Por qué a Massa no lo afecta la crisis económica

“En mi gobierno, no en este”, dijo Massa. ¿Este no es el suyo?

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Por Joaquín Morales Solá.- Pertenece a la esfera de las cosas sobrenaturales. Es, en efecto, un oxímoron que Sergio Massa esté donde está. Todavía las encuestas discuten si será él o Patricia Bullrich quien irá a un eventual ballottage con Javier Milei. Ya es asombroso verlo en ese lugar de la intención de voto al ministro de Economía de una economía diezmada, pero aparecen de pronto más hechos que parecen productos de la magia. Refieren a la capacidad de Massa para hacer entrismo -la vieja táctica del trotskismo para meterse en organizaciones políticas ajenas- y penetrar en las otras dos grandes fuerzas que compiten en las elecciones presidenciales. Massa llenó con gente propia varios de los muchísimos casilleros de candidaturas de Milei en la provincia de Buenos Aires. Es una realidad que el peronismo bonaerense toma como un hecho natural de la política. Solo lamenta haber creado (la metáfora es de sus dirigentes) un “Frankenstein que ya no controlamos”, porque Massa y el peronismo bonaerense suponían que su verdadero contrincante sería Juntos por el Cambio. Apostaron por Milei para bajarle el precio a Patricia Bullrich. Ahora, Milei se les desbordó. Pero es cierto que el candidato libertario no tenía ni estructura ni gente ni posibilidad alguna de cubrir todos los cargos electivos (concejales, intendentes, diputados y senadores provinciales y diputados nacionales) hasta que apareció Massa con las manos llenas de soluciones. El intercambio de dirigentes de Massa con Milei sucedió en Tigre, Vicente López, San Isidro, Avellaneda, Escobar, Lanús y Moreno, entre otros municipios del conurbano. El milagrero de Tigre extendió sus favores a Juntos por el Cambio; a un par de dirigentes de esa coalición, alejados desde hace mucho tiempo de Patricia Bullrich y de Mauricio Macri, les permitió que influyeran en la aprobación rápida de SIRA, el Sistema de Importaciones de la República Argentina, que implementó hace un año este gobierno para hacerle la vida cada vez más difícil a la industria que necesita comprar insumos en el exterior. Esos dirigentes tendrían, a su vez, un acuerdo con un diputado español del Partido Popular, seguramente para la compra de insumos en España. La historia no sorprende casi nunca: sabíamos ya que una mayor injerencia del Estado en la economía significa siempre un aumento paralelo de la manipulación arbitraria del Gobierno en la economía de los privados. Es lo que hay.

Podrían ser solo rumores, aunque existe el precedente fácilmente comprobable de la capacidad de Massa para hacerles creer a sus interlocutores que es otro. Una especie de Zelig criollo, ese personaje de Woody Allen que tenía una capacidad infinita para aparecer en diferentes lugares con diferentes aspectos. Fue en su momento aliado de Margarita Stolbizer, una mujer honesta que hizo importantes denuncias judiciales contra la corrupción de los Kirchner. Ella es, por ejemplo, la autora de la denuncia inicial sobre el presunto lavado de dinero en Hotesur y Los Sauces, empresas del poderoso matrimonio presidencial. Ahora, Massa es el mejor nuevo amigo de Máximo Kirchner y, sobre todo, de su madre, Cristina, necesitada esta de un candidato con capacidad para sumarle un número importante de legisladores en el Congreso Nacional. ¿Cómo pudo ser aliado de Stolbizer, actual diputada de Juntos por el Cambio, y luego amigo de los Kirchner? ¿No estamos, acaso, ante hechos mágicos o ante alguien con la capacidad de mimetizarse solo comparable con la ficción de Woody Allen?

“En mi gobierno, no en este”, dijo Massa en la noche del debate de hace una semana, antes de formular varias promesas sobre el paraíso perdido. ¿Cómo? ¿Este no es su gobierno? Alberto Fernández desapareció tanto como presidente de la Nación que ni siquiera respetó la oportunidad que tuvo de irse con cierta dignidad; terminó firmando la designación ilegítima de la exjueza Ana María Figueroa cuando pudo evitar ese papelón y olvidarse del último berrinche de Cristina Kirchner. Para peor, Figueroa ni siquiera se presentó hasta ahora en su supuesto trabajo. Es probable que lo haga en algún momento, porque si no lo hiciera estaríamos ante una dirigencia gobernante célebre por su ineptitud. ¿Presidente y vicepresidenta jugaron todo su poder institucional sin acordar con la exjueza para que esta también jugara el mismo partido? Improbable, pero no imposible. Cristina Kirchner se dedica exclusivamente, como se dedicó en los últimos cuatro años, a zafar de sus causas judiciales. Ni el Presidente ni ella existen al frente de la administración en el imaginario colectivo; solo existe Massa. Massa decide, Massa ordena, Massa anuncia. De hecho, el ministro de Economía se refirió al caso más espectacular de corrupción de los últimos tiempos, el de Martín Insaurralde y sus carísimas aventuras por el Mediterráneo con la modelo Sofía Clerici, como un “error”. ¿Puede ser presidente quien no sabe distinguir entre un error y un delito? Parece que sí puede para un sector no menor del electorado argentino. Algunos dirigentes del peronismo bonaerense suelen ser más sinceros que Massa: “Hace rato que Insaurralde dejó de ser un político para ser un operador económico de Máximo Kirchner. Es lo que fue en los últimos años”, aseguran, sueltos de cuerpo. ¿Seguro que es eso? “¿Y por qué creen que Máximo Kirchner es el más importante amigo político de Insaurralde, con quien no tiene nada en común? ¿O, acaso, ustedes creen que Máximo no sabía del elevado nivel de vida de Insaurralde?”, contestan preguntando, aunque no carenciados de cierta lógica. Por supuesto, aclaran con algo de cinismo, ni Máximo ni nadie imaginaba que Insaurralde sería tan torpe como para dejarse filmar en medio de un derroche de dólares.

Regresemos a Massa. Sorprende, en efecto, que su nombre figure entre los tres candidatos más votados cuando es el exponente de una administración cuyo país perdió la más elemental noción del valor del dinero. Hace diez días, el precio del dólar oscilaba entre 723 y 725 pesos. El viernes cerró en 880 pesos. Se acercaba raudamente a los 1000. Alberto Fernández asumió con un dólar paralelo a 60 pesos, y Martín Guzmán le dejó a Massa un dólar a 230 pesos. La capacidad del actual gobierno para destruir la moneda nacional tiene una dimensión histórica. Un argentino que gana un millón de pesos, como ganan pocos argentinos, percibirá solo 1000 dólares. La inmensa mayoría de los argentinos no está haciendo cola para comprar dólares al valor del mercado paralelo, pero esa mayoría sí toma el precio del dólar blue como el mejor termómetro de la situación económica del país. Es muy mala, si se mira bien la curva ascendente del precio de la moneda norteamericana. No hay dólares en el Gobierno ni cerca de él. Esa poquedad tiene consecuencias: ya es constatable en las farmacias la escasez de remedios imprescindibles por falta de insumos importados. También falta instrumental quirúrgico. Algunos economistas sostienen que las reservas negativas del Banco Central superan los 13.000 millones de dólares; esa es la cantidad de dólares que se están usando de los encajes. Son dólares de los argentinos que ahorran en dólares.

Massa no pudo tampoco con la inflación. Recibió de parte de Guzmán una inflación del 70% anual (Guzmán se hizo cargo en 2019 de una del 53%); hasta ahora la inflación anualizada del actual ministro de Economía trepó hasta el 124%, pero podría ser mayor. Algunos economistas aclaran que la situación que viven los argentinos no es una hiperinflación, pero esa precisión técnica importa poco. La sensación social es que se vive una hiperinflación. Hubo cosas que para la clase media no eran un problema presupuestario, como salir a comer una o dos veces por semana o contar con una persona del servicio doméstico en sus casas. Ahora, esos gastos se parecen a un dispendio imposible de financiar. El propio Massa anunció que después de las elecciones habrá una nueva devaluación de dólar oficial. Todo volverá a escalar. ¿Después de qué elección? ¿De la del 22 de octubre o de la eventual segunda vuelta del 19 de noviembre? Ni él lo sabe. Será la hora de las cuestiones prácticas. Ni la política ni la economía se construyen haciendo pases de magia ante espectadores desesperados, dramáticamente indefensos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/

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