Los viejos trajes del emperador

Por María Alejandra Colsani.- Otra vez en la historia de nuestro país se dirimen internas de un partido político en la arena de los acontecimientos cotidianos. Estoy escuchando la triste noticia de cómo se lleva a cabo el desalojo de la toma de Guernica.

¿Por qué la forma que elige en este momento el Estado como fuerza pública es de reacción? ¿Por qué los funcionarios y representantes de los sectores vulnerables no se ocuparon antes de temas tan trascendentes como la necesidad de vivienda y de educación? ¿Cómo gestionaron ellos la inclusión social sin siquiera pensar en el respeto de todos por las leyes que nos reúnen en una misma nación?

Pienso en los agentes del Estado cuyo trabajo es mostrar la presencia de lo público para resguardo de los derechos humanos. Y no entiendo. No entiendo cómo, de pronto, todos creen estar haciendo lo correcto mientras los ciudadanos no alineados a partidos políticos los miramos… Evidentemente, nuestra opinión no les importa…

Trabajo desde hace más de veinticinco años en la docencia. He visto el deterioro del tejido social como la única consecuencia luego de episodios de enfrentamientos sociales donde todos creen tener la razón pero ninguno realiza autocríticas ni se adelanta a los estallidos. ¿Será negocio?

¿Bajo qué normas e ideales estamos educando a las nuevas generaciones? ¿Qué ejemplos les estamos dando? ¿Qué estímulos, para que quieran ser ciudadanos incluidos, inclusivos y dignos? ¿Así defendemos la democracia que tanto costó construir?

Quisiera que el lugar desde donde se piensa el futuro de quienes son más vulnerables no sea el clientelismo sino la plena conciencia de que todos tenemos algo para dar. Y, sin dudas, si se gestionan los conflictos sociales desde una perspectiva más responsable, las necesidades de todos podrán encontrar canales de satisfacción. 

Los sectores más necesitados tienen en sí mismos muchas fuerzas para salir adelante. Las mismas fuerzas que los mantienen de pie. No necesitan que los sigan usando para construir poder político ajeno. Necesitan oportunidades reales, desafíos serios, un Estado que funcione en los estamentos ligados a su vida de todos los días: educación, salud, urbanismo, justicia…

Cuando tantos funcionarios se pavonean mostrando trajes invisibles, lo mejor que puede hacer quien no tiene compromiso con ellos es decir en voz alta: “El rey está desnudo”. Porque solo la verdad, para los humildes, es tierra firme. Los trajes invisibles ya están llenos de telarañas, se usaron muchas veces, los gastó la demagogia. 

Sueño y trabajo por que haya quienes puedan ver, todavía, esa impúdica desnudez.

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