Pascua: el paso de la muerte a la vida en plenitud

Se trata del editorial del programa “Sábado 100” por radio El Espectador (FM 100,1) de Rafaela. Es un enorme desafío y compromiso ser cristianos con la esperanza en la vida eterna, más allá de lo temporal, y no ser cristianos por tradición.

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Por Emilio Grande (h.).- Los cristianos de todo el mundo en sus distintas versiones celebramos la Pascua, en la que el hijo de Dios después de haber vivido la pasión y la muerte (jueves y viernes santos) fue resucitado en el tercer día, tal como estaba anunciado en las escrituras, para la salvación de las personas de todos los tiempos.

El papa Francisco presidió la misa de la cena del Señor en la cárcel femenina de Rebibbia, en Roma ante 200 personas, en las que había reclusas, ex reclusas, personal penitenciario y algunas familias: “pidamos al Señor la gracia de no cansarnos. Siempre, todos tenemos pequeños fracasos, grandes fracasos, cada uno tiene su propia historia. Pero el Señor siempre nos espera, con los brazos abiertos, y nunca se cansa de perdonar”.

Frente a una sociedad que pareciera dar la espalda a Dios y vive este fin de semana largo casi sin cuestionarse sobre el sentido más profundo de la Semana Santa, Jesús nos ayuda a comprender el triduo pascual: pasión, muerte y resurrección.

Atrás quedaron los cuarenta días que marcaron el tiempo de Cuaresma, justamente de preparación y revisión de nuestras vidas para buscar un cambio interior sobre aquellas prácticas oscuras y en tinieblas.

Se dice con razón que la Semana Santa es la semana mayor de la cristiandad, donde el misterio del amor por la humanidad se hizo palpable, llevando Jesús a la cruz nuestras debilidades y pobrezas humanas y materiales, no solamente de hace más de 2.000 años, sino que es la representación diaria de nuestras locuras e incoherencias actuales. Jesús sigue siendo crucificado frente a tantos pecados mundanos, que afectan a millones de personas: las locuras de Putin con la invasión de Rusia a Ucrania y de Ortega en Nicaragua, quien persigue a miembros de la Iglesia Católica y prohíbe celebraciones litúrgicas en las calles; la guerra en Tierra Santa entre el grupo Hamas y el gobierno de Israel con la muerte de miles de inocentes; un grupo de países ricos frente a la mayoría más empobrecidos; el materialismo egoísta para tener poder y riquezas a cualquier precio frente a los más vulnerables que son descartados en distintos ambientes sociales.

El obispo diocesano Pedro Torres presidió la misa del Jueves Santo en la Catedral San Rafael, expresando que “Jesús nos quiere lavar para que podamos compartir, participar de su vida. Escuchar sin juzgar, escuchar amando, es mucho más que oír, es percibir más allá de las palabras, es ver más allá de las apariencias; ese es el estilo de Jesús”.

En la oscuridad que envuelve a la creación, la Virgen María se quedó sola para mantener la llama de la fe frente a la cruz del Viernes Santo, pero es al mismo tiempo la esperanza en la resurrección de Jesús.

Esta noche abramos nuestros corazones como las mujeres que fueron al sepulcro y quedaron sorprendidas ante un joven con una túnica blanca: “No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que Él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como Él se lo había dicho” (Mc. 16, 5-7).

Humanamente, es difícil comprender que alguien vuelva a la vida… El misterio de la fe muestra que el Hijo de Dios, el que fue “traspasado”, está vivo, ha resucitado realmente, para ser anunciado porque el pecado y la muerte ya no tienen la última palabra.

Así, la Pascua es el paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz. En medio de las búsquedas, Jesús se nos revela resucitando por nosotros para llevar vida donde había muerte, para comenzar una nueva historia que había sido clausurada.

A pesar de tantos signos de la “cultura de la muerte” en la sociedad actual, entre ellas el aborto legal en nuestro país con más de 245.000 muertes inocentes desde 2021 y en otros lugares, debemos seguir apostando por la vida desde la concepción hasta la muerte natural; si cambian los corazones los dirigentes y los ciudadanos, la Argentina postrada sigue teniendo salida frente a la grave crisis política, económica y social con casi el 42% de pobreza.

Una vez más es un enorme desafío y compromiso ser cristianos con la esperanza en la vida eterna, más allá de lo temporal, y no ser cristianos por tradición, testimoniando la misericordia y una vida coherente con el evangelio. Tenemos la esperanza porque Cristo ha resucitado y está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo…

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