De la provocación a la victimización

Por Emilio Grande (h.).- Pocas veces en la vasta historia cultural de nuestra ciudad una obra generó tanta repercusión en la ciudadanía local y a nivel nacional. Casos similares fueron la obra Lisístrata (1992) y la película «La última tentación de Cristo» (1996), en otros contextos sociales. A decir verdad, la mayoría de quienes cuestionan a la obra «Dios» no fue a verla, para así tener más elementos y analizar su contenido. «Constituye una ocasión perdida para entablar un diálogo creativo y evangélico con la cultura, pero si el film (en este caso la obra) tiene elementos falaces por motivos ideológicos es necesario criticar porque no ayuda al desarrollo humano», opinó el canadiense Lloyd Baugh (ex profesor de cine de la PUG) en una entrevista con este cronista en Roma en 1996. No es menos cierto que varios rafaelinos me confesaron que hace algunos años dejaron de asistir a las puestas en escena del festival de teatro porque la programación responde a los gustos y orientaciones personales de un par de personas (Mondino y Allasino) sobre sexualidad, desnudos, danza y ahora se sumó la campaña deliberada a favor de la legalización del aborto. A lo contado en mi crítica sobre esta obra profana (21/07/2018) sobre la ofensa al Papa con el abrazo de una pareja desnuda portando «pañuelos verdes» y a la Virgen María a quien también le pusieron un pañuelo, omití mencionar que dos imágenes de la Virgen explotaron ante el estupor de los presentes… ¿Será que no soportan que la madre de Jesús sea venerada y siga intercediendo a través de las distintas apariciones en el mundo? ¿Sabrán que Francisco abrió las puertas a los divorciados vueltos a casar y pidió el respeto a los homosexuales en la exhortación «Amoris laetitia»? Los organizadores del festival de teatro provienen del grupo transgresor «La Máscara», que empezó con un perfil «underground» y cuestionador del poder de turno (político, religioso, mediático), pero con el paso del tiempo se transformó en un poder hegemónico cerrado, que no admite críticas especialmente de sus pares dramaturgos y directores teatrales de Rafaela, por ejemplo definir los criterios de selección y la inclusión de más obras locales y de la zona. En este punto radica el punto neurálgico de la discusión política sobre el festival. A lo largo de estos 14 años, el Municipio confió demasiado en sus programadores y cometió el grave error de no ejercer cierto control al ser el responsable del evento sobre los contenidos… ¿Castellano y Sabellotti conocían previamente la trama de esta obra? Los defensores de «Dios» se aferran a la libertad de expresión artística, según establece el Pacto de San José de Costa Rica incorporado a la Constitución Nacional, pero este pacto también precisa el respeto a los derechos, a la reputación de los demás y la protección de la moral pública. ¿No tiene límites una obra teatral como existe en distintas situaciones de la vida? Pensando en la posibilidad del relevo de algunos responsables de la programación, ya abrieron el «paraguas» por los dichos del Intendente en orden a revisar el futuro festival del 2019. En cualquier nivel del Estado suelen cambiar funcionarios nacionales, provinciales o municipales, ¿sería descabellado que así sucediera en la Secretaría de Cultura y/o el Festival de teatro? Los organizadores fueron provocadores, confunden libertad con libertinaje y agravian injustamente a lo religioso; ahora quieren victimizarse…

Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 30 de julio de 2018.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *