Sabato: los autores del autor

Tendríamos alguna aventura enorme, sin motivo y sin moraleja, como dice Mark Twain acerca de su Huckleberry Finn, o un cuento en el que la intensidad de los hechos superaría cualquier expectativa, como en Encender un fuego, de Jack London, justamente el relato elegido por Sabato para una de sus antologías. Antologías, por lo demás, expresamente dedicadas por él a los jóvenes. En eso no se equivocó.

Por Ignacio Navarro (Buenos Aires)

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Por Navarro, Ignacio.- Si bien se acercó a la atormentada oscuridad de Dostoyevski, Sabato eligió para las antologías autores como Melville, Conrad o London.Es posible que la mayoría de las veces que se hace un juicio acerca del escritor Ernesto Sabato, esa valoración responda más bien a su actuación cívica que a su obra literaria. Así, algunos adhieren a él incondicionalmente y otros lo descalifican sin la menor vacilación. Otros leen la obra. En general son jóvenes. O ya no lo son pero leyeron a Sabato durante su juventud. Luego, según el testimonio de casi todos estos lectores, el interés parece declinar, si bien quedan en la memoria pasajes de particular intensidad. Escribo estos pocos renglones para anotar una ocurrencia, muy discutible por cierto, pero que no me abandona desde mi lectura, precisamente juvenil, de Ernesto Sabato. Todo esquema es injusto, pero ayuda a una comprensión inicial. Anoto, esquemáticamente, que si uno recorre la obra narrativa de Sabato se da cuenta de su intención de ser una especie de Dostoyevski argentino. Se observa el intento por presentar, en cierto sentido, el Drama Existencial de la Patria: desde el destino trágico de próceres emblemáticos, pasando por la ceguera del arte y del amor desgarrados aquí, hasta el profético y apocalíptico mundo presente, en estas tierras, durante la década del setenta. Los autores citados en su obra ensayística profundizan esta sensación. Hay muchos; pero abundan Camus, Sartre, los rusos y esos (menos reflexivos) primos de los existencialistas: los surrealistas. Pero si uno mira los autores elegidos por Ernesto Sabato para las antologías que compuso, los autores a los que verdaderamente amó y quiso dar a conocer, no hay ni uno solo de los recién citados. Se trata, en cambio, de escritores que propenden más a la aventura y al encanto psicológico; grandes y profundos escritores, pero más convencidos del vigor de las acciones humanas que de las preguntas acerca del sentido de sus conflictos: Melville, Poe, Conrad (el Conrad de Gaspar Ruiz), Wells, Mark Twain, Stevenson, London. En la vida hay grandes decisiones, determinantes. (Quizás haya una sola.) A veces acertamos, a veces fallamos. Hacemos lo que podemos. Quizás Ernesto Sabato no haya dado con los instrumentos adecuados para labrar el mundo que intentó configurar. Acaso su decisión no fue la más atinada. ¿Lo hubiera sido en el caso de intentar ser Jack London, digamos, o Mark Twain, en vez de Dostoyevski? Nos hubiera dado un tipo de escritor que la Argentina todavía no ha producido. Tendríamos alguna aventura enorme, sin motivo y sin moraleja, como dice Mark Twain acerca de su Huckleberry Finn, o un cuento en el que la intensidad de los hechos superaría cualquier expectativa, como en Encender un fuego, de Jack London, justamente el relato elegido por Sabato para una de sus antologías. Antologías, por lo demás, expresamente dedicadas por él a los jóvenes. En eso no se equivocó.

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