Un minué de señales y mensajes

Por José Ignacio López

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Si el documento “Iglesia y comunidad nacional”, en 1981, fue un hito para la Iglesia en la Argentina, el acontecimiento que se logró construir ayer lo será en igual medida para la relación entre la jerarquía católica y el presidente Kirchner. Fue la culminación de un cuidadoso minué de gestos y mensajes que venían danzando de uno y otro lado quienes abogan por el diálogo y no cejan en la apertura de cauces para que la relación de la Iglesia y el poder político transite caminos de autonomía y cooperación. Se consiguió, como pocas veces, desmalezar el vínculo de recelos, sospechas y suspicacias, y se ofreció una imagen que expresa con mayor fidelidad por dónde debe pasar esa relación, que no se mide exclusivamente por la vara de la posible entrevista del cardenal Bergoglio con el presidente Kirchner. Aun así, todo indica que la semana próxima, en vísperas del comienzo del primer encuentro anual de la Comisión Permanente del Episcopado, será el ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Jorge Taiana, quien se reunirá con la cúpula de la Iglesia. La presentación de ayer, que encierra palabras y gestos del cardenal y del Presidente, configuró el preludio apropiado: la melodía del diálogo podrá aflorar ahora con mayor naturalidad y menos premuras. El viernes pasado, Bergoglio hizo dejar en manos del secretario de Culto, Guillermo Oliveri -un paciente cultor de aquel minué-, un ejemplar del libro para que estuviera en conocimiento del Presidente antes de su presentación pública. El volumen llegó velozmente al despacho del secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, otro de los que trabajaron por desbrozar el camino de malentendidos, y por eso ayer bien temprano formó parte de la habitual charla que Kirchner mantiene con sus más cercanos colaboradores. Allí se decidió que el ministro del Interior, Aníbal Fernández, se corriera hasta la sede del Episcopado, donde fue cordialmente recibido por el cardenal, el vicepresidente segundo, monseñor Agustín Radrizzani -sacerdote salesiano viejo conocido del ministro, cuya esposa es docente en institutos de esa congregación-, y el secretario general, Sergio Fenoy. Más de media hora después de concluido el acto, Fernández, locuaz, bien dispuesto, seguía atendiendo periodistas en los jardines de la casona de Suipacha casi esquina Santa Fe. El vocero del Episcopado, Jorge Oesterheld -otro de los activos danzarines- se le acercó y lo invitó a compartir una gaseosa con los obispos Radrizzani y Fenoy. El cardenal ya se había retirado luego de haber acompañado hasta su automóvil al ex presidente Raúl Alfonsín, cuya presencia fue muy valorada. De la charla también participó el presidente de la Comisión de Pastoral Social, Jorge Casaretto, el único obispo ajeno a la comisión ejecutiva que participó del acto y que espera obtener la semana próxima el aval de los obispos para poner en funcionamiento la Comisión de Justicia y Paz, que sería ahora el ámbito apropiado para el diálogo de la Iglesia con la sociedad. Fueron veinte minutos de charla cordial y animada, según la calificaría el presbítero Oesterheld. Las palabras y los gestos ayer por la Iglesia, rubricados por la concurrencia de dirigentes políticos y de organizaciones sociales y representantes de otras confesiones, constituyeron una ratificación del compromiso pastoral asumido por los obispos cuando durante la dramática crisis de finales de 2001 pusieron en marcha la Mesa del Dialogo Argentino. Aunque hubo una mirada al pasado reciente -que incluye los pedidos de perdón formulados por la Iglesia-, el cardenal dijo que lo que se pretendía era realizar un aporte al futuro. “Memoria del pasado para abrir nuevos espacios a Dios. Asumimos el camino andado y aspiramos a que se conozca el aporte de la Iglesia”, fueron las palabras que se corresponden con el gesto de tender la mano.

Fuente: diario La Nación, 7 de marzo de 2006.

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