¿Dónde está el límite cuando hablamos de belleza?

Se trata de reflexión sobre la reciente muerte de la actriz y modelo Silvina Luna. Los estándares de belleza tienen muchas veces un impacto negativo en la autoestima de las personas, especialmente entre niños y adolescentes.

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Por Luciana Mazzei.- Este jueves 31 de agosto nos enteramos del fallecimiento de la actriz y modelo Silvina Luna. Si bien la noticia no nos sorprendió, ya que se encontraba internada desde hace 3 meses, sí nos conmovió saber que una persona joven pierda la vida corriendo detrás de la belleza. La actriz se había sometido a una intervención quirúrgica estética, que le provocó un cuadro crónico de hipercalcemia e insuficiencia renal que finalmente la llevaron a la muerte.

Hace meses que en los distintos medios se hablaba sobre el estado de salud de la actriz, quién le realizó la intervención y en qué condiciones, y hoy en las redes muchos compartieron el dolor por su fallecimiento. Lo llamativo es que en este tiempo nadie o muy pocos analizaron en profundidad qué fue lo que realmente la llevó a este desenlace: la búsqueda, a cualquier precio, de la belleza.

Es cierto que el hombre desde siempre se ha fijado en la belleza, al ser humano le gusta la belleza, le gusta admirarla y le gusta sentirse bello. A través del tiempo y en las diferentes culturas muchos fueron los estándares de belleza que marcaron la vida social de las personas, desde la moda, el arte, la música, la decoración… en fin, los ámbitos donde nos movemos y vinculamos. Desde las gorditas de Botero hasta las tribus urbanas con sus características distintivas, todas estas son muestras de una búsqueda interior de la belleza.

A pesar de esto, nunca como ahora la belleza se ha convertido en un fin en sí mismo. Los estándares de belleza tienen muchas veces un impacto negativo en la autoestima de las personas, especialmente entre niños y adolescentes, cuya identidad está en formación, provocando que debido a la presión social muchos se sientan excluidos porque no pueden cumplir con estos estándares.

Esta búsqueda vacía y superflua nos atraviesa como sociedad, y nos invade al punto de poner en riesgo la propia vida por lograr unos estándares de belleza que no todos podemos lograr porque la genética no sabe de estándares. Vemos mujeres ancianas que parecen adolescentes porque no pueden asumir que esas arrugas son símbolo de una vida vivida en plenitud, mujeres jóvenes y bellas, como Silvina, a quienes no les basta la belleza natural y buscan algo más, hombres que buscan parecerse a otros, perdiendo la propia identidad, dietas rigurosas mínimas en calorías, complejos vitamínicos para aumentar la musculatura, actividad física al extremo.

Las redes sociales y los medios de comunicación fomentan esta búsqueda exacerbada de la belleza en donde si no sos lindo y estás glamoroso no podés subir la foto. Programas de televisión donde se muestran mujeres esbeltas y delgadísimas muestran una imagen idealizada de belleza que lleva a la comparación permanente entre como soy y cómo debería ser.

Claro que es lindo verse y sentirse bello, pero esto no debe llevarnos a poner en riesgo la salud mediante cirugías riesgosas, donde se usan productos de los que desconocemos los riesgos, dietas rigurosas o consumo de sustancias sin supervisión médica, mucho menos deben hacernos perder el foco de nuestra propia identidad personal como seres únicos e irrepetibles.

Y las preguntas son: ¿cómo fomentar la aceptación de la propia belleza en el seno de las familias? ¿cómo evitar que niños y adolescentes se sientan feos porque no tienen los ojos de tal color o el pelo de tal otro? ¿cómo prevenir que estos estándares de belleza impacten en la autoestima y la valoración de uno mismo?

Aquí les propongo algunas pautas para trabajar en la familia para poder crear en nuestros hijos una conciencia crítica sobre los estándares de belleza que propone la sociedad y ganar en autoestima.

  1. Fomentar la autoaceptación: enseñando a niños y adolescentes que cada uno es una persona única e irrepetible con una belleza propia, pero además enseñarles que lo exterior no determina quién soy y quién quiero llegar a ser.
  2. Ser modelos de autoestima para ellos, evitando comentarios negativos sobre el propio cuerpo.
  3. Educando en el vestir y actuar: no todo lo que está de moda favorece mi belleza ni promueve mi dignidad como persona. Mostrar más de la cuenta no es símbolo de belleza y hace perder conciencia sobre la propia intimidad. Además, algunas prendas o productos, como el maquillaje, se pueden usar a una determinada edad y no antes.
  4. La belleza debe ir de la mano de la salud: es bueno tener una alimentación saludable, lejos de los excesos, pero sin dejar de disfrutar de los placeres de la comida. Practicar un deporte o actividad física tiene innumerables beneficios para la salud del cuerpo y de la mente, promueve la socialización y ayuda a mantener un cuerpo saludable, pero no debe convertirse en una obsesión.
  5. Fomentar un ambiente positivo en donde se valoren aspectos como la lectura, el estudio, la empatía, las habilidades sociales, la solidaridad que, en definitiva, son aspectos de la vida que nos darán una vida plena y con vínculos sanos. Y en este sentido celebrar y resaltar sus logros en estos aspectos.

Teniendo en cuenta estos aspectos podremos desarrollar personalidades con una sana autoestima, capaces de valorarse y valorar a los otros por quienes son y no por su belleza.

La autora es licenciada en orientación familiar, docente de la Universidad Austral y coordinadora de “Protege tu corazón” sede Rafaela.

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