Qué dicen los primeros días del presidente electo

Milei está optando por personas con probada aptitud para la función pública; no es una noticia menor, y es, más bien, una demostración de que es consciente de sus propias limitaciones.

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Por Joaquín Morales Solá.- Un pronóstico recurrente de las últimas horas señala que el camino que recorrerán los argentinos en los primeros meses del gobierno de Javier Milei será difícil. La pregunta que surge espontánea refiere a la situación actual: ¿es fácil ahora, acaso? ¿O no es peor la pésima incertidumbre que viven? ¿No provoca más inestabilidad una crisis sin perspectiva de solución a la vista, como la actual? El mundo recibió con muy alta repercusión la victoria de Milei porque generalmente llaman la atención los líderes antisistema, a los que en muchos lugares del planeta catalogan de estandartes de la extrema derecha. Si embargo, es improbable que a más de la mitad de los votantes argentinos se les haya ocurrido de pronto militar en la extrema derecha. Debería provocar más sorpresa el revolcón electoral que un novato líder político, sin estructura y casi sin dirigentes, le dio al supuestamente imbatible peronismo unido. “Todo el peronismo unido perdió frente a dos personas con dos celulares”, señaló un dirigente de Juntos por el Cambio. Fue derrotado de mala manera el Gobierno, y esa es la conclusión más objetiva posible. Milei es, inclusive, un economista que suele hablar con el lenguaje de los académicos de las ciencias exactas; es decir, muy pocos lo entienden. ¿Cree alguien que más de la mitad de los argentinos se aferró a la escuela austriaca de la economía? ¿Es creíble que esa cantidad enorme de ciudadanos confió de pronto en el libre mercado y decidió cuestionar intelectualmente tanto al marxismo como a las políticas keynesiana y monetarista? ¿Eso sucedió entre los jóvenes pobres del conurbano? Imposible. Conviene que la dirigencia política clásica tenga en cuenta la dimensión de la victoria de Milei porque les podrían hacer más fáciles sus primeros meses al frente de la administración, aunque el desquicio económico que dejarán Alberto Fernández y Sergio Massa requerirá de una urgente intervención quirúrgica. Milei ya anticipó que ni siquiera tiene derecho a pensar en la opción entre gradualismo y shock; el tamaño de la crisis le impone el shock. Ese diagnóstico fue compartido por el expresidente Mauricio Macri, quien aseguró públicamente que Milei nunca le mintió. El expresidente, que no esconde su sorpresa ante un político que no miente, contó que sus diálogos frecuentes con Milei se dieron después de la primera vuelta electoral, hace un mes. “Lo que decían antes no era cierto. Antes del 22 de octubre hablé personalmente con Milei dos veces y conversé por teléfono tres o cuatro veces. Nada más”, precisó.

En porcentaje de votos a favor, Milei superó el que alcanzó Cristina Kirchner en 2011. Milei obtuvo el domingo el 55,69 por ciento de los votos. La actual vicepresidenta cosechó en su mejor elección, cuando era una viuda reciente y sus oposición se presentó dividida (Hermes Binner y Ricardo Alfonsín con listas separadas), el 54,11 por ciento. También batió a casi todos sus antecesores en la diferencia de votos entre el primero y el segundo, con la sola excepción de Cristina Kirchner en 2011, si bien durante los 40 años de democracia solo hubo posibilidad de balotaje a partir de la reforma constitucional de 1994. Paréntesis: también existió esa posibilidad de segunda vuelta instaurada para las elecciones de 1973 por el régimen militar de Alejandro Lanusse, pero eso ya es historia. La información más clara y significativa: ningún otro candidato a presidente tuvo a su favor en la historia nacional, como Milei, más de 14 millones de votos. Esto es lo que vale la pena resaltar con miras a los próximos meses. ¿Qué gobernador peronista o radical ignorará en su sano juicio ese caudal de votos ante la decisión de apoyar -o no- las medidas racionales del próximo presidente? Racionales, debe subrayarse, porque también Milei tendrá la responsabilidad de no pedir lo imposible. Las fuerzas del cielo son una buena metáfora, pero metáfora al fin. La política es indiferente a la metáfora. Gran parte de los anuncios realizados hasta ahora por Milei requerirán de la aprobación del Congreso. Peor: la destrucción del Banco Central o la dolarización requerirán de una reforma de la Constitución porque esta ordena la existencia de un “banco estatal” en condiciones de “emitir moneda y fijar su valor”. De todos modos, Milei les anticipó a sus interlocutores de las últimas horas que, antes de consumar la dolarización -si es que alguna vez la consuma-, le cambiará el nombre a la moneda argentina. “El peso ya no sirve de nada. Esta gente le quitó cualquier respeto”, dijo, no sin razón, en alusión al gobierno de Alberto Fernández y Sergio Massa. La propia privatización de YPF necesita de la aprobación del Congreso, aunque este ya se la dio a Menem en los años 90. Pero Menem era un peronista que lo convirtió a Oscar Parrilli, ahora el tío de alguna revolución que nadie vio, en miembro informante del proyecto de privatización de la petrolera; esto es: Parrilli fue el diputado que más defendió esa privatización. ¿Lo hará ahora? ¿Recordará aquellos tiempos de auge del menemismo?

Por ahora, Milei se rodeó de personas capaces, que pueden ofrecer armonía en una época que carece de armonía. Guillermo Francos o Diana Mondino son expresiones de eventuales funcionarios que tratarán de administrar con sensatez la parte del Estado que les toque. Mariano Cúneo Libarona es un abogado con largos años en los tribunales penales del país, que desciende de una familia vinculada a la Justicia. En los últimos 20 años eligió un perfil bajo en contraste con la notoriedad mediática que tuvo en los años 90. Está en condiciones de ser un mejor ministro de Justicia que el actual Martín Soria o que su viceministro Juan Martin Mena. Cúneo Libarona no necesitará hacer mucho para superar a un ministro que le faltó públicamente el respeto a la Corte Suprema, que es lo que hizo Soria. Con todo, la designación más descollante sería, si es, la de Federico Sturzenegger como ministro de Economía. Sturzenegger fue presidente del Banco Central en tiempos de Mauricio Macri y estuvo muy cerca de batir la inflación. Conviene señalar, de cualquier forma, que el ministro de Economía de Milei deberá tener una gran afinidad con el presidente electo porque este es, precisamente, un economista que solo sabe de economía. Milei también elogió a Luis Caputo, que fue secretario de Finanzas e igualmente presidente del Banco Central durante el mandato de Macri; Caputo es un profesional formado y experto que se fue del Banco Central por sus discrepancias con el Fondo Monetario de la entonces mandamás Christine Lagarde. Como se ve, ya sean los funcionarios que salen de la cantera de Milei o los que fueron funcionarios de Macri, el presidente electo está optando por personas con probada aptitud para la función pública. No es una noticia menor, y es, más bien, una demostración de que Milei es consciente de sus propias limitaciones. Limitaciones que tienen todos los presidentes; ningún presidente está obligado a saber sobre todas las cuestiones que les llegan a sus manos. Los únicos atributos que se le piden a un presidente son sentido común y buen discernimiento para elegir entre las mejores opciones que sus colaboradores le acercan.

¿Podrá Massa resucitar después del vapuleo al que lo sometió Milei el último domingo? Depende. Si se dejara llevar por el rencor y el resentimiento, es probable que el peronismo, que siempre está necesitado de la calidez del poder, no lo acompañe. Pero, por el contrario, si pusiera énfasis en sus promesas de trabajar por la unión nacional, que divulgó antes del balotaje, podría tener otra oportunidad sobre la tierra. “En política, nunca hay que dar por muerto a nadie”, suele aconsejar un avezado observador político. No obstante, es difícil imaginarle un destino político a Cristina Kirchner y a la agrupación que comanda, La Cámpora, que nació y vive bajo la sombra del poder. Exponentes serios del peronismo señalan con increíble precisión que esa organización, que teóricamente lidera Máximo Kirchner, perderá todo cuando abandone el control del PAMI. Dicen que, de todos los organismos del Estado con vastos recursos en manos de La Cámpora, el PAMI es la caja que más le sirve para financiar la militancia política. La Anses es muy importante, pero sus erogaciones están perfectamente establecidas por ley. Aerolíneas Argentinas maneja un importante presupuesto, pero es deficitaria. Son lugares donde La Cámpora puede nombrar personal propio, pero no puede hacer uso de dinero sin dejar sus huellas. En cambio, en el PAMI los contratos para las millonarias compras de medicamentos o para usar los servicios de sanatorios y clínicas tienen hendijas por donde se pueden filtrar acuerdos más reservados. “El PAMI es José López y Ricardo Jaime juntos”, aseguró, tremendista, un veterano peronista, aludiendo a los exsecretarios de Obras Púbicas y de Transporte que se hicieron célebres por el manejo corrupto de los recursos del Estado.

Por lo pronto, Cristina Kirchner se bajó del viaje a Italia, programado para este fin de semana. Esa cancelación permite inferir que la audiencia con el papa Francisco nunca estuvo confirmada, porque nadie le suspende una reunión al líder religioso más importante del mundo, que es, además, el argentino más importante de todos los tiempos. Menos aún una política como Cristina, quien acaba de ser cruelmente derrotada en elecciones nacionales y debe enfrentar todavía varias investigaciones judiciales. Fuentes vaticanas señalaron que las gestiones de Cristina Kirchner se estaban haciendo en la Secretaría de Estado de la Santa Sede; es decir, a través del gobierno del Papa, no directamente con el Papa. La Secretaría de Estado significa, desde ya, un trámite más frío y largo que una gestión personal. La vicepresidenta tenía agendado viajar a Italia para disertar en la Universidad de Nápoles Federico II sobre “la insatisfacción democrática”. Su teoría consiste en que las sociedades están insatisfechas porque las naciones son gobernadas por constituciones que regulan viejos poderes, como el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Para ella, es necesario que nuevas constituciones estipulen los parámetros dentro de los cuales deberían moverse los medios periodísticos y las redes sociales, que son, según la vicepresidenta, los poderes fácticos y reales del mundo moderno. Divagaciones, en fin, de alguien que dentro de poco ya no estará en el poder, y que quizás no vuelva a estarlo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/

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