134º aniversario de la ciudad de Rafaela

Por Luis Alberto Fernández.- En el día de la ciudad de Rafaela expresamos una vez más con renovada esperanza y gratitud, nuestro deseo de continuar caminando, poniendo cada uno de nosotros su aporte, para que juntos como ciudadanos; desde los talentos confiados, sigamos construyendo esta parte de nuestra patria argentina. En la profecía de Nehemías la Palabra de Dios narraba como se había congregado todo el Pueblo a la escucha, y se reflejaban sentimientos de afecto, de hambre y sed de las enseñanzas, que son el sello, y lo que da identidad y es lo más genuino de la vida de los Pueblos, es decir: su origen, su fuente y su espíritu. Aquello que los acompañará e irá haciendo la historia de cada día, la vida y alma de una ciudad. En la Palabra recién proclamada: Esdras, el sacerdote del Antiguo Testamento, en nombre de todo el Pueblo bendijo al Señor; así también hoy nosotros bendecimos a Dios; y toda Rafaela lo hace porque es Templo, ya que Dios vive en la Ciudad. Un Dios que se hace cercano, manso y humilde, misericordioso y tierno, sabedor de las alegrías y esperanzas, así como de las angustias y tristezas, con las que se va edificando día a día una ciudad en lo más profundo, desde los cimientos puestos por aquellas 11 familias desde hace ciento treinta y cuatro años. Por eso estamos llamados a celebrar, a no estar tristes. Porque mirando la vida desde el amor infinito de Dios, cada día, aún los más difíciles, se hacen llevaderos; y los desafíos, se van asumiendo siempre con mentalidad realista y superadora. Anclada en ese espíritu de sacrificio y esfuerzo, Rafaela es una ciudad que es capaz de llevar adelante, sin excluir a nadie, la cultura del encuentro; donde lo múltiple y diverso no deprime ni aísla, tampoco se impone con prepotencia y fanatismo, y sin perder de vista sus raíces, desde la serenidad y confianza que va dando el mismo colectivo social, siendo protagonistas todos se anima a compartir con apertura solidaria, siempre creativa, que se puede en comunión y participación, crecer y madurar con sencillez y humildad, aportando entre todos sus habitantes, que se puede construir entre todos la Nación argentina. Cuando todos nos sentimos llamados (políticos, periodistas, docentes, los distintos credos y comisiones barriales, personal de la salud, etc.), hacemos la plenitud del todo, la ciudad que todos estamos llamados a construir juntos. Lo hacemos cooperando cada uno desde la vocación recibida, pero todos conscientes de que Dios es el que da el crecimiento a todo este maravilloso sueño que se va haciendo real, y que hoy con orgullo es la ciudad de Rafaela. Lo hacemos en las innumerables iniciativas a nivel cultural, tecnológico, en el arte, el deporte, en los obreros y empresarios, en la niñez sana y en familia, en la juventud alegre, trabajadora y que estudia, baila y canta. Lo hacemos en los ancianos que aportan lo más importante, que no sólo es la memoria, sino la sabiduría que les dieron la experiencia de años vividos, lo hacemos también en los barrios con sus propias identidades, que aportando y unidos sintiéndose parte; van todos formando una gran familia que anhela vivir con fidelidad y pasión, los principios de una vida honesta, y que sin perder sus orígenes se abre al mundo plural y diverso. Una ciudad que sólo se opone al descarte de las personas y a la discriminación, sintiéndose heredera de pueblos inmigrantes, que va respetando la dignidad de cada persona hasta descubrir en los otros, no solo un semejante, sino algo sagrado, alguien que me pertenece, y que junto a mi va construyendo la ciudad que hoy celebra su fiesta. Por esto hoy bendecimos a Dios; le damos gracias. Porque la vida de Jesús ha sido lo que nos ha guiado y acompañado hasta aquí, y le pedimos, nos ayude a continuar este sueño bello y hermoso que es la ciudad de Rafaela, su gente, sus familias, sus instituciones, y su vida. Este año de 2015 es la hora, es el tiempo de la historia en que tenemos que salir de los meros formalismos, que hasta nos pueden encerrar en viejos y antiguos rituales que creíamos superados para estos tiempos nuevos; anacronismos que con el correr del tiempo se han hecho como museos sin vida, de respetos exteriores, de palabras vacías, de fatalismos y miedos de otras épocas; de pensamientos cerrados fanáticos y prepotentes, hasta capaces de hacer mafias, de fiestas y alegrías tentadas a tener su fuente en corrupciones, como la droga, en idolatrías y orgías. Que un nuevo relativismo que se quiera imponer, nos recuerde, que gracias a Dios, Cambalache, fue un gran tango de Discépolo de 1934: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también. …Siglo veinte, cambalache, problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil. ¡Dale nomás, dale que va, que allá en el horno se vamo a encontrar! ¡No pienses más, tirate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao! Si es lo mismo el que labura noche y día como un buey que el que vive de las minas, que el que mata o el que cura o está fuera de la ley”. Por esto te rogamos Señor: “Sigue acompañándonos a hacer de Rafaela un Pueblo de ciudadanos comprometidos, danos la sabiduría que quiere seguir viviendo en la verdadera alegría del Espíritu traída por nuestros antepasados, creando siempre puentes entre los hombres. Que la esperanza nos impulse a que, como ciudad de Rafaela, pongamos entre todos esa nueva semilla que como Nación Argentina nos merecemos: la verdad, la justicia, la misericordia y la paz.”

El autor es el obispo de la diócesis de Rafaela, homilía pronunciada el 24/X/2015 en la Catedral San Rafael con motivo del 134° aniversario de la formación de Rafaela.

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