Nadie perdió en la inexistente Misiones

El presidente Kirchner y todo su gabinete decidieron que Misiones no existe, por lo tanto no hubo derrota, y mucho menos un mensaje al que atender. Ni el presidente ni su gabinete, muchos de sus ministros afectos a la verborragia, emitieron una sola palabra al respecto.

Por María Herminia Grande

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Es muy común que niños de 4 ó 5 años jueguen con amigos invisibles, cuyo recuerdo tal vez los acompañe de por vida. Es muy normal que adolescentes “le corten el rostro” a un par de piel y hueso y le decreten a partir de ese momento su “inexistencia”, aunque tal vez cuando grandes recuerden el episodio con risas. Pero no es normal que los adultos convivan con amigos imaginarios o que decidan la “inexistencia” de otros, reales y concretos. El presidente Kirchner y todo su gabinete decidieron que Misiones no existe, por lo tanto no hubo derrota, y mucho menos un mensaje al que atender. Ni el presidente ni su gabinete, muchos de sus ministros afectos a la verborragia, emitieron una sola palabra al respecto. ¿Se puede gobernar sin realismo? ¿Se puede en democracia ignorar los mensajes que los ciudadanos emiten cuando votan? Una de las consignas lamentables de la dictadura, llevadas a la práctica, fue “el silencio es salud”. Resulta paradojal que sea justamente Kirchner quien haya callado esta semana, dado que uno de los ejes de su gobierno ha sido la lucha contra la noche oscura y silenciosa de aquel tiempo. La democracia indica que hay salud en el cuerpo social cuando un pueblo vota. Y mucho más cuando ese voto es sinónimo de dignidad. ¿No hubiese resultado mucho más humano para un presidente que se define a sí mismo como “un hombre común con errores y virtudes”, decir: “Señores, me equivoqué”? ¿No hubiese sido mucho más digno llamarlo al obispo Piña y reconocer su invalorable aporte a la salud democrática? Hubiese sido un digno gesto para un digno hombre. Y si de gestos hablamos, Misiones claudicó los sueños reeleccionistas del gobernador Fellner y se llevaría también las aspiraciones de su par bonaerense Solá. Lamentablemente para Argentina los errores que viene cometiendo su presidente parecen no tener fin. Privando de esta manera el ocuparse de traducir en calidad de vida para los argentinos, la bonanza del crecimiento económico que continúa. Los errores presidenciales no son patrimonio sólo del presidente Kirchner. Si no pregúntese ¿qué imagen se está mostrando al mundo en esta Cumbre Iberoamericana celebrada en Montevideo? Sin eufemismos: que todos están peleados con todos. Venezuela y Guatemala no pudieron acordar entre ellos su participación en el Consejo de Seguridad de la ONU. Chile está realizando un gasoducto con capitales asiáticos porque desconfía de la palabra argentina. Uruguay y Argentina han decidido lo peor: no hablarse, es decir romper con al abc de la diplomacia. Entre paréntesis, ¿es necesario recordar que los que se pelean son los gobiernos y no los pueblos? Una lectura rápida nos lleva a una rápida conclusión: las cumbres ya no llaman la atención porque no sirven. Si sólo se analiza esto, se mataría al mensajero. Las cumbres son un instrumento a las que hay que dotar de agenda y aunque parezca increíble recordarlo, de políticas. No se resuelven los temas ausentándose de las cumbres, no saludando al vecino. Enviando de compromiso a algún funcionario de menor jerarquía. De esta manera sólo queda en evidencia que el verdadero problema es el desarme del proceso integrador en donde todos los participantes de una u otra manera son responsables. Si se es miembro de este club de presidentes, para levantar al equipo hay que impartir propuestas precisas, poner el oído en la multiplicidad de conflictos bilaterales y regionales, y no hacer grandes discursos de integración a través de cartas sino llevar adelante políticas que hablen del convencimiento en el proceso que indica aceptar al otro, aún en el mayor de los disensos. En este club lo que falta es pasión. No puede haber agenda pacífica en una región con tantos problemas. Pero el tema no es clausurar el club o vaciarlo, sino trabajar mucho previamente para que cuando se llegue a la cumbre se puedan emitir documentos creíbles y practicables. Todo lo dicho hasta aquí puede ser refrendado si hablásemos del Mercosur, cuya cumbre de presidentes a realizarse en diciembre corre serio riesgo de no concretarse. Versiones fundadas mencionan que sería trasladada para los primeros meses de 2007. La solución no pasa por trasladar los problemas ganando unos meses, sino ganar mucho tiempo asumiendo los problemas y resolviéndolos. El domingo pasado Lula fue reelecto como presidente de Brasil, luego de no haber podido obtener mayoría en la primera vuelta. El motivo principal para ese traspié fueron los hechos de corrupción denunciados durante su gobierno y especialmente en los últimos días previos a la elección. Suena realmente increíble entonces que Lula en una entrevista a periodistas europeos realizada esta semana, haya respondido lo siguiente: “Una de las cosas que me enorgullecen es que mi primer mandato se haya caracterizado por una política de lucha contra la corrupción. Alguna vez he comentado con el ministro de Justicia que a medida que se descubren grupos de corruptos, la gente puede confundir el combate contra la corrupción con el surgimiento de ésta”. Lula al ganar no eligió el silencio como sí lo hizo Kirchner con Misiones. Pero igualmente le faltó humildad y verdad a su respuesta. O acaso hay que recordar cómo debió separar de sus cargos al ministro de Hacienda Antonio Palocci y a su jefe de campaña Ricardo Berzoini, por solo nombrar a dos. Pareciese que muchos de los presidentes latinoamericanos se sienten eviternos. Y en posesión de tal convicción confunden realidad con realismo mágico.

María Herminia Grande

Fuente: diario El Ciudadano, Rosario, 5 de noviembre de 2006.

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