1966: nefasto golpe de Estado

La novedad se refiere a la supuesta influencia de Perón en el infame acto. «Como argentino hubiera apoyado a todo hombre que pusiera fin a la corrupción del gobierno Illia”, opinó el General en una entrevista con el periodista Tomás Eloy Martínez.

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Por Ricardo Miguel Fessia.- Unos días ha, el periodista Claudio Escribano publicó en “La Nación” (28 de mayo de 2023) una extensa nota referida al golpe de Estado de 1966 en el que se destituyó el gobierno constitucional encabezado por Arturo Illia.

Sobre el tema se ha escrito bastante desde aquellos días hasta los nuestros, en forma sostenida. La novedad que incluye esta nota se refiere a la supuesta influencia del general Perón en el infame acto.

En cuanto a los antecedentes del caso concreto, hay por lo menos tres fuentes bastantes contundentes. La intervención de dirigencia gremial, concretamente de Vandor y Alonso en el mismo con acciones objetivas que favorecieron la asonada y su posterior beneficio con el tema de las obras sociales.

Otra referencia muy firme es el reportaje que Tomas Eloy Martínez le hiciera el general en Madrid y que se publicara en las páginas de “Primera Plana” donde la referencia es más que clara.

La tercera muestra son los archivos que en la residencia “17 de octubre” de Madrid se conservaron. En ella hay un cuaderno con los “Memorandums” que fueron escritos en los días del largo exilio del propio General. 

La comentada participación del propio mentor del “gran movimiento nacional y popular” era bastante conocida por lo que referimos, al menos entre la gente con un grado de preocupación en conocer los hechos.

Lo que aporta el periodista el 28 de mayo pasado, incluye algunos documentos a las sospechas generalizadas con términos de inconfundible autoría. Como en otras oportunidades, Perón muestra su preocupación el salvar a la “Patria que marcha peligrosamente hacia el abismo” de forma que hay que detener “a tiempo esa macha hacia el desastre”. Estos y otros tantos términos pertenecen al patrimonio escriturario e intelectual al mismo Juan Perón. Por otra parte la línea argumentativa no cambia en nada a los argumentos fuertes de 1930 y de 1943, precisamente sucesos en los que tuvo una participación, mucho más destacada en la última de las nombradas. 

Como en otras oportunidades se refería a la grave situación de la patria, en tanto que los datos objetivos refieren que los salarios de obreros y empleados eran más que dignos, no había deuda externa cero, había pleno empleo, las libertades estaban garantizadas y las universidades tenían el presupuesto más alto de la historia.

Para revertir esta situación, los trabajadores debían ponerse al frente de la empresa de salvación y por lo tanto sus dirigentes tendrían que articular lo necesario. En esta situación crítica, los compañeros debería dar el empujón definitivo para sacar “al viejo”.  

Imaginaba desde su residencia a las afueras de Madrid de calle Navalmanzano 5, protegida por un paredón de cinco metros, que los obreros estaban soliviantados y con paros generales. El objetivo era revertir a una nación arrodillada a los monopolios extranjeros, con multitudes de trabajadores sollozando por la hambruna ante la mirada deshumanizada de un puñado de oligarcas que sostienen una copa de champagne desde las ventanas de un club de elite.

Los dos operadores vernáculos eran Augusto Timoteo Vandor  -UOM- y José Alonso -SOIVA- que debían encabezar la cruzada contra el gobierno explotador. Cuando el acto de asunción del dictador Onganía, en la segunda fila de los invitados están, con sus mejores trajes, Vandor y Alonso. Ellos dos y en un ambiente de violencia que habían prohijado en forma permanente, caerán por las balas; el metalúrgico el 30 de junio de 1969 a manos del ENR en el “Operación Judas” y el trabajador de vestimenta el 27 de agosto de 1970 reivindicando el hecho el ERP.

El 26 de junio de 1966, era domingo y el general Perón estaba en su residencia y recibe la confirmación de que en dos días llegaría a Madrid el periodista de “Primera Plana”, Tomás Eloy Martínez, para concretar un reportaje. En la noche del martes 28 se concreta la reunión en las oficinas que tenía Jorge Antonio en el madrileño Paseo de la Castellana. En un pasaje de la larga conversación, el veterano leader le dice al periodista tucumano: “Para mí, éste es un movimiento simpático porque se acortó una situación que ya no podía continuar. Cada argentino sentía eso. Onganía puso término a una etapa de verdadera corrupción. Illia había detenido al país … Si el nuevo gobierno procede bien, triunfará. Es la última oportunidad de la Argentina para evitar que la guerra civil se transforme en la única salida. Simpatizo con el movimiento militar porque el nuevo gobierno puso coto a una situación catastrófica. Como argentino hubiera apoyado a todo hombre que pusiera fin a la corrupción del gobierno Illia”.

Se han encontrado en unos archivos de la residencia de Puerta de Hierro que guardaba Juan Domingo Perón un cuadernillo de varias páginas, todas unidas por broches en su margen izquierdo. Son memorándums escritos por él durante 1965 como resultado de consultas que recibía por aquellos días y respecto a la forma de concluir con el estado de cosas en la Argentina. Es cuidadoso con los términos, no hay acciones concretas y directas pero se habla de una situación que debería concluir indefectiblemente en un golpe militar. Fueron escritos en 1965 y en una parte se puede leer: “2°. – Me parece que en este momento, lo que debe interesarnos es la salvación de la patria que marcha peligrosamente hacia el abismo, Pocos argentinos se dan cuenta del grado de peligro que los amenaza si no se detiene a tiempo esta marcha hacia el desastre, Para ello es menester que todos nos pongamos de acuerdo para neutralizar, con medidas efectivas, las consecuencias de estos diez años sin gobierno y los efectos de los desatinados cometidos.

3°.-  Para ponernos de acuerdo es previo pacificar a la población en latente estado de lucha enconada, producida desde 1955 y provocada por la intemperancia. El revanchismo y el apasionamiento. Si no media esta pacificación previa, será inútil intentar nada y, para que esta pacificación pueda llegar paulatinamente, será indispensable que quién tenga el predicamento suficiente en los bandos en pugna, comiencen por desarmar la agresión que vive en sus espíritus, para interpretar con justeza y equidad la circunstancia que, aparte de la pasión, gravitan en la situación que promueve los enfrentamiento y las luchas en el mundo en que nos toca vivir”.

14°. – El problema argentino es eminentemente político porque, sin el concurso del pueblo, ningún gobierno puede desenvolverse en Argentina. El desastre económico y la anarquía social  son sólo consecuencias. Los que pretenden solucionar este problema con empréstitos o arreglos económicos y sociales, sin ir a las causas fundamentales del mismo, se pasaran la vida gastando en aspirina en una acción intrascendente, como resulta toda acción que intente solucionar las consecuencias subsistentes las causas que la ocasionan. De los tres gobiernos que sucedieron en estos diez años al Justicialismo, dos han sucumbido por causas políticas y una ha fracasado políticamente y se encuentra expuesto a seguir su misma suerte. Ninguno ha caído por razones económicas y sociales , a pesar que han vivido en pleno caos en tales aspectos. De lo que se infiere que lo que hay que arreglar es lo político buscando soluciones justas y ecuánimes porque nada estable se puede fundar en la simulación y en la injusticia”.

Este documento fue elaborado por el general días antes de que Isabel llegue al país y se reúna con varios dirigentes, tanto políticos como gremiales. No se puede ni afirmar ni negar que una copia del mismo haya circulado por algunos de ellos. Precisamente Isabel no se ha destacado ni por sus dotes de oradora ni por las de armadora política.

Los documentos desclasificados del Departamento de Estado, la CIA y la embajada norteamericana durante la presidencia de Arturo Illia, arrojan nuevas luces sobre el proceso que desembocó en su derrocamiento.

El 22 de mayo de 1966, más de un mes antes del golpe militar, el comandante del primer cuerpo de Ejército, general Julio Alsogaray, informó a los agentes de la CIA destacados en Buenos Aires, la fecha aproximada del golpe, el nombre de los oficiales involucrados y las características del nuevo gobierno. En el documento de la CIA fechado el 1° de junio, se señalaba además que Alsogaray confirmó el encuentro entre un emisario de los militares y Perón en Madrid. Los golpistas habrían intentado garantizar la neutralidad de Perón ante el levantamiento militar. Querían que ordene a sus seguidores no obstaculizar al nuevo gobierno. De acuerdo con el documento norteamericano, Perón se mostró predispuesto, pero puso cuatro condiciones: 1) que le sea restituido su grado de general; 2) que se le provea una pasaporte argentino que le permita viajar a Suiza; 3) que no haya persecuciones contra la clase obrera ni el sindicalismo; 4) que se considere su regreso a la Argentina, en algún momento en el futuro.

Algunos medios tributaban en esta línea. Desde esa tapa de la revista “Panorama” con una tortuga que representaba al presidente hasta el semanario “Confirmado” que a fines de 1965 (n° 34, 23 de diciembre) en un artículo de tono irónico relataba una noticia: “El viernes 1º de julio (1966), a las 8 de la mañana, Buenos Aires reiteraba su imagen de todos los días… A las 11, los comunicados fueron reemplazados por una proclama: Frente a la ineficacia de un gobierno que, luego de estancar el país, lo había llevado a la más grave crisis económica y financiera de su historia, promoviendo el caos social y quebrando la solidaridad nacional, las fuerzas armadas se habían hecho cargo del poder para asegurar la existencia misma de la Nación. Finalmente, a las dos de la tarde, se informaba escuetamente que un prestigioso jefe, retirado desde hace unos meses del servicio activo, había sido invitado por las autoridades militares a ocupar la jefatura del Estado. Los hechos, en realidad, podrán tener algunas variantes de detalle, pero una historia similar a ésa puede cortar en dos a 1966”. El periodista apenas si se equivocó por 72 horas. Siempre con el sentido de recuerdo, vale mencionar que el editor era Jacobo Timerman y el jefe de redacción era Horacio Verbitsky.

No todos los medios de comunicación acompañaron el proceso de desestabilización política. Diarios del interior como “El Liberal” de Santiago del Estero, “La Arena” de La Pampa, o “La Voz del Interior” en Córdoba, mantuvieron posiciones antigolpistas. Pero la campaña era muy fuerte en la prensa porteña, “La Nueva Provincia” de Bahía Blanca, algunos otros diarios provinciales como el “Diario de Cuyo” en San Juan, y asomaba en los florecientes canales de televisión. Un informativo breve pero muy visto: el “Reporter Esso”, promovido por la petrolera, provocaba la indignación de Illia, quien prefirió ser ridiculizado a violar la libertad de expresión.

El Gobierno había llegado con el respaldo del 25% del electorado y una proscripción: se había rechazado la fórmula “Vicente Solano Lina – Carlos Sylvestre Begnis”. Es cierto que en la historia contemporánea se entronizó una fórmula que logró el 22,25% de los votos y resultó segunda dentro de ese lema.

Claro que no pocos políticos opinaban sobre la situación. Recordamos ahora al ex presidente Arturo Frondizi que, ante los rumores de golpe, él que mejor que nadie sabía de ello y de las consecuencias, decía: “Lo que está por ocurrir es mucho más que un evento de esa naturaleza, ya que un golpe de Estado equivale a un cambio de hombres en el gobierno, mientras que lo que se avecina en mi país es una revolución nacional, que no será concretada exclusivamente por las Fuerzas Armadas, sino juntamente con todos los sectores de la vida nacional.” Remato su concepto, algunos días después, cuando el golpe se había consumado: “Esta revolución ha nacido con los objetivos establecidos por las nuevas generaciones”.

Frente a esa clase política decadente, el golpe militar significaba una operación de “eutanasia política”. La eutanasia distaba de ser sólo una metáfora: implicaba la disolución de los partidos políticos y su reemplazo por una elite compuesta por técnicos, militares y hombres de empresa. Estos nuevos administradores eran retratados como “jóvenes, dinámicos y eficaces”. Las declaraciones pasaron a los hechos y sobre las últimas horas del lunes 6 de junio se inició una huelga sindical por razones salariales, ´por el aumento del costo de vida y la financiación de las cajas de jubilaciones. Con gran olfato y escasos escrúpulos, ante el rumor de golpe los sindicatos buscaron acercarse a la cúpula del Ejército con el objeto de proteger a sus organizaciones. Tres días después se publicaban las declaraciones del embajador Lincoln Gordon, subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos que refería a su preocupación por la intranquilidad militar en la Argentina, y que había expresado su confianza que la situación no desembocará en la interrupción del orden constitucional.

El lunes 20 de junio se celebró el acto del Día de la Bandera, en Rosario, y comenzó a circular la versión de que había un “Memorándum” de las Fuerzas Armadas que le habían hecho llegar al Presidente de la Nación.

No había versión oficial pero la revista  “Confirmado” (año II, Nº 53, del 23 de junio de 1966) publicó un recuadro titulado “Los cinco tópicos” que en la volanta decía lo siguiente: “Un gobierno que no hizo nada en casi tres años, ¿cómo puede cumplir con este memorándum en nueve días?; uno de los generales de división que participó en la confección del documento no pudo menos que definir de este modo la inexorabilidad de un proceso. Los nueve días se cumplen mañana, viernes 24, en que los generales de división vuelven a reunirse en Buenos Aires para discutir el fin de la etapa llamada de “espera”, y considerar los pasos siguientes”.

Esos puntos que planteaban eran:

“- Son necesarios cambios en la orientación económica para aliviar las tensiones sociales;

– Son necesarias la proscripción del comunismo y medidas complementarias;

– Reestructuración de empresas estatales para disminuir el déficit y mejorar su funcionamiento;

– Existe preocupación por la situación universitaria y el avance de ideologías extremistas en los medios estudiantiles, y

– Es necesario que el peronismo sea ubicado dentro de la constitución y de las normas de la democracia, conforme lo estipula el Estatuto de los Partidos Políticos, pero no debe entenderse esto como proscripción u otra medida coercitiva, que sería anticonstitucional”. VII – En rigor, la CIA y la Political Section de la embajada norteamericana (organismo interno de la embajada, encargado de análisis políticos que posteriormente se remitían al Departamento de Estado) mostraban una mirada poco complaciente con los principales actores de la política argentina. Un documento de la embajada, fechado el 21 de mayo de 1966, caracterizaba al peronismo como “una red bizantina de alianzas cambiantes y doble discurso”. No era más amable la visión que se sostenía de los principales dirigentes radicales. Illia era caracterizado como un “honesto pero descolorido” médico y político de provincia; Ricardo Balbín era considerado como “el prototipo de un radical argentino: de clase media en sus gustos y vida personal, honesto, trabajador y algo provinciano en sus puntos de vista … Sus visiones sobre asuntos económicos parecen haber cambiado poco desde los días de Yrigoyen. No entiende cómo funciona el mundo ni la economía. Es en general amistoso con los pocos norteamericanos con los que tiene contacto, pero bajo esta cubierta de amistad subyace una densa capa de desconfianza”. De Arturo Frondizi, a su vez, un documento de setiembre de 1966 ironizaba sobre sus ardores revolucionarios a favor de Onganía.

A las 10 de la mañana del martes 28, el general Pistarini tomó la decisión de terminar con la presidencia de Arturo Umberto Illia. Previamente, relevó al comandante del Cuerpo II, general Caro, al enterarse que ese fin de semana había mantenido una reunión con los dirigentes peronistas Tecera del Franco, Serú García y su hermano Armando Caro, legislador salteño. El general Carlos A. Caro era cercano a los radicales y su detención –más el rumor de que Illia pensaba utilizar la cadena nacional para presentar su renuncia “al pueblo” y no “a los militares- adelantó en dos o tres días la fecha del golpe.

Las radios fueron tomadas por tropas del Ejército, lo mismo que los puntos neurálgicos del país. En la madrugada, en su tercera edición, La Nación publicó: “Para asegurar la tranquilidad pública ocupa el Ejército diversos lugares estratégicos”; “El Comando en Jefe informó que el doctor Illia ofreció la renuncia” y “Habrían emplazado al Poder Ejecutivo las fuerzas armadas”. El presidente Illia terminó siendo desalojado de la Casa de Gobierno por la Infantería de la Policía Federal y se fue en un taxi a la casa de su hermano Ricardo, en la localidad bonaerense de Martínez. Tras él, se abría una nueva etapa que muchos observaron con esperanza y que terminó en una gran tragedia.

Apenas pasadas las 10 de la mañana, el teniente general Pistarini lo llamó por teléfono a Onganía a su domicilio y le dijo: “Mi general, acá está todo en orden; el Doctor Illia se ha retirado, hay una manifestación de apoyo, pero esta todo en orden. De modo que lo invitamos a que venga a hacerse cargo”. Ongania pidió un “momentito” y les comento el mensaje a los que lo acompañaban, el general Eduardo Señorans y el coronel Juan Francisco “Tito” Guevara. Señorans en voz baja lo aconsejo: “Mi general, dígale que los miembros de la Junta Militar vengan a ofrecerle el cargo aquí a su casa”. Pistarini, ante las palabras y el pedido de Onganía, aceptó, y la respuesta del futuro presidente de facto fue: “Muy bien, los espero, que vengan los tres y vamos a conversar”.

Tras el golpe, Perón especuló con el comportamiento de los militares y ordenó “desensillar hasta que aclare”. De este modo, no les resultó traumático a los máximos referentes del sindicalismo peronista mostrarse en público con los golpistas.

Resulta claro que la dictadura militar agravó los peligros que pretendía conjurar. La misma elite –en algunos aspectos renovada- del poder económico respaldó a Onganía y avaló un nivel de violencia material y simbólica sobre la sociedad argentina: se clausuró el Parlamento y se prohibió la actividad de los partidos políticos, se expulsaron docentes universitarios y los bastones para reprimir las manifestaciones se trocaron por  las Itakas.

El 28 de julio, un documento confidencial del Departamento de Estado, informaba que Alvaro Alsogaray –embajador en Estados Unidos– intentaba convencer al senador demócrata Robert Kennedy y al republicano Jacob Javits, quienes a la sazón, habían criticado el golpe militar, que Onganía no era “el clásico dictador latinoamericano”. En alguna medida tenía razón: inauguró la era de las dictaduras fundacionales que, lejos de pretender reemplazar las instituciones de un modo provisorio, tal como lo fueron los anteriores golpes militares, se proponían la fundación de un nuevo régimen político, sin partidos políticos ni Parlamento. Así, el desprecio de militares, empresarios y banqueros por las virtudes de la democracia, contribuyó a fortalecer, en el imaginario de las nuevas organizaciones obreras y estudiantiles, la legitimación de la violencia popular: se fortaleció la idea de que revolución era el camino y ello provocó un desplazamiento de las reformas de las instituciones.

En una lectura moderna, algunos interpretan que “el General” en mucho superaba a los que lo precedieron y estaba lejos de recurrir al viejo y pedestre acto de golpear las puertas de los cuarteles, directamente es el que las abre. Su experiencia y observación la aportaban insumos necesarios para observar más allá de varios mediocres camaradas. El cuartelado era una práctica menor; ahora directamente se pasaba al “modo terrorismo de estado”. La criminal y aberrante práctica de “los comandantes” no fue más que la continuidad de las acciones para tratar a los enemigos -en particular Montoneros- que se había iniciado en las truculentas oficinas de Ministerio de Bienestar Social con la organización oficial llamada “AAA” o como se dispuso por un par de decretos de carácter reservado -261/75 de febrero de 1975 y el 2772 de octubre del mismo año- a los efectos de aniquilar el accionar. Con distintas versiones y modalidades, el camino estaba trazado.

El autor es rafaelino, radicado en la ciudad de Santa Fe. Abogado, profesor titular ordinario en la UNL, funcionario judicial, ensayista.

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1 thought on “1966: nefasto golpe de Estado

  1. Excelente nota. Una observación: Tengan en cuenta que muchas personas tienen dificultad en la lectura virtual, y en éste sentido sería conveniente colocar la lectura en audio al comienzo de la nota. Atte Pablo Camilo de San Clemente del Tuyú.

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