Caso Marita Verón: la corrupción impide detener estos crímenes

Crezcamos en el compromiso solidario para que en la Argentina no haya opresión y esclavitud de nadie. La trata es sometimiento, violencia y horror. No lo olvidemos nunca. Abrazo a todas las mamás que, como Susana Trimarco, nos enfrentan con esta injusticia.

Por Jorge Eduardo Lozano

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Por Jorge Eduardo Lozano.- En estos días, muchos estuvimos atentos a la resolución de un juicio de larga data: el del secuestro de Marita Verón, que fue víctima de la trata de personas para comercio sexual.

Debería sonar a verdad de Perogrullo, pero en el siglo XXI todavía tenemos que insistir en que la vida humana, su valoración y cuidado son cuestiones de todos, porque somos humanos. Éste es un problema mundial: es el negocio que más dinero mueve después del tráfico de drogas y por encima del tráfico de armas. La corrupción y la complicidad son afinidades crueles que impiden detener estos crímenes.

La desinformación, la indiferencia y el silencio frente a la problemática aparecen como preocupaciones de la sociedad. Las víctimas suelen ser tan vulnerables : niños, mujeres y jóvenes que tampoco son acompañados de manera programática desde un sistema educativo que proponga fuertes valores que contribuyan al desarrollo auténtico de la persona.

Una visión de la sexualidad fundada en el hedonismo sumada a los resabios de la cultura machista, que denigra y rebaja a la mujer junto con la demanda permanente de los «clientes» del comercio sexual y la impunidad de estos prostituyentes sostienen este mercado criminal.

Pero distinguimos signos de esperanza: las manifestaciones en las que se resalta el valor de la persona y la dignidad de la mujer y la familia, las movilizaciones populares en reclamo de justicia y cumplimiento de las leyes, los esfuerzos de las autoridades que actúan con la rectitud moral y la dedicación que les corresponde para dotar a cada país de los instrumentos jurídicos para detener este comercio, capturar y castigar a quienes se benefician de él y contribuir a rehabilitar las víctimas, los canales de recepción de denuncias que van apareciendo, el servicio generoso de tantos que asumen el riesgo de trabajar en un campo minado, el trabajo en redes aunando esfuerzos.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Convención Internacional de los Derechos del Niño, las constituciones nacional y provinciales y los libros sagrados de las diversas religiones son tirados al retrete con cada niño o niña que es secuestrado y torturado para el comercio sexual.

Alentemos y felicitemos a los legisladores y funcionarios que con valentía asumen el compromiso de legislar y gobernar cuidando la vida. Crezcamos en el compromiso solidario para que en la Argentina no haya opresión y esclavitud de nadie. La trata es sometimiento, violencia y horror. No lo olvidemos nunca. Abrazo a todas las mamás que, como Susana Trimarco, nos enfrentan con esta injusticia.

El autor es obispo de Gualeguaychú.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 12 de diciembre de 2012.

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