“Es una deuda muy pesada al tener esta democracia con 40% de pobres”

Es la opinión de José Ignacio López (ex vocero presidencial de Alfonsín) en una entrevista en Buenos Aires. “El propósito de aquel Gobierno fue que dejáramos de lado la decadencia institucional que significaba la aparición de los militares cada 5 o 6 años”, agregó. Con motivo de los 40 años de la democracia realizó el documental “Memoria para construir”.

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Por Emilio Grande (h.).- En el marco de los 40 años de la democracia argentina, el periodista José Ignacio López (ex vocero presidencial de Raúl Alfonsín) realizó el documental “Memoria para construir”, que consta de cuatro capítulos, del que ya se emitieron tres por Cablevisión en todo el país (en Rafaela los sábados a las 21:00 horas). Entre los colaboradores más cercanos están Gabriel Mazzaglia (director del documental), la productora Focus de Claudio Groppo y Eugenia Bóveda.

“Esto tiene origen fundamentalmente en mi familia, mi esposa Lita y mis hijos (Ana, Gabriela, Pablo, Paula e Ignacio), quienes comenzaron a decir que tenía que hacer algo. El propósito era que escribiera un libro, pero no me encontraba en las mejores condiciones para hacerlo; con Mazzaglia hicimos muchas cosas en televisión. En el documental reflejamos más de 60 años de periodismo desde mi ingreso en el diario La Nación en 1961, incluyendo algunas etapas muy significativas e inolvidables en las que resulté un poco más conocido, la de haber sido el vocero de Alfonsín, y el otro encuentro que tuve en mi vida, en momentos muy difíciles para la Argentina en 2001-2002, fue estar al lado de Carmelo Angulo Barturen, cuando yo trabajaba en el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), él vino a la Argentina para representar a las Naciones Unidas; fue una figura a la que quiero rescatar porque los argentinos le debemos mucho al haber sido un artífice de la Mesa del Diálogo”, destacó López, de 86 años, durante una entrevista con este cronista, en el bar “Como en casa” del barrio porteño de Recoleta.

Eugenia Bóveda, Gabriel Mazzaglia y José Ignacio López en la presentación del documental «Memoria para construir» en la Biblioteca Nacional.

A lo largo de su extensa carrera profesional, trabajó en distintos medios de comunicación (diarios, radios, canales de televisión y agencias noticiosas). Durante una conferencia de prensa en noviembre de 1979, tuvo el coraje de preguntar al entonces presidente Jorge Videla por la situación de los desaparecidos y los detenidos sin proceso, respondiendo que el desaparecido era una “incógnita”.

-En estos 40 años de democracia, ¿se va perdiendo la memoria entre los jóvenes?

-No creo que se vaya perdiendo. Para mí es un desafío y casi una obligación para quienes vivimos esa experiencia, de alegrarnos y celebrar juntos, más allá de la elección del 30 de octubre de 1983 por el clima al que invito a recuperar y que eso es posible de alegrarse con el que tienes al lado, tomarte de la mano y celebrar juntos, sin preguntarle por quién votó o qué piensa; hoy estamos en las antípodas de esa situación. Por eso, surge “Memoria para construir” porque los argentinos tenemos la malísima costumbre, y no es de ahora, sino que fue históricamente, de mirar para atrás solamente para encontrar las fallas del otro y cargarle la mochila. Quienes hemos participado con responsabilidades dirigenciales, a los que los sociólogos llaman las elites, y los periodistas también las tenemos, aunque a veces nos hacemos los sonsos y miramos para el costado. Somos todos responsables los dirigentes de este tiempo y los que hemos convivido estos últimos 60 años porque todos tenemos algo para cambiar y estar condolidos de esta situación, de una u otra manera por comisión u omisión algo tuviéramos que cambiar, probemos hacer memoria para asumir nuestra cuota-parte. Muchas veces hablo del legado de Alfonsín, cuyo testamento fue su último discurso en la Casa de Gobierno cuando se inauguró su busto, donde habló de su origen y de su trabajo por afianzar la democracia. Tenemos razones para celebrar 40 años de historia en la Argentina, que es el período más largo en el que gobiernos elegidos por el pueblo se suceden; celebremos con la convicción de que todos tenemos una deuda muy pesada porque no podemos hablar de democracia con el 40% de pobres, con esta desigualdad y disgregación social que tenemos.

-¿Cómo generar políticas de Estado más allá de las distintas miradas políticas?

-Empecemos a mirar el pasado para asumir nuestra cuota-parte y estemos compungidos todos; esto nos salió mal, venimos feo como lo estamos armando, cambiemos, intentemos, ensayemos y reforcemos, más allá del resultado electoral del domingo (la entrevista se hizo el miércoles pasado), si no conseguimos ir trabajando para recuperar un mínimo de unidad nacional. Alfonsín habló de las deudas y rémoras de la democracia, de esa costumbre nuestra maniquea de pelearnos; dijo de querernos un poco más para juntarnos como en aquel tiempo, hace 40 años, cuando juntos celebramos la libertad. Cuando el entonces Presidente cumplió con su palabra, derogando la ley de auto-amnistía, hizo el juicio a las Juntas Militares, trabajó por la unidad latinoamericana y consiguió que en muchos otros lugares volviera la democracia, juntamos las bases del Mercosur, que hoy está casi desaparecido, y terminamos con las hipótesis de conflicto con Chile y Brasil; existía una oposición, pero hubo una acción compartida y conjunta, sino no se pudiera haber hecho. El propósito de aquel Gobierno fue que dejáramos de lado la decadencia institucional que significaba la aparición de un gobierno militar cada 5 o 6 años; eso ya no ocurre y es un logro. Tenemos una oportunidad con esta celebración de los 40 años; aspiro, tengo la esperanza y quiero creer que todavía tenemos posibilidades de emprender esa tarea común compartida.

-¿Qué papel tuvo la Iglesia Católica en estos 40 años de la democracia?

-La Iglesia jerárquica institucional ha hecho algo que no todos los sectores sociales importantes hicieron; fue tarde es verdad, pero lo ha hecho, que es un examen de conciencia y una autocrítica en serio. Los dos tomos del libro “La verdad los hará libres” es la consecuencia de esa voluntad de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), que la tiene desde hace muchos años, pero no la podía concretar porque hubo dos o tres asambleas del Episcopado apuntadas en ese sentido. En esta circunstancia histórica, que difícilmente se repetirá de tener un Papa argentino, con su estímulo la CEA tomó una decisión hace más de cinco años de confiarle a la Facultad de Teología de la UCA este trabajo publicados en estos dos volúmenes y un tercero que está por aparecer en noviembre, para lo cual se abrieron los archivos del Episcopado, de la Nunciatura en la Argentina y del Vaticano antes de tiempo por decisión de Francisco. Queda claro que no estuvimos a la altura de las circunstancias en la que católicos de un lado y del otro se mataban. Es muy bueno que haya dado este paso purificador y hay que seguir revisando; esta investigación es de 1966 a 1983, siendo las décadas del 60 y 70 más controvertidas. En 1981 la Iglesia publicó el documento “Iglesia y comunidad nacional”, donde por primera vez se compromete con la democracia, que fue muy bien trabajado por obispos amigos con activa participación como Vicente Zazpe (de Santa Fe) y Justo Laguna (de Morón), los teólogos Lucio Gera y Gerardo Farrell, quienes contribuyeron a traer el Concilio Vaticano II a la Argentina y se había constituido la comisión episcopal de pastoral en los años 60. En ese documento se afrontó la violencia y sus consecuencias, se habló de memoria, verdad, justicia y reconciliación. Con todas sus dificultades, la Iglesia cumplió un papel fundamental en el momento más serio cuando la democracia tambaleó en 2001-2002, con documentos de la CEA, presidida por Estanislao Karlic (arzobispo de Paraná), que instaban al diálogo, y sufrimos la incomprensión de la mayoría del Gobierno que creía que estábamos trabajando para voltear al presidente De la Rúa y en realidad tratábamos de ayudar.

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