Hace 60 años asumía Illia la presidencia

“La falta de ostentación es fundamental en todo hombre que quiera ejercitar una acción docente de cualquier finalidad. Para ser útil hay que ser austero, desinteresado y modesto”.

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Por Ricardo Miguel Fessia.- Hace seis décadas, el 12 de octubre fue sábado y cumpliendo con el ciclo democrático, asume la presidencia Arturo Illia que había sido electo el domingo 7 de julio por medio de una elección indirecta, tal como rezaba el texto constitucional.

Habían participado el 85,50% de los habilitados en el padrón y la fórmula de la Unión Cívica Radical obtuvo 2.441.064 votos lo que era el 31,90% que le significó 171 representantes al Colegio Electoral.

Recordamos hoy, a sesenta años, el inicio de una gestión eficaces, austero y con importantes realizaciones tanto en política económica, social, internacional, salud, educación y política. Liderada por un hombre de tan sólidos principios como formación, en la gestión estuvieron ciudadanos que conformaron una generación  de radicales que tuvieron la responsabilidad de conducir al partido y luego ser ejemplares funcionarios de ese Gobierno.

Esta es la función de la historia, conocer el pasado para entender el presente y poder avanzar hacia el futuro.

Rescatamos una frase de su discurso de asunción: “Debemos luchar por el hombre mismo, porque es la evidencia humana la que hace tambalear a los tiranos y falsos dioses”.

Mucho -y mejor- se ha escrito sobre la personalidad del Dr. Arturo Umberto Illia. Fue hombre racional, modesto, serio, humanista. Desde siempre tendió una mano a los que más lo necesitaron y sobre ello sobran los testimonios. Conocía tanto de medicina como de política o de filosofía. Estaba al tanto y analizaba los hechos y las ideas que promovían a los grandes acontecimientos mundiales. Las consecuencias de la gran guerra, el dominio de parte del mundo por el comunismo, la proyección que podría tener China, el conflicto en oriente medio, la descolonización del África. En todos estos temas tenía un criterio.

Tubo una vida de austeridad. Su casa que tenía en Cruz del Eje -hoy museo- le fue obsequiada por el aporte de los vecinos. Había logrado comprarse “Bergantín”, coche que se fabricaba en Córdoba y que debió vender para poder solventar los gastos que una intervención quirúrgica a su esposa. Hace pocos días un periodista escribió un artículo que tituló algo así como del coche de Illia al yate de Insaurralde.

Todos conocemos su declaración jurada cuando se debió marchar de la Casa Rosada luego del golpe cívico-militar. Jamás utilizó los fondos reservados que tienen los presidentes sin necesidad de rendir cuentas, todos los años devolvió esa asignación presupuestaria. Las fotos registraron ese infausto 28 de junio cuando en medio de la muchedumbre abordó un taxi para recluirse en la casa de su hermano.

Sin resentimientos y con el pecho henchido de republicanismo, desando los caminos pregonando la democracia custodiado de cerca sólo por su propia conciencia. Lo acompañaron en su gestión hombres de la misma talla ética y pensamiento político progresista: en entrerriano Carlos Humberto Perette, el cordobés Eduardo Gamond, Arturo Oñativia. Juan Carlos Pugliese, Leopoldo Suárez, entre otros.

Ciñó su acción de gobierno a la plataforma cuyos principios estaban en el “Programa de Avellaneda de1945”.

En política internacional ejecutó una política independiente. Se opuso a la intervención armada de Estados Unidos en la República Dominicana. Se celebró la Conferencia de Alta Gracias, en donde el Grupo de los 77 conformó definitivamente el poderoso grupo de naciones “No alineadas”. Se logró la resolución Nº 2065 de Naciones Unidas, que obligaba a Gran Bretaña a la discusión sobre la soberanía en las Islas Malvinas. Ello dentro del marco que orientaba la descolonización de todos los territorios, hasta entonces sometidos a distintos grados de dominación imperialista. Todo esto conducido por la brillante labor del canciller Miguel Ángel Zavala Ortiz, del Dr. Carlos Becerra y del embajador Arnoldo Listre.

En política económica decretó la nulidad de los contratos petroleros celebrados por Frondizi, que enajenaba la riqueza energética del país en forma desventajosa. Aplicó el salario mínimo, vital y móvil. Reguló los precios del consumo popular con la ley de abastecimiento, que se sancionó durante su Gobierno. Con esas medidas se logró incrementar la participación real de los trabajadores en la distribución del ingreso nacional. No hubo negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). No obstante ello, su política monetaria posibilitó la virtual eliminación de la deuda externa argentina. Se logró mantener la inflación en menos del 6% anual, sin ajustes recesivos. Hubo plena ocupación, con índices que no superaron nunca el 4%. Con la planificación económica, que formuló el plan nacional de desarrollo, se logró un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) del 6% promedio anual. Se inició la obra del complejo “Chocón-Cerros Colorados”. Condujo esta política como ministro el Dr. Eugenio Blanco y Juan Carlos Pugliese. Secretario de Energía el Ing. Antulio Pozzio y el Dr. Conrado Hugo Storani.

En educación se desarrolló un plan de alfabetización promoviendo la educación popular con gran éxito. Se elevó al 24% el presupuesto para educación. Fortaleció la autonomía universitaria y durante su Gobierno las universidades nacionales lograron niveles académicos y científicos nunca superados después. Todo ellos dentro del marco de los principios dela Reforma Universitaria de 1918. Fue el ejecutor de esta política el Dr. Carlos Alconada Aramburú.

En salud pública se llevó adelante una política de reforma de los hospitales públicos y se dictó la Ley nacional de medicamentos, que promovía la industria de los laboratorios nacionales, disminuyendo drásticamente el precio de los medicamentos, esa ley los consideraba un bien social. Fue ejecutor de esta política el ministro Dr. Arturo Oñativia.

En política levantó la totalidad de las proscripciones políticas que pesaban sobre el peronismo y partidos de izquierda, cumpliendo solemnemente una de las promesas electorales. Gobernó durante todo su mandato sin estado de sitio, ni presos políticos y/o sociales. Absoluta libertad de prensa, de expresión y total independencia del Poder Judicial, cuya Corte Suprema de Justicia de la Nación no fue nombrada por su gobierno, respetándola en su totalidad como un poder autónomo e independiente. Fue ministro del Interior el Dr. Juan S. Palmero.

El 28 de Junio de 1966, el general Julio Alzogaray, el coronel César Perlinger y una compañía de gases de la Policía Federal, en un acto vil y cobarde, derrocaron al presidente Arturo Humberto Illia, constitucionalmente elegido, en julio de 1963. Paradojalmente, todos los protagonistas de ese asalto al poder se arrepintieron, alguno de ellos en forma pública.

Hubo una gran indiferencia popular ante el golpe, solo quebrada por el entusiasmo de los medios de comunicación que dirigía Jacobo Timerman, Mariano Grondona, acompañados de dirigentes sindicales liderados por Augusto Timoteo Vandor, y ciertos sectores políticos de izquierda irresponsables. También grandes empresarios y monopolios extranjeros agrupados en ACIEL y la Sociedad Rural Argentina, que acusaban al gobierno de Illia de colectivista y de propagar ideas extremistas.

Son varias las causas del golpe: se agitó entonces como causas el posible retorno al poder del peronismo. La falaz creencia que difundían algunos medios que el Gobierno de Illia fomentaba a la izquierda marxista. Se llevó adelante una gran campaña publicitaria de medios, haciendo creer que el Gobierno era lento y débil, y el presidente Illia un hombre anciano y enfermo. Nada de esto era real, las verdaderas causas fue el enfrentamiento de ese Gobierno con los capitales monopólicos petroleros, con las empresas multinacionales farmacéuticas, que eran los verdaderos interesados en el cambio de políticas, todo esto acompañado por una coalición de orientación corporativista-franquista.

El general Onganía hacía gala de ser un seguidor de las ideas del ideólogo franquista Jaime María de Maiheu, insertadas en su libro “El Comunitarismo”. Convergían dirigentes sindicales y mando militares, inspirados en la doctrina de la seguridad nacional totalitaria, comenzando a provocar golpes de estado en toda América Latina, durante dos décadas, en nombre de los principios del orden “occidental y cristiano”, dentro del esquema bipolar del reparto del poder del mundo, en la denominada “guerra fría”. La historia posterior de violencia inusitada, con miles de muertos y desaparecidos, deben hacer reflexionar sobre el punto de inflexión que significó ese vil y aberrante golpe de estado para la historia de nuestra patria. Le cupo a otro radical, Raúl Ricardo Alfonsín, iniciar la etapa de la definitiva recuperación de la democracia en Argentina.

Lo concreto es que no había inflación, que se estaba logrando el pleno empleo y las cifras mostraban cómo el Gobierno estaba condenado a tener éxito.

Por eso no lo podían dejar seguir adelante.

Es bueno recordar que el radicalismo no pactaba con los militares porque no quería someterse a ellos como había hecho Frondizi, con un final nefasto. Y que por eso nos miraban con malos ojos. El radicalismo tampoco pactaba con la CGT pese a que podría haberlo hecho y ampliar su base de sustentación política y popularidad, porque no defiende exclusivamente los intereses de la clase trabajadora. Con el empresariado ocurre algo similar.

Con el peronismo comparte postulaciones generales como la defensa de la libertad, la soberanía, pero al igual que los demás partidos estaban haciendo antirradicalismo en la búsqueda de un espacio político hegemónico que en ese momento no tenían.

Con su rostro atribulado, Ricardo Balbín expresaba su preocupación por el futuro oscuro que pronto le llegaría al pueblo.

En esa madrugada el coronel Luis César Perlinger no se animó a tocar al presidente que bajó las escaleras rodeado por sus colaboradores. Uno de ellos, a voz en cuello dijo, “volveremos” y los jóvenes que lo acompañaban se juramentaron casi en secreto y en su fuero íntimo no desmayar un solo instante en la lucha por la recuperación de las instituciones democráticas y por el retorno del radicalismo al Gobierno.

El camino estuvo repleto de adversidades, ninguna de las cuales hicieron naufragar ese sentimiento y diecisiete años después, Raúl Alfonsín subía a esa misma escalera para restaurar la democracia en la República.

Vale la referencia en estos días de “relatos políticos” que se distancian ostensiblemente de la “realidad política”. Es bueno que la ciudadanía pueda cotejar  vidas y obras de nuestra historia, para así tener el juicio objetivo de valor que más se acerca a la verdad histórica.

El autor es rafaelino, radicado en la ciudad de Santa Fe. Abogado, profesor titular ordinario en la UNL, funcionario judicial, ensayista.

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