Bicentenario de la defensa de Buenos Aires

Acto en el convento de Santa Catalina. ¿Quién hubiera imaginado en la Inglaterra de 1807, que la aventura del comodoro Popham de tomar Buenos Aires el año anterior, terminaría con la desastrosa derrota del mayor ejército que Gran Bretaña puso en América, luego de la guerra de la independencia de los Estados Unidos?

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El 5 de julio se celebran los doscientos años de la defensa de Buenos Aires ante el ataque inglés, que dio lugar a un sangriento combate. Precisamente uno de los lugares en que se desarrolló la lucha, el Convento de Santa Catalina, en Reconquista y Viamonte, ha sido elegido por la Academia Nacional de la Historia para conmemorar, conjuntamente con la Comisión Nacional de la Reconquista y la Defensa de Buenos Aires, aquella gesta.

A las 16 horas, con la participación del Regimiento de Patricios, se hará una ceremonia en el templo de Santa Catalina, donde pronunciará una homilía el presbítero Nicolás Sundblad, y hablarán el jefe de la compañía Defensa del Regimiento de Patricios, capitán Filippi, y el profesor Carlos M. Gelly y Obes, presidente de la Comisión mencionada.

Luego, en el coro bajo del convento tendrá lugar el acto académico, donde se entregarán los diplomas a los nuevos miembros de la Comisión, y a continuación, el presidente de la Academia Nacional de la Historia, Dr. César A. García Belsunce, hará uso de la palabra evocando los históricos sucesos y presentará la medalla conmemorativa acuñada por la Academia para esta ocación.

Los 200 años de la Defensa de Buenos Aires

¿Quién hubiera imaginado en la Inglaterra de 1807, que la aventura del comodoro Popham de tomar Buenos Aires el año anterior, terminaría con la desastrosa derrota del mayor ejército que Gran Bretaña puso en América, luego de la guerra de la independencia de los Estados Unidos?

Sin duda nadie, pese a que el entusiasmo que despertó la toma de Buenos Aires y la llegada del tesoro arrebatado al virrey Sobre Monte, se había enfriado algo cuando se supo que un marino francés al servicio de España, Santiago de Liniers, había recuperado la ciudad el 12 de agosto de 1806. Pero claro, las tropas de la “primera invasión” formaban una pequeña brigada y esta vez se disponía de un gran ejército, que ya había abatido los muros de Montevideo y que estaba dispuesto a vengar la ofensa del año anterior.

Pero Liniers no se había dormido sobre sus laureles. Conocía a los ingleses y sabía que volverían a la carga y por eso creó un ejército de voluntarios y transformó en militares a hacendados como M. Rodríguez, a comerciantes como Saavedra y Pueyrredon, a abogados como Belgrano, a ingenieros como Cerviño. Peninsulares y criollos, formaron un solo ejército, que sin, experiencia militar pero contando con su entusiasmo iba a enfrentar al nuevo invasor.

El 5 de julio de 1807, los británicos, tras haber dispersado dos días antes a esta fuerza bisoña, iniciaron el asalto, pero el ejército se había rehecho y con la ayuda del alcalde Álzaga se habían fortificado todas las calles centrales de la ciudad. Más de ocho horas duró el combate. Los ingleses lograron tomar el Retiro, pero fracasaron en todo el resto del frente, especialmente en Santo Domingo, donde rodeados, debieron rendirse. A las 3 y ½ de la tarde, se hizo el silencio. Los británicos habían perdido entre muertos, heridos y prisioneros, casi la mitad de sus fuerzas. Liniers les intimó rendición. El día siete se firmó la capitulación, con canje de prisioneros y el compromiso inglés de evacuar ambas orillas del río de la Plata. La intención de apoderarse militarmente del estuario había muerto para siempre.

Pero la victoria tuvo otros efectos. No sólo se había arrojado a los británicos, sino que se había depuesto al virrey Sobre Monte por inepto. El régimen colonial se resquebrajaba baso el peso de la voluntad popular y de la prueba de su poder. Si Liniers había comenzado la revolución con su reforma militar, la seguiría Cisneros con la reforma económica –el libre comercio- y se consumaría con la revolución política del 25 de mayo de 1810.

El triunfo de la Defensa, fue, bien puede decirse, la alborada de la emancipación.

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