Discurso final de Bignone y el retorno de la democracia

La imagen de un general en decadencia de hace cuatro décadas cuando anunciaba la fecha de las elecciones y abría el tiempo para volver a reconstruir la institucionalidad como vía para la convivencia pacífica, retorna en esos días de desafíos profundos para renovar la voluntad por democracia como única forma de convivencia.

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Por Ricardo Miguel Fessia.- Sabíamos que algo iría a pasar ese lunes de febrero. El final era inminente y en los bares, los pasillos de las facultades, los cruces improvisados con algún conocido o con una vecina, el tema salía en forma espontánea. ¿Cuándo termina todo esto…? De qué forma era sabido; con elecciones libres para la restauración de una república democrática.

La presión de la civilidad no se podía más disimular. En la noche del 28 de febrero de 1983 el general Reynaldo Benito Bignone, presidente de facto, emitió un mensaje por medio de la cadena nacional en el que difundió las fechas de la rendición definitiva de aquella terrible dictadura que no se había conformado solo con la muerte y el horror, sino que había embarcado a todos en la más trasnochada aventura bélica de la Guerra de Malvinas con la grotesca idea que luego de ello se podrían redimir.

Recuerdo que en la pantalla apareció Bignone con traje civil, con mucha garrulería, voz impostada y gestos solemnes, sentado en un despacho de la Casa Rosada, apenas pasadas las 21 para anunciar que se cumplía con el compromiso de dar a conocer un calendario electoral para la tan reclamada salida electoral que permita la institucionalización de la nación.

“Deseo dirigirme esta noche al pueblo todo de la Nación Argentina, con el lenguaje sencillo y directo. Lo hago en cumplimiento del anuncio efectuado poco antes de finalizar 1982, en el sentido de que en el transcurso de este mes de febrero se daría a conocer al país el cronograma electoral. Hace poco más de ocho meses las Fuerzas Armadas decidieron que a más tardar en marzo de 1984 el país estaría con sus instituciones republicanas funcionando. Por las circunstancias vividas entonces el Ejército asumió esta decisión política y quien hoy habla comenzó el 1 de julio de 1982 a ejercer la primera magistratura. Junto con ese acto se produjo automáticamente el levantamiento de la veda política, y asistimos así, desde entonces, a una intensa actividad en el seno de esos instrumentos de la democracia que son los partidos políticos, y en el seno mismo de toda la Nación… Podemos decir hoy que estamos exactamente a mitad del camino para el acto más trascedente que nos conduzca a esa deseada institucionalización, los comicios. Y decimos que estamos a mitad del camino porque a los ocho meses transcurridos les agregamos ocho meses futuros y el domingo 30 de octubre del corriente año 1983 el país, la ciudadanía del país, decidirá con su voto quiénes serán las autoridades que rijan en el futuro su destino. Noventa días más tarde, el 30 de enero de 1984, en cumplimiento de aquel compromiso a que hice referencia –de las Fuerzas Armadas de la Nación- será entregado el poder a quienes resulten de todo ese proceso electoral”, sostuvo Bignone en su alocución que había sido graba algunas horas antes.

En su discurso, con pasajes melifluos, pretendía trabar cierta empatía con el pueblo al presentar el cronograma electoral como medio de fe del compromiso oportunamente adquirido en oportunidad de mantener un “diálogo fructífero” con los integrantes de la “multipartidaria”, esa virtuosa confluencia de los partidos políticos creada en 1981, que se presentaba como un solo bloque en multitudinarios actos para exponer la necesidad de lograr el gobierno civil. Desde las tribunas, con un mensaje claro y gran convocatoria se arrinconaba a la decadente dictadura que no tenía más que violencia para ofrecer.

La pretensión de Bignone era notoria por más disimulo que se quiera poner, casi siempre de forma grotesca. Deseaba hacer ver que se habían hecho acuerdos con esos dirigentes políticos y que cumplía con los compromisos. Era una forma de armar complicidades.

Muy lejos de establecer acuerdos y menos de urdir complicidades, la “multipartidaria” era la convocatoria del sector político detrás del alto objetivo de retornar a la democracia y le exigían a las Fuerzas Armadas una salida sin condicionamientos hacia la institucionalización del país.

De alguna forma y luego del desastre militar detrás de la recuperación de la soberanía territorial, en su primer mensaje como presidente, había dicho ese 1 de julio de 1982, “Asumo el gobierno con una misión clara y concreta: institucionalizar el país, a más tardar, en había marzo de 1984”. Ese plazo auto impuesto, ahora se adelantaba a enero del 84, dejando en evidencia el operativo retirada.

Sabemos que ello se adelantó más aún casi en la misma noche del 30 de octubre, cuando el ganador anunció que asumiría el 10 de diciembre, fecha de mucha simbología y que adelantaba, en buena medida, las acciones se concretaron como la CONADEP y el Juicio a las juntas.

Uno de los partidos políticos, la UCR convocó para el 16 de julio a la Federación de Box, de calle Castro Barros en el barrio de Caballito, a la civilidad que acudió en forma masiva y se tomó como el fin de la veda política. Por la mañana y a las apresuradas, en esa actitud bastarda de congraciarse, el Poder Ejecutivo publicó en el Boletín Oficial el decreto de levantamiento de la veda política.

El acto de la Federación de Box sirvió para que Alfonsín lanzara su candidatura a la presidencia y expuso su plan en un discurso que luego se convirtió en mito y repetía en cada pueblo y ciudad de la geografía argentina, concluyendo con una parte del preámbulo de la Constitución.

Con levantamiento formal o sin ello, la fuerza de la voluntad por la recuperación de los valores, era arrolladora y no se detendría en artilugios legales, más cuando provenía de la fuerza y no de la razón.

Luego se debió esperar la fecha del 4 de noviembre de 1982 para que los partidos políticos inicien la normalización interna comenzando por la afiliación de quienes deseaban formar parte de ellos y quedar inscriptos en los padrones para poder participar en los comicios interno necesarios para la elección de las autoridades partidarias. Todo el proceso finalizó en marzo de 1983.

El discurso del último dictador exudaba falacia ya que la “multipartidaria” emplazó a los usurpadores a que concretarse la convocatoria. Si bien en retirada, no dejaban de actuar con violencia y ello se pudo observar en oportunidad de la “marcha de la civilidad” convocada a la Plaza de Mayo del 16 de diciembre de 1982 en donde los efectivos policiales, con operatividad militar, reprimió en forma desmedida a diversos grupos. El integrante de uno de esos grupos, montado en un Ford Falcon, llegó a la plaza y en inmediaciones del Cabildo disparó con balas de plomo terminando con la vida de Dalmiro Flores, un obrero metalúrgico.

El anuncio motivaba cierta expectativa entre la gente solo para conocer la fecha concreta y la postura que revestiría; casi una curiosidad. La realidad se palpitaba en las calles y en ellas era un solo clamor: urgía la participación.

Si bien establecía el domingo 30 de octubre como fecha de los comicios todavía no estaba dictado el andamiaje legal con todos los plazos y cargos a cubrir. Producto de la improvisación -impronta que solo estuvo ausente en la represión- se debieron esperar varias semanas hasta que se “sancione” por parte de la “Comisión de asesoramiento legislativo”, institución abyecta creada para reemplazar al Poder Legislativo, que el 12 de julio de 1983 emitió la ley 22.847 que se publicó en el Boletín Oficial  el 14 de julio de 1983 con la firma de Bignone y Llamil Reston, ministro del Interior, para promulgarla.

En el texto se convocaba para el día 30 de octubre de 1983 a comicios generales para la elección de las autoridades de la Nación, las provincias y sus municipios, la Capital Federal y el Territorio Nacional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sud. (https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/ley-22847-195989/texto)

Todos recordábamos la bravata de Galtieri cuando en 1981 en un acto en el Colegio Militar, y ante la tropa formada, había dicho que “las urnas están bien guardadas y van a seguir bien guardadas…”. De inmediato, le respondieron “… que las vayan desempolvando porque las vamos a llenar de votos”. Cosa que ocurrió.

La imagen de un general en decadencia, Bignone, de hace cuatro décadas, cuando anunciaba la fecha de las elecciones y abría el tiempo para volver a reconstruir la institucionalidad como vía para la convivencia pacífica, retorna en esos días de desafíos profundos para renovar la voluntad por democracia como única forma de convivencia.

El autor es rafaelino, radicado en la ciudad de Santa Fe. Abogado, profesor titular ordinario en la UNL, funcionario judicial, ensayista.

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