Sensaciones y sentimientos: cambios y actitudes para el nuevo año

Por Hugo Borgna.- Es muy posible que lo haya hecho Mafalda.
Alguna vez, para curarlo, le puso curitas al globo terráqueo, y bien pudo haber establecido una pausa en las observaciones sobre los cambios y promesas para el año a punto de comenzar. Aquí también lo hicimos, esperando hasta este día del bien avanzado enero para ver el resultado -y sin excusas para nadie- si no cumplieron lo prometido.
La cuestión a conocer era ver cuál era el destino, ya al comienzo de este año, de esos objetivos para tener una vida mejor, o más organizada por lo menos, o tal vez apenas un poco distinta.
Como por lo general esas promesas solo son conocidas por los grupos familiares y o solamente por cada interesado, no se puede hacer una estimación más o menos acertada de los resultados.
¿A qué refieren esas promesas, objetivos o pretensiones?
Vamos a poner ejemplos de situaciones futuras buscadas o deseables. Bien podría ser dejar de fumar, con las derivaciones colaterales previsibles y el fuerte apoyo de la familia. Otra, consumir menos productos con masa o dulce, con la alternativa de usar los livianos o ligeros. También, para la gente con carácter “difícil”, ser más comprensiva con sus semejantes, con las colateralidades que bien pueden ser dejar de tratar a los fácilmente irritables como ellos.
Seguramente lo recién nombrado es incomprobable y de dudosa precisión, por ser de la intimidad familiar, pero hay otras que son decididamente públicas. Como las actitudes dentro o montados en vehículos: lo que se conoce, sintética y rápidamente definida, como “tránsito”.
Surge de percibir diariamente que los automovilistas no ceden el paso en los cruces para peatones (las creadas y pintadas a esos fines, estáticas y perentorias “cebras”). Igualmente lo hacen los motociclistas, pero no apuntaremos hoy tanto a ellos en este texto, porque el riesgo más voluminoso es proporcionado por automóviles. Concretamente la acción a criticar es que no disminuyen la velocidad y, más aun, no frenan cuando los caminadores ya están en clara zona de cebra, manteniendo la velocidad que llevaban a la salida de la esquina anterior. Y se sabe, casi históricamente, que la prioridad en los cruces corresponde a los caminantes y, si se los consideraran vehículos, tendrían además a su favor la prioridad por haber llegado antes al cruce.
Un trascendido confidencial nos dijo que los conductores de autos (que hasta hace poco se imponían a los peatones en las cebras, acelerando desde más de 50 metros antes del cruce, incluso cuando los caminadores estaban a pocos pasos de la otra vereda), habían prometido a fines del año superado devolver a los caminantes ese derecho tan lógico y sano.
Hemos salido a la calle -no ya desconcertados porque era una de las posibilidades- y registramos que todo sigue igual en lo que hace a la relación entre automovilistas y caminadores: la competencia desigual, perdida desde antes  de que decidan el cruce los que circulan en pies, sigue a favor de automovilistas y andantes con moto.
En este momento percibimos que algo o alguien nos avisa que no sigamos adelante porque…
¡Ah… pero los vehículos!
Esa voz nos dice perentoriamente que ningún conductor de vehículos ha hecho ningún propósito de cambio de actitud a partir desde el 2022.
No corresponde entonces hacerles reclamos -a ese solo efecto- y sí, en cambio, frenar nuestro andar en la idea de que avance sobre ruedas el propósito de que sean respetados como tales los peatones, cuando intentan, un poco esperanzados, llegar al mundo que conocieron alguna vez.
El que lejano y remoto, sigue en la vereda de enfrente.

Fuente: https://diariolaopinion.com.ar/

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