ni mecánica la asociación, por ejemplo, entre medio ambiente y bienestar. Se han requerido de rigurosos estudios para entender esta relación y para traducirla en demandas reivindicatorias. Existe un problema adicional. No es siempre la magnitud y la gravedad del daño ambiental lo que genera la conciencia. A veces los problemas ambientales y la protesta marchan por caminos separados. Por ejemplo, hay ciudades y países con severos problemas en donde no existe conciencia y la protesta ambiental es casi nula. Por el contrario, otros países con menos daño ambiental presentan un mayor grado de conciencia y protesta. La ciudad de México es un caso paradigmático de esto. La contaminación del aire, para mencionar sólo un caso, es de las más graves del mundo, con emisiones de sustancias tóxicas anuales a la atmósfera de alrededor de 3 millones de toneladas, lo cual repercute en la economía y salud de la población; la protesta ambiental no obstante es mínima. Gracias a China, que ha producido a las 10 ciudades más contaminadas de toda la historia humana, la ciudad de México ya no está entre las 5 más contaminadas del mundo. Finalmente, algunos problemas ambientales no se perciben a simple vista, dificultando la generación de conciencia; requieren la mediación de los expertos, quienes a través de fórmulas y complejos modelos nos dan cuenta de su existencia; tales son los casos del cambio climático y de la destrucción de la capa de ozono. Por ello, una de las estrategias del movimiento ambiental para generar conciencia a lo largo de su historia ha sido la dramatización de los problemas ambientales, su teatralización: activistas que se encadenan a los árboles para evitar la construcción de carreteras; señoras en el Reino Unido lanzándose contra los camiones que transportan animales en condiciones de hacinamiento; grupos colgando mantas contra el maíz transgénico en el Ángel de la Independencia en oposición a los organismos genéticamente modificados, etcétera. Es tal vez la severidad de la devastación del sistema que soporta la vida humana y no humana, y la falta de compromiso en el combate al cambio climático de los gobiernos, tanto de los países ricos como de los pobres, los primeros para no perder competitividad en los mercados, y los segundos con el dudoso argumento de su búsqueda del desarrollo y bienestar para sus pueblos, lo que explica el dejo angustioso con el que los científicos presentan sus hallazgos, con un dramatismo similar al de los activistas verdes. No es para menos; nadie, ningún gobierno, tanto del mundo desarrollado como del no desarrollado, está dispuesto a adquirir compromisos que ponga en riesgo sus mercados o su derecho al desarrollo y al bienestar. A pesar de 5 Reportes del IPCC, de la firma del Protocolo de Kioto y de 19 cumbres climáticas (COP), las emisiones de carbono subieron en un 60 por ciento desde 1990, fecha del Primer Informe del IPCC. Los hallazgos del Quinto Informe parecen contundentes; son el resultado de 3 años de trabajo de 300 científicos, de la revisión de más de 12 mil artículos especializados, todo contenido en 2600 páginas y 32 volúmenes. El cambio climático, de acuerdo al IPCC, ya está teniendo efectos en tiempo real, y se expresa en el derretimiento de los hielos polares, en el exterminio de los arrecifes de corales, en lluvias intensas, en megadesastres. El énfasis está puesto ahora en la amenaza para la reserva mundial de alimentos, para la seguridad alimentaria. Los más vulnerables son los más pobres, los más marginados. Se añade también el efecto devastador de la interacción de lo ambiental con las crisis económicas y con la creciente desigualdad social. El mensaje final del IPCC: nadie, ninguna persona, ninguna región, ningún país del mundo está a salvo: todos son susceptibles a la catástrofe.

Fuente: diario La Reforma de México, 5 de abril de 2014. Colaboración de Carlos Galano. El autor es doctor, profesor e investigador mexicano, director del Seminario Interdisciplinario sobre Estudio Ambientales y del Desarrollo Sustentable. www.joseluislezama.com.

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