Tierra de sombras y murmullos

Se trata de una antología literaria 2021 de Susana Merke.

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Por Liana Friedrich.- No terminamos aún de paladear el sabor amargo y atormentado de la sangre derramada por aquellos héroes anónimos, pero inolvidables de nuestra cuña boscosa, quienes protagonizaran su novela «El Elegido», el paladín legendario encargado de vengar su injusto destino, cuando Susana Merke nos sorprende con el advenimiento de una antología narrativa, cuyo Prólogo constituye un verdadero homenaje al valor de las palabras, desde su origen sagrado y misterioso, hasta el poder creador del «decir», generador de seres y sentimientos: «Encierran un movimiento interior (…) con la P nombramos el pecado, con la A al abandono, con la L al llanto, con la A la angustia, con la B la brutalidad, con la R el rencor, con la A la amargura, y con la S la soledad». Aunque casi al finalizar el umbral, que nos conducirá directamente a la antología, (cuyos textos fueran escogidos respetando una unidad temática), reconoce que la palabra constituye el «Privilegio de los humanos (…) para construir con la P perdón, con la A armonía, con la L lealtad, con la A amistad, con la B benevolencia, con la R respeto, con la A amabilidad, con la S sabiduría».
«Mira, mira, perfumados de trébol y artemisa, ciñendo sus vivos arroyos estrechos los países del Aisne y del Oise». («Sobre la lectura», breve ensayo de Marcel Proust)
Este fragmento encierra la esencia del acto de leer. Con cada texto, todo escritor parece querer decirnos: «mira, mira, esto es lo que te muestro, pero detrás hay mucho más; ¡aprende a ver!». Entonces nos damos cuenta de que estamos solos ante el umbral de algo nuevo, de una recién descubierta e incompleta «vida literaria». Por eso la autora nos invita a avanzar a través de sus narraciones para lograr sumergirnos en diversas historias de vida («más cercanas a la realidad que a la invención»). Pero la vida no puede entenderse en el mismo instante que es vivida, sino a través del recuerdo, de la evocación: es el modo como logramos la correcta apreciación de las cosas; es decir que reinterpretamos los hechos, aunque sea de manera subconsciente. Dichas historias ficcionadas aparecen agrupadas en tres partes: «Huellas y rostros», donde justamente convoca seres, objetos e imágenes de un pasado ora más cercano, ora más lejano al momento actual, por eso en «La vida nos regala encuentros» Susana Merke confía: … «caminé por otros tiempos, recorrí lejanas tierras» …, de la mano de seres queridos que ya partieron de este mundo, pero regalándonos un cúmulo de experiencias, donde resurge con fuerza la inmigración, temática nodal de su novela «Las voces del pasado no mueren». Pero algunos regresaron, cumpliendo con lo pactado: «Padre nuestro del cielo y la tierra, se consolaron con recorrer el camino inverso para recoger las huellas de la partida». En «Todos somos migrantes», juega con la tipografía (forma) para comunicar sus pensamientos (contenido) de distintas maneras: el soliloquio, que se presenta en la cursiva, y el diálogo, en letras normalizadas, con sus interlocutores: los «migrantes» mismos. En «Tu linaje es mi historia», con tono elegíaco, la prosa se tiñe de poesía, para rememorar los ecos del pasado, que dejaran huellas indelebles sobre la noble esencia de la madera, mientras que en «Infancia de pueblo chico», quizás es la misma autora, quien evoca días gloriosos de la niñez en la cercana localidad de Susana. Con melancolía y amargura, concluye «Perdimos valores para sumar objetos (…) mientras la vida se nos va como puede y no como anhelamos vivirla en los sueños de la niñez». Pero tampoco faltan los fantasmas «Entre susurros y lamentos». Existe una forma de evadir la realidad, y honrar la libertad, a través de una mansa locura, como la del «Loco Pancho», acosado por los tormentos de una guerra absurda (… como todas). Hace un tiempo, en una revista local, un artículo llamó mi atención: «Susana», la madre de las cosechadoras»; efectivamente: la primera cosechadora del país tuvo origen en dicha localidad, en el año 1917, hecho que rescata S. Merke en «Sólo un hombre y mil huelas en el camino», aseverando con tono elegíaco, «Los tiempos buenos se esfumaron con la partida de don Miguel». Pero es capaz de trasladar, desde esta extensa llanura gringa, su mirada narradora, y posarla en «Un paisaje disimulado en el tiempo (que) enmarca la belleza de la Pampa de Olaen, en las sierras cordobesas», donde a causa de un hecho luctuoso fueron «Las campanas silenciadas»: tal vez por eso la localidad de Characato fuera denominada la «Villa del silencio».
Roland Barthes considera que la literatura está conformada por letras que hay que juntar, es decir, que hay que ir leyendo para que el mundo cambie, se transforme, y en consecuencia, para que a cada uno de nosotros, los lectores, le suceda algo inesperado. Porque escribir es una tarea de exploración de lo no dicho, es un continuo ir y venir, del corazón de lo íntimo a los asuntos de la vida cotidiana. Y ésa es la notable capacidad que ostenta Susana Merke, quien es capaz de captar hechos y lugares de la vida real, para ficcionarlos y convertirlos en materia narratológica plena de intriga y emoción. Así es como abordamos la 2ª parte de la antología: «Voces y silencios», donde se atreve a contar aquellos sucesos ahogados en llanto, ésos que fueron acallados en esta «Tierra de sombras y murmullos» … Pero a veces, los protagonistas de sus historias son objetos, a los que reviste de un animismo especial que los humaniza, hasta el punto de otorgarles personalidad, memoria y sentimientos, por ejemplo, en el cuento «Una noche, Una noche… oscura y triste». Otras veces, como en «Colorear un retrato para no morir, es justamente un retrato el que adquiere protagonismo, pero como mudo testigo de hechos que como flashes retrospectivos se suceden entre etapas de rebeldías y transformaciones. El espejo, con su poder mágico y su esencia mítica, también «cobra vida» en su discurso de reflexión conjetural «Cuando el espejo se rompe…» Hay relatos («Cobarde soledad» o «El amor duele»), donde el horror tiñe de sangre el pathos atormentado de las emociones. Pero estos hechos luctuosos suelen tener arraigo en situaciones de la vida real, como verdaderas crónicas policiales ficcionadas: el caso de «El otoño se cubrió de sangre», que narra el triple crimen acaecido en Estación Clucellas» (marzo de 1940), cuando una familia fue brutalmente masacrada, por el hijo mayor, de 21 años, cegado por la codicia.
Susana Merke es una narradora de lo menudo, que inspecciona la realidad con mirada de espía, buscando los detalles, los más ocultos secretos, las frases francas, detrás de las que adivina luces y sombras, gritos y murmullos… Ser escritor es volverse todo ojos y todo oídos, olvidarse del yo, con el objeto de construir otros mundos posibles, gracias al indiscutible don de la palabra. Es así como los lectores arribamos a «Un mausoleo para Dante en la otra orilla», al incursionar en la 3ª y última parte de su libro, denominada con justeza «Presencias y olvidos». En este primer cuento, rescata la legendaria historia del «Palacio Barolo», cuyo arquitecto, Mario Palanti, se inspiró en los versos de la Divina Comedia de Dante Alighieri, para diseñarlo, ya que su comitente, Luis Barolo, pretendía traer a la Argentina las cenizas del máximo escritor italiano, para preservarlas de una Europa en guerra…Pero no le bastó iluminar con su faro el río «Argento», también construyeron en la otra orilla un mellizo: el «Palacio Salvo». Estos hechos entretejen la trama narrativa, con la pertenencia del gran vate a una logia masónica, fundada por los Templarios, cuya simbología esotérica atraviesa la historia del inconfundible edificio de la Avenida de Mayo, y a la vez intenta explicar la trágica determinación tomada por su gestor… Aunque también Merke se inspira en lugares o personajes emblemáticos que ha conocido por diversas circunstancias: gracias a los saberes aquilatados a través de su profesión hace gala de su gran conocimiento literario en «Se abre el juego. ¿Quién se atreve?», donde en un anacrónico diálogo entre dos grandes figuras de las letras: Julio Cortázar, con su «castellano dulce y afrancesado», y Francisco de Quevedo, «con su lengua culta del siglo XVII», repasa hitos, estilos y figuras de la literatura universal. Hay textos que como «Impresiones de viajes» o «Por las tierras de la Mancha», atesoran recuerdos de lugares y circunstancias mágicamente ficcionados, mediante una crónica poética que enamora; también los hay a manera de entrevista transida de emoción, en «Gitanilla. Gitanilla… entre el cielo y el infierno», pero también basados en hechos históricos devenidos en leyenda, como el caso de la enfermedad de Huntington (vulgarmente, «mal de San Vito») que se apoderara de un grupo de personas para «Bailar hasta morir».
Dos cosas bien claras extraemos de las páginas de esta deliciosa Antología de Susana Merke: por un lado, resulta evidente su profundo amor por la literatura, pero además, nos percatamos de que la lectura es un acto que continúa la labor del escritor una vez finalizada su obra: por eso cerramos este libro con deseos de leer más… como cuando disfrutamos de una exquisita comida, pero lamentablemente… ya no queda más en el plato. ¡Felicitaciones y éxitos a esta consumada narradora!

La autora es profesora y escritora rafaelina.

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