Y “el Sur también existe”…

Bariloche es un paradigma de esta Argentina contradictoria que debiera ser uno de los países emergentes y se encuentra en la cola con muchos problemas sin resolver: exclusión social, inseguridad, rutas -algunas en mal estado como en La Pampa y Córdoba- construidas hace varias décadas, autoritarismo, la falta de respeto a la Constitución.

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Por Emilio Grande (h.).- Nuestro país es tan amplio y generoso en sus dimensiones y extensiones geográficas con su variedad de climas, suelos, costumbres y culturas que lo hacen casi único en su conformación morfológica.

Es impensable que con estas características naturales y sociales tan heterogéneas cuente con un 25/30% de pobreza estructural, estando concentrada en el Gran Buenos Aires: allí se acumula el 40% de la pobreza de Argentina y tiende a aumentar, como afirma Jorge Castro (“La pobreza, un escándalo material y moral”, La Nación, 10/1/13).

El grueso de la población se concentra en las provincias de la pampa húmeda: Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, con lo cual la gran parte del territorio nacional está casi despoblada o en vías de apropiación.

En este contexto, Benedicto XVI había definido a los obispos argentinos en Roma a la pobreza en el país como un “escándalo material y moral”. Esta dura afirmación sobre la Argentina, un país dotado de recursos materiales y humanos.

De vacaciones por el sur, uno puede observar y contemplar la vastedad de la naturaleza inconmensurable, bendecida por la mano celestial con sus valles, cerros adornados con nieves casi eternas, arboledas naturales como las de cipreses sumado a los pinos plantados por el hombre, los lagos con sus colores azules y profundidades de decenas de metros, los ríos de deshielo, los caminos de montaña. ¡Qué más se puede pedir…!

Bellezas del sur

Parafraseando un poema de Mario Benedetti “El Sur también existe” con un fuerte cuestionamiento al capitalismo del Norte, letra interpretada luego como canción por Joan Manuel Serrat (1986), el sur es la esperanza y la paciencia…

Esquel es una ciudad tranquila enclavada en un valle rodeada de montañas, con una población similar a Esperanza, con la diferencia que no hay semáforos, no tocan bocinas los conductores enojados y en las esquinas se respeta la prioridad al peatón como existe en otras latitudes del planeta.

Desde el punto de vista de atracciones turísticas están la laguna la Zeta, el río Percy, la pista de esquí La Hoya a 1.260 m, el Parque Nacional Los Alerces con una belleza sin igual con sus lagos, montañas, bosques y ríos.

En esta población distante a más de 2.000 km de Rafaela, algunos rafaelinos decidieron cambiar de latitud y clima mucho más agradable. Así hay apellidos conocidos como Passerini, Monay, Berra, Peralta, Casarín, entre otros.

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Como en otras ciudades, baños públicos en la plaza General San Martín de Esquel (Chubut).

A unos 60 km está el límite internacional con Chile: desde Trevelin -ciudad con inmigración galesa y sus tradicionales casas de té- hay unos 40 km de ripio y si se atraviesa el río Grande del lado chileno se denomina Futaleufú (río Grande en mapuche).

Al cruzar la frontera vuelve el pavimento con unos 10 km hasta la población de Futaleufú, cuyas edificaciones son casi todas de madera incluida la capilla, similar a lo que ocurre en la isla de Chiloé a la que se puede llegar en embarcaciones desde Chaitén o Puerto Montt.

Del lado chileno la vegetación es mucho más voluminosa con respecto a nuestro país, seguramente puede incidir el agua de los deshielos que buscan la bajante hacia el Océano Pacífico.

Caminando por la laguna de Futaleufú conversamos con quien fuera jefe de la Policía hace 17 años, actualmente radicado en la capital Santiago. Contó que en aquel tiempo era un pueblito de 400 habitantes -ahora hay unos 4.000 cuyo crecimiento se vio afectado por la erupción del volcán Chaitén-. Casi aislado del mundo, el que se enfermaba gravemente peligraba su vida por no disponer de los medios suficientes ni tampoco los caminos para un traslado urgente. Destacó la hermandad y el espíritu solidario que hubo y continúa entre chilenos y argentinos, especialmente por ser una zona limítrofe que se atenúa cuando no hay contactos directos sumados a los prejuicios.

En la mayoría de las construcciones, de ambos lados de la cordillera, las ventanas son solamente de vidrio y no tienen rejas, lo que está hablando que la inseguridad es casi inexistente o no constituye un problema serio.

Por diferentes causas el clima está cambiante en todos lados, inclusive en el sur de nuestro país: vivimos jornadas a puro sol de 30 grados sin humedad, al día siguiente con vientos patagónicos y descenso brusco de la temperatura, lluvias e inclusive nevadas en los cerros.

Los últimos días de las vacaciones hicimos una visita a San Carlos de Bariloche, convulsionada en los últimos tiempos por los saqueos cuyas consecuencias políticas determinaron la reciente suspensión de su intendente Omar Goye.

Del Bariloche que vi por última vez en 1985 en el viaje de quinto año, ha cambiado muchísimo en su crecimiento poblacional y de sus barrios. Algunas voces simplistas apuntan a terminar con la pobreza y exclusión en esta ciudad que recibe turismo nacional e internacional, inclusive en el verano.

Vuelvo al inicio de esta crónica. Bariloche es un paradigma de esta Argentina contradictoria que debiera ser uno de los países emergentes y se encuentra en la cola con muchos problemas sin resolver: exclusión social, inseguridad, rutas -algunas en mal estado como en La Pampa y Córdoba- construidas hace varias décadas, autoritarismo, la falta de respeto a la Constitución. Cada uno puede hacer su aporte…

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