El éxito sería el peor resultado de la medida

El autor analiza las consecuencias de la suspensión para exportar carne que dispuso el gobierno nacional.

Por Jorge Oviedo

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El gobierno de Néstor Kirchner fracasó en su intento de frenar con acuerdos la recuperación del valor de la carne vacuna. Tampoco sirvió al intento de escapar de los valores del mercado la sorprendente aftosa, porque el cierre de los mercados externos se circunscribió a la producción correntina. El Presidente eligió entonces una medida fuerte, que sólo puede tener un beneficio inmediato: sostener el éxito de su programa económico y, por lo tanto, de su futuro político. Se percibe que este año empieza a ser electoral y que Kirchner se siente muy cómodo en ritmo de campaña. Si esta intervención en los mercados triunfa tendrá el peor de los efectos posibles. Bajará el precio de la carne porque muchos productores sabrán que es mejor abandonar un negocio de altísimo riesgo por su fuerte exposición a los cambiantes humores del Poder Ejecutivo. Pero liquidarán la hacienda y se dedicarán a producir otra cosa. Soja, por ejemplo. Como marcan las leyes de la oferta y la demanda, forzar precios artificialmente bajos reducirá drásticamente la producción y, a la larga, quienes en la Argentina quieran carne tendrán que pagarla muy cara. Los que sostengan que eso no puede suceder deben recordar que ya sucedió. A partir de 2001 los productos vacunos en general fueron sorprendentemente baratos y mucho más luego de la devaluación. La reaparición de la aftosa cerró casi todos los mercados de exportación. La demanda, muy inferior a la oferta, forzó la baja de precios y la liquidación de animales. Cuando la demanda se recuperó, por la mejora del poder adquisitivo de una parte de los argentinos y porque se reabrieron los mercados externos, la oferta fue insuficiente. Lógicamente, subieron los precios. El país que hizo una terrible devaluación con el argumento de que era necesaria para que fuera negocio exportar, ahora prohíbe vender al extranjero. Y lo hace la misma administración que hasta hace muy poco gastó fondos públicos en promocionar en el exterior el consumo de carne vacuna argentina. Las actuales condiciones del mercado internacional parecen inmejorables para que la Argentina gane mercados. El Gobierno ha decidido abandonarlos mientras insiste en sus discursos en que quiere reinsertar al país en el mundo, reclama a europeos y estadounidenses que abran sus economías y promete instalar una “marca país”. La medida, además, tiene costo fiscal, ya que sobre las ventas externas de carne se cobran retenciones que enriquecen el superávit. Muchos analistas consideran que se trata de medidas de corte populista: decirle a la gente que no debe pagar ningún precio más, que va a pagarlo otros. Esos otros son “las corporaciones”. El Presidente repitió ayer esta especie de profesión de fe al anunciar que intervendría en el mercado de la carne vacuna. No obstante, esto contradice el hecho de que hay sectores económicos privilegiados a los que se protege para que vendan su producción en el mercado local a precios más altos que los internacionales. Gracias a eso no deben enfrentar la competencia externa y, además, se los exime de impuestos. Si Kirchner tiene éxito, en pocos años el asado será una tradición brasileña.

Jorge Oviedo

Fuente: diario La Nación, 9 de marzo de 2006.

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