Una Europa del conocimiento: la apuesta necesaria

Reunirse para hablar de la universidad europea, institución que debiera ganarse el reconocimiento social de admiración, es una buena medida, urgente y precisa, sobre todo si es para poner imaginación e inteligencia en aras de encontrar el camino adecuado para la transmisión del conocimiento con el máximo consenso.

Por Víctor Corcoba Herrero (Granada, España)

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A finales del mes de abril, los ministros responsables de la enseñanza superior de cuarenta y seis países europeos, están dispuestos a formar cónclave en Bélgica para hacer balance de los logros del proceso de Bolonia, fijar una nueva agenda y acordar las prioridades del Espacio Europeo de Enseñanza Superior para la próxima década hasta 2020. Una veintena de países no europeos se suman también a la convención. La noticia es esperanzadora. Confiamos no morir en la desilusión. Sería tremendo. El guión universitario hace tiempo que juega un papel enfermizo, incapaz de ampliar las ventanas por las cuales vemos al mundo.

Es cierto que las universidades deben modernizarse socialmente e impregnarse de valor y de valía docente e investigadora. La sociedad va por delante de las instituciones de enseñanza superior, cuando menos debería ir a la par, prestando un servicio público esencial de calidad. Todavía en muchos países, inclúyase España, las enseñanzas no se sustentan en la investigación, ni se garantiza una competencia en condiciones de igualdad. Por desgracia, la politización y el amiguismo gobiernan algunas instituciones con un descaro impresionante. La transparencia en los procesos de contratación y promoción brilla por su ausencia. Es una pena que una institución, donde se genera sabiduría, se renuncie a la libertad, a nuestra calidad de personas, y con esto a todos los deberes de la humanidad.

Por otra parte, las universidades deben servir a la sociedad y máxime en un momento de dificultades como el actual. Han de ser el motor de la recuperación, capaces de responder a los desafíos que se nos presentan. Ninguna crisis puede sacrificar las inversiones de jóvenes investigadores. La apuesta debe ser decidida hacia una educación superior de calidad, promoviendo la internacionalización. Está bien que las universidades aboguen por una Europa del conocimiento, pero que lo sea de la erudición libre; estudio que ha de apoyarse sobre un conjunto de valores que es lo que en verdad dará fortaleza a una sociedad europeísta más humana y humanizadora.

De ninguna manera, las universidades pueden ser lugares arcaicos, deben ser innovadores, abiertos a la cooperación con el mundo del trabajo. Los universitarios no pueden seguir siendo los grandes derrotados de un mercado laboral competitivo y seguir acrecentando las bolsas del paro. ¿Para qué tanta formación que no forma para la vida, para ser persona independiente? Es tremendo este fallo, puesto que el objeto de la educación –como dijo Spencer- es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos, y no para se gobernados por los demás.

Desde luego, si queremos reformar las universidades europeas en la próxima década, que es lo que ha de ser el proceso de Bolonia, ha de exigirse una universidad abierta y conectada con la sociedad, capaz de transferir ese conocimiento más allá de los propios muros universitarios. El caso español es bien patente. Hay una desmembración total entre el sector productivo y las universidades que lideran el desarrollo científico. También demasiada homogeneidad en la oferta educativa e investigadora. Cada universidad debiera tener su propia especialización o singularidad para poder competir con los niveles de excelencia internacional.

Reunirse, pues, para hablar de la universidad europea, institución que debiera ganarse el reconocimiento social de admiración, es una buena medida, urgente y precisa, sobre todo si es para poner imaginación e inteligencia en aras de encontrar el camino adecuado para la transmisión del conocimiento con el máximo consenso. Y una vez reencontrado el paso, seguramente sabremos ver con más temple y mejor tino, qué enseñar y cómo enseñar en un mundo globalizado.

Víctor Corcoba Herrero corcoba@telefonica.net

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