Un don de Dios a la Iglesia y el mundo

En sus gestos y palabras se mostró como un padre cercano de sus hijos de la diócesis de Roma, les pidió su oración para su ministerio y después los bendijo en el nombre de Dios. Va mostrando una originalidad en sus gestos y palabras que conmueve y atrae hacia la persona de Jesús Buen Pastor de su pueblo.

Por Antonio Grande (Roma)

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ROMA (Por Antonio Grande).- La buena noticia de la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, como Papa, Francisco I como él ha elegido llamarse, conmovió a muchas personas no sólo en nuestro país y en América, sino en diversas latitudes. Encontrándome en Roma por el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina, en este tiempo providencial y de gran esperanza, pude comprobar el interés por conocer la persona, el estilo, la enseñanza y el modo de proceder del nuevo Papa. Soy testigo de la alegría y del afecto hacia nuestra comunidad argentina en Roma de tantos hermanos, desde nuestra querida diócesis de Rafaela, como de algunos italianos, españoles y latinoamericanos con quienes cultivamos algunos vínculos en este tiempo. Por la responsabilidad que se me ha confiado, tuve que atender y responder en estas pocas y vertiginosas horas, al pedido de una entrevista por parte de algunos medios televisivos, radiales y escritos italianos y de otros países europeos. Por eso, ahora, ante el pedido de escribir algunas líneas iniciales sobre el tema, me animo a compartirles algunas percepciones iniciales con el riesgo de no ser tan reflexionadas. Que el cardenal Jorge Bergoglio sea el nuevo papa Francisco I es “un don de Dios desde la Iglesia en la Argentina a toda la Iglesia y al mundo”. Estoy convencido que, en medio de las diversas mediaciones de la Iglesia para la elección de un Papa, es el Espíritu Santo quien interviene donando su elección y su ministerio para la misión evangelizadora de la Iglesia en este tiempo de la historia y del mundo. El elegido Santo Padre lleva a su servicio de obispo de Roma y, desde esta diócesis madre, la tarea de presidir a todas las Iglesias en la caridad, su experiencia creyente de pastor en la Argentina. Su propio testimonio evangélico cotidiano de oración, estudio y vida de hombre sencillo que recibe a quienes se le acercan y sabe ir al encuentro de los enfermos, de los pobres y de los marginados de la vida comunitaria. Su sabiduría en el aportar a la comunión eclesial, desde la experiencia del diálogo y de la corresponsabilidad pastoral en la comunidad de los fieles, y en la relación con las expresiones de otras agrupaciones religiosas, y su servicio para la amistad social de los argentinos. Su presencia silenciosa y laboriosa fue relevante en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil, en 2007. Su documento sigue siendo un texto inspirador para nuestras Iglesias y su misión continental en el camino de nueva evangelización. En su primera manifestación en la Plaza San Pedro, el papa Francisco I reconoció el gran servicio evangelizador del papa emérito Benedicto XVI y guió una oración por su persona. Va a ser un profundizador de su legado espiritual y doctrinal. En sus gestos y palabras se mostró como un padre cercano de sus hijos de la diócesis de Roma, les pidió su oración para su ministerio y después los bendijo en el nombre de Dios. Va mostrando una originalidad en sus gestos y palabras que conmueve y atrae hacia la persona de Jesús Buen Pastor de su pueblo.

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