2 de abril de 2015: actualidad y memoria

Por Rodolfo Zehnder.- Otro aniversario del intento de recuperación de Malvinas motiva estas reflexiones. El Reino Unido se ha ocupado en recordarlo anunciando un refuerzo de las defensas de la fortaleza (ya de por sí exagerada) instalada en las islas, bajo pretexto (rayano en lo absurdo) de un aumento del peligro que representaría la presunta compra de armamento de Argentina a Rusia. Si esto último es realmente incorrecto (Argentina no está en condiciones de adquirir ningún armamento moderno, y menos a Rusia) el peligro que representaría Argentina para los malvinenses en el sentido de otro intento de recuperación por la fuerza, es francamente impensable. De modo que la lectura que debe hacerse de esta ofensiva británica, es en primer lugar que buscó brindar un nuevo mensaje de apoyo a los malvinenses, y en segundo lugar un justificativo para el aumento de gastos de defensa, si es que se concreta el pregonado incremento de fortificación de las islas. Por nuestra parte, lejos estamos de intentar una recuperación por la fuerza. Y ello por dos motivos: uno legal, y otro práctico. Jurídicamente, tenemos un escollo por lo establecido en la disposición transitoria primera de la Constitución Nacional reformada en 1994, al decir: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes… La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de visa de su habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”. Esta cláusula constitucional sólo podría ser modificada por una Convención Nacional Constituyente. El anuncio ante el mundo y compromiso es claro: Argentina renuncia solemnemente al uso de la fuerza para recuperar sus territorios, pues no otra cosa cabe interpretar al hacer referencia a los principios del Derecho Internacional, uno de los cuales es básico y primordial: la solución pacífica de los conflictos. De modo que tal renuncia, aunque de indudable valor político, es sobreabundante, en tanto se encuentra comprendida en expresas disposiciones de la Carta Magna de Naciones Unidad (conf. Art. 2 inc. 3.: “Los Miembros de la Organización arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacionales ni la justicia.” La razón de índole práctica es el estado de indefensión en la que se encuentra nuestro país, en tanto sus Fuerzas Armadas, considerablemente disminuidas luego de la guerra por Malvinas, carecen de poder de fuego y de organización como para afrontar situaciones bélicas, no sólo contra el Reino Unido y por Malvinas, sino prácticamente respecto de cualquier otro país. Ello así, en virtud de la política desarrollada por todos los gobiernos constitucionales que siguieron al último gobierno de facto, de prácticamente “desarmar” a las fuerzas armadas, bajo el eufemismo de “modernizar”, modernización que nunca llegó. La idea que inspiró esta actitud fue la de ausencia de conflictos en nuestra frontera, concepción discutible y realmente ingenua, pero que sostuvieron todos los gobiernos democráticos a partir de Alfonsín, incluyendo el actual, sin debate alguno por quienes tenían la obligación de debatirlo. De modo que este 2 de abril nos encuentra en una situación de status quo, que sólo favorece la posición del Reino Unido. No hay prácticamente canales de comunicación, ni negociación bilateral en marcha, ni cambio de postura alguna por parte del gobierno inglés y malvinense. La política del actual gobierno argentino sigue siendo la inaugurada por el kirchnerismo: gran ofensiva diplomática en los distintos foros mundiales, como elemento de presión, y confrontación con los intereses británicos a través de declaraciones y disposiciones normativas tendientes a dificultar la eventual explotación de los recursos pesqueros y mineros sin la apoyatura argentina. Si poco o nada se ha logrado a través de esta política, justo es reconocer que nada asegura que un cambio conduciría al éxito, ni mucho menos. Vale recordar que la política de acercamiento con los malvinenses ya fue intentada en la década menemista, también sin resultado alguno. No parece improcedente, por tanto, y no es tan poca cosa como algunos lo pretenden calificar, pensar que la presión internacional para acabar con todas las formas de colonialismo (política ésta de cada vez mayor aceptación) pueda eventualmente dar frutos, en tiempo y forma eso sí absolutamente impredecibles. Una cosa es clara: los pueblos no se alimentan sólo de avances económicos, sino también de sueños e ilusiones, de emociones y deseos a duras penas reprimidos. Malvinas constituye todo eso, y por eso la recordación en un día de hoy cobra vuelo, entidad y renovada actualidad.

El autor integra el Centro de Estudios Internacionales de la UCSE Departamento Académico Rafaela y Observatorio Malvinas.

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