Viernes Santo: “Resplandece el misterio de la cruz, el triunfo del amor sobre el pecado”

Testimonió hoy el sacerdote español Faustino Torralbo durante la homilía de la pasión del Señor en la Catedral, ceremonia realizada al aire libre ante un buen marco de público. “La liturgia de este día nos muestra el aspecto doloroso de la cruz”, agregó. Este sábado a las 20:00 la vigilia pascual será presidida por el obispo Luis Fernández.

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Por Emilio Grande (h.).- En el marco del triduo pascual, hoy se vivió el Viernes Santo para el mundo cristiano en el que se contempló la pasión del Señor, quien llevó a la cruz nuestros pecados y murió por la salvación de la humanidad de todos los tiempos. La celebración se dividió en tres partes: la liturgia de la palabra, la exaltación y adoración de la cruz, y la eucaristía.
En nuestra ciudad, las ochos parroquias realizaron las celebraciones durante la tarde en los distintos templos, siguiendo los protocolos sanitarios, especialmente con un límite de gente en el interior de las iglesias. Al mismo tiempo, durante todo el día cientos de rafaelinos realizaron la tradicional visita de las 7 iglesias a pie, en bicicleta, en motos y en autos, recordando los dolores de la Virgen María por la injusta y terrible pasión y muerte de su hijo Jesús.
En la Catedral San Rafael, la ceremonia tuvo lugar al aire libre con el altar montado en el atrio mientras la gente, que en buen número se dio cita, se ubicó en la vereda y las calles delante de la plaza 25 de Mayo. Fue presidida por el párroco Alejandro Mugna y concelebrada por el vicario Ariel Botto y el emérito Faustino Torralbo.

La pasión del Señor se realizó al aire libre en la Catedral San Rafael (fotos Diego Camusso).

Después de la proclamación del evangelio según san Juan (18, 1-19, 42) en el que se relata toda la pasión del Señor hasta su sepultura, la homilía estuvo a cargo del sacerdote español. A continuación se comparte el sermón verbalizado por Torralbo:
La liturgia de este día nos muestra el aspecto doloroso de la cruz, que aviva en nosotros el arrepentimiento y la compasión.
En el momento culminante de esta celebración se dará en la adoración de la cruz, se nos presentará la cruz como el madero en el que fue suspendido Cristo. En los cantos que acompañan esa adoración están también los improperios. Entre ellos Jesús se dirigió al hombre pecador, diciendo: “Pueblo mío, ¿qué te hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme”.
Es un momento altamente sugerente en la liturgia de este día de la Iglesia. Y quisiera recordar un soneto a Cristo Crucificado de santa Teresa de Avila:
“No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido; ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme al verte clavado en esa cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muéveme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor; y en tal manera que, aunque no hubiera cielo, yo te amara, y, aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera; pues, aunque cuanto espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera. Amén.”
Pero, cuando reflexionamos sobre este acontecimiento iluminados por el Espíritu Santo y la tradición cristiana antigua, no podemos detenernos aquí, en el dolor, en la compasión y en la compunción.
Para las primeras generaciones cristianas, la cruz no solamente era “el madero en el que Cristo fue suspendido”, sino “el madero sobre el que Cristo triunfó y reinó”.
Recordemos las palabras de Jesús, cuando hablaba de su inminente pasión: “Ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre va a ser glorificado” (Jn. 12, 28). En poco tiempo más se oyó una voz del cielo que decía: “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar” (Jn. 12, 28).
Y concluye Jesús diciendo: “y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn. 12, 32).
San Pablo en tiempos difíciles escribió: “Yo sólo me gloriaré en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí” (Gal. 6, 14).
El papa san León Magno (fallecido en el año 461) en el siglo V exclamaba: “¡Oh admirable poder de la cruz!, ¡oh inefable gloria de la pasión! Porque tu cruz es fuente de toda bendición, el origen de toda gracia; por ella los creyentes reciben “de la debilidad, la fuerza”, del “oprobio, la gloria” y de “la muerte, la vida”.
En este día debemos sumergirnos en el dolor de Cristo, dejarnos penetrar por el él, pero no detenernos allí. El dolor es sólo un signo; la realidad de lo significado es su amor por nosotros: “No hay amor más grande, que dar la vida por los amigos” (Jn. 15, 13), nos dijo. Y, así, “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna” (Jn. 3, 16). Y san Pablo dice: “Me amó y se entregó por mí” (Gal. 2, 20).
“¿Cómo no amar a quien tanto me amó?”, exclamaba san Buenaventura.
¡Hoy resplandece en toda la Iglesia el misterio de la cruz! El triunfo del amor sobre el pecado.

Vigilia pascual

Mientras este sábado es un día de silencio y oración por el duelo de sentir la ausencia de Jesús, por la noche celebraremos su resurrección, siendo una jornada en que los sentimientos de dolor se encuentran con la fiesta de la salvación.
Por este motivo, la vigilia pascual tendrá hoy dos celebraciones: a las 19:00 horas en la capilla de Lourdes al aire libre (frente a la plaza Honda) y a las 20:00 en la Catedral será presidida por el obispo Luis Fernández. En tanto, este domingo habrá cuatro misas en el templo mayor de la diócesis de Rafaela: a las 7:30, a las 9:00 y 11:00 (adentro) y a las 19:00 al aire libre.

Operativo deficiente

Como la ceremonia de la pasión del Señor se realizó al aire libre para que asistiera una mayor cantidad de público (que de hecho ocurrió así) para evitar el límite de 80 personas impuesto dentro del tempo, el operativo previsto no estuvo a la altura de las circunstancias. Se colocaron dos vallas al inicio de calle Belgrano y dos agentes municipales ubicados entre el cantero y la rotonda, pero no fue clausurada la primera cuadra de bulevar Yrigoyen del sector este, con lo cual hubo casi un permanente tránsito, que generó molestias al público que se ubicó por la sombra en la calle interna de la plaza y, al mismo tiempo, produjo ruidos perturbando una verdadera concentración para vivir intensamente esta ceremonia especial para los cristianos.

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