“Una estrategia a largo plazo es mejor que la reelección”

Lo dice el politicólogo Daniel Zovatto.

Por Adrián Ventura

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“La Constitución nacional admite la reelección presidencial. Y en América latina hay una ola reeleccionista. Pero lo importante es recordar que las experiencias reeleccionistas en la región rara vez terminaron bien y los segundos mandatos son deslucidos. Lo prioritario, en la Argentina, pasa por el diseño e instrumentación de una visión estratégica de país a mediano y largo plazo.” En una entrevista, durante su breve estada en nuestro país, Daniel Zovatto, reconocido politicólogo argentino graduado en la Universidad de Harvard en gerenciamiento público y doctor por la Universidad Complutense de Madrid, habla desde la experiencia que tiene como director regional para América latina del Instituto Internacional para la Democracia (IDEA Internacional), organismo intergubernamental con sede en Estocolmo y con actuación en todo el mundo. A fines del año último, Zovatto presentó en el Senado de la Nación el último de sus catorce libros –“Las visiones de país importan”–, que escribió en coautoría con Pablo Guerrero, del Banco Mundial, y con Alvaro García, ex ministro de la Concertación de Chile. Ahora, en su nueva visita al país, Zovatto advierte sobre la conveniencia de que el Gobierno diseñe una política a largo plazo para impulsar una visión de país, y que esa política involucre “no sólo a un hombre o a un partido, sino a todos los líderes políticos y sociales”. -La Argentina arrancó el año hablando de la posible reelección del presidente Néstor Kirchner. ¿Cuál es su opinión? -Me parece contraproducente iniciar 2006 con este debate. Existen otras cuestiones más urgentes y estratégicas. Obviamente, un eventual intento de reelección de parte del presidente Kirchner en 2007 sería, en principio, acorde con la Constitución. Además, desde hace quince años hay, en América latina, una ola reeleccionista que ahora está cobrando nuevo impulso. El caso más reciente es el de Colombia, donde la Corte Constitucional, en agosto de 2005, autorizó y abrió el camino para la reelección inmediata del presidente Alvaro Uribe en los comicios de mayo próximo. Y Colombia no es un caso aislado. En la República Dominicana, la reelección inmediata fue vedada en 1994 y nuevamente implantada por el Congreso en 2002. Perú es el único país que, en la última década, marchó a contramano de esa tendencia, luego del régimen de Alberto Fujimori. Pero hay que aclarar algo: si bien más de dos terceras partes de los países de la región permiten la reelección, sólo cinco (la Argentina, Brasil, República Dominicana, Venezuela y ahora Colombia) la autorizan de forma inmediata. -¿Cuál fue la suerte de esas experiencias reeleccionistas? -Todas las reformas para permitir las reelecciones inmediatas tuvieron nombre y apellido: Menem en la Argentina, Cardoso en Brasil, Fujimori en Perú, Chávez en Venezuela, Mejía en República Dominicana, y ahora Uribe en Colombia. Y todas ellas se concretaron durante la presidencia de mandatarios interesados. El único que no lo logró fue Hipólito Mejía, en República Dominicana, quien fue derrotado por el actual presidente Leonel Fernández. En segundo lugar, hay que destacar el buen ejemplo que deja Chile sobre esta cuestión, donde Ricardo Lagos, si bien impulsó exitosamente una reforma constitucional que puso fin a la mayoría de los “enclaves autoritarios” de la Constitución de 1980 y acortó el mandato presidencial, no intentó incorporar la reelección inmediata en beneficio propio. Una decisión muy valiosa, teniendo en cuenta que la adoptó cuando goza de una altísima popularidad. La experiencia latinoamericana indica que la reelección refuerza la tendencia hacia el liderazgo personalista y hegemónico inherente al presidencialismo y que, por lo general, los segundos mandatos fueron de regular o mala calidad o, incluso, no concluyeron. -Hay otras experiencias históricas. -Sí, siete experiencias desde 1978 a la fecha confirman los argumentos acerca de sus peligros y defectos: la de Alfredo Stroessner en Paraguay, inconclusa como secuela del golpe de Estado de 1989, después de varias reelecciones sucesivas; la de Joaquín Balaguer en República Dominicana, cuyo último mandato fue acortado de cuatro a dos años como consecuencia del fraude cometido durante su última reelección, en 1994; la de Fujimori en Perú, inconclusa, debido a su fuga del país y posterior destitución por corrupción; la de Gonzalo Sánchez de Lozada, en Bolivia, que incluso habiendo sido reelecto en forma no inmediata tuvo que renunciar a la mitad de su período como consecuencia de su acelerado desgaste que sufrió; la de Carlos Menem, que concluyó su segundo mandato acosado por problemas económicos, alto desempleo y denuncias de corrupción, así como los mediocres segundos gobiernos de Carlos Andrés Pérez (inconcluso por destitución), y el de Rafael Caldera en Venezuela (estos dos últimos también casos de reelecciones no inmediatas). -Pero habrá habido alguna excepción. -El único ejemplo de reelección inmediata con un resultado aceptable fue el de Fernando Henrique Cardoso, en Brasil, pero su primer período fue más exitoso que el segundo. -Bueno, se viene con fuerza una ola reeleccionista. -Sí, nunca como ahora desde el retorno de la democracia en América latina (1978) tantos presidentes intentarán la reelección inmediata. En efecto, en los próximos dos años varios mandatarios actuales (Uribe en Colombia, Lula en Brasil, Chávez en Venezuela, y Kirchner en la Argentina) podrían buscar su reelección inmediata. Y otros ex presidentes también buscarán volver al poder vía la reelección alterna, como es el caso, entre otros, de Arias en Costa Rica, Alan García y Valentín Paniagua en Perú, Daniel Ortega en Nicaragua, entre otros. Esta fiebre reeleccionista es una mala noticia para una región, como la nuestra caracterizada por la debilidad institucional y la personalización creciente de la política. Además, refuerza el mal uso y abuso de los fondos públicos y le resta equidad a la contienda electoral. -Es difícil esperar que Kirchner, en medio de un crecimiento económico sostenido, renuncie a esa ilusión. -Es cierto. Ese es un logro que hay que reconocer, si bien debemos tener en cuenta el contexto internacional y regional favorable. Pero debe asegurarse la sustentabilidad del crecimiento, para evitar el llamado “vuelo de gallina”, es decir, los espasmos de crecimiento seguidos por aterrizajes torpes, tan recurrentes en nuestra historia. De ahí la importancia, en mi opinión, de que se inviertan todas las energías, no en este tema que puede desgastar y dividir, sino en dotar a la Argentina de una visión estratégica de país de mediano y largo plazo. El desarrollo nacional, como sabemos, es mucho más que el mero crecimiento económico; es un proceso de transformación de la sociedad, mediante el cual ésta desarrolla sus capacidades y su capital, con la consiguiente modificación institucional. -¿Qué lecciones deja la reciente elección en Chile? -Además de la comentada actitud de renunciamiento de Lagos, Chile muestra cuán importante es contar con políticas de Estado a largo plazo. No hay milagros. Además, la Concertación lleva 16 años en el poder y con Bachelet va a llegar a los 20 años. Se está instaurando allí un modelo similar al de Suecia, donde un partido, la centroizquierda, gobierna, y el otro partido controla, de tanto en tanto accede al poder, pero siempre apoya la estrategia de crecimiento. -¿Cuáles son los elementos para construir una visión estratégica de país? -En 2004, coorganizamos el Banco Mundial, la Cepal e IDEA Internacional, en Chile un foro con funcionarios gubernamentales, encargados de la formulación de políticas y otros expertos en desarrollo de los cinco continentes. La principal conclusión fue que la mayoría de los países que, durante las ultimas décadas, lograron las tasas más altas de desarrollo fueron aquellos que supieron desplegar una visión nacional estratégica de mediano y largo plazo. Las pruebas de la experiencia internacional muestran que un país es más exitoso cuanto mayor es el compromiso por parte de todos los actores políticos, económicos, sociales. Sólo con una visión de país estratégica y sostenida se puede cerrar la brecha entre el corto y el largo plazo, evitando el peligro de quedar atrapado en la miopía estratégica. -Sí, pero, ¿cómo se hace eso? -Hay que comprometer a todos los actores, para que el gobierno, el sector privado y los sindicatos trabajen juntos, para establecer una agenda que permita crecer con competitividad y distribuir los beneficios con equidad. Ese fue el modelo de España. Además, Finlandia nos da el ejemplo de que el Congreso debe ser una parte fundamental de esa agenda, porque allí el Parlamento creó un Comité para el Futuro, encargado de la aprobación y el seguimiento de los planes de desarrollo. La visión estratégica de país, lejos de ser la tarea de un solo hombre o de un solo partido, necesita del compromiso de toda la sociedad. -¿Puede decirse entonces que la Argentina se acerca al segundo centenario a ciegas? -Me temo que sí. La Argentina carece de una visión estratégica que goce de amplio consenso entre los diversos sectores. Es cierto que estos veintitrés años de democracia son un activo por preservar. Pero pese a los importantes avances que se han hecho en los años recientes, subsisten severos déficit, como la debilidad de nuestras instituciones y de nuestro sistema de partidos, una reforma política inconclusa, la anomia, la inseguridad jurídica y los elevados niveles de pobreza y de desigualdad social. No hemos logrado un fortalecimiento del Estado de Derecho, es decir, de lo que Bobbio describe como “la subordinación de todo poder al derecho, desde el nivel más bajo hasta el más alto”. -Y desaprovechamos algunos beneficios de la globalización. -Hay que tomar conciencia de que en el actual contexto de globalización no hay tiempo que perder. Debemos sacudirnos la miopía estratégica y el cortoplacismo. En primer lugar, la Argentina debe dejar atrás, definitivamente, tres maldiciones que la persiguen desde hace muchos años: tratar de refundar el país desde cero, cada cierto numero de años; creer en los “milagros”, es decir en los cambios sin esfuerzos, y tercero, la montaña rusa, caracterizada en lo económico por la secuencia crisis-reactivación-estancamiento y, en lo social y político, por el ciclo ilusión-desencanto-bronca. -Por momentos, en la Argentina avanza la creencia de que la globalización es negativa. -La globalización no es ni buena ni mala. Depende de cómo se la aproveche. Para los países de Asia del Este, que la han adoptado a su propio ritmo, con sus propias reglas y condiciones, significó un beneficio muy grande. Por el contrario, en la Argentina y la gran mayoría de los países de América latina produjo efectos muy graves. -Lo difícil es cómo cabalgar la ola. -Existe hoy un debate muy intenso al respecto. Thomas Friedman, corresponsal de temas internacionales de The New York Times, en su reciente libro The World is Flat: a Brief History of the 21st Century (El mundo es plano, una breve historia del siglo XXI), afirma que la tecnología está “aplanando” al mundo. Para Friedman, el inicio del siglo XXI no sólo será recordado por conflictos militares o acontecimientos políticos, sino por un “aplanamiento del mundo”. Todo se parecerá, vaticina, a Silicon Valley o Bangalore (India), lleno de ingenieros informáticos. Uno, gracias a la fibra óptica, puede innovar sin necesidad de emigrar. La fuerza impulsora hoy son los individuos, no los Estados ni las multinacionales, como en el pasado. -Pero Friedman es criticado. -Sí, porque su interpretación es monocausal. Además, ignora la importante y persistente gravitación de factores como religión y nacionalismo. Entre los principales críticos está el analista Richard Florida, quien en su artículo The World is Spiky (El mundo tiene un perfil aserrado) sostiene que si bien la globalización ha alterado el campo de juego económico, lo cierto es que lo ha vuelto más concentrado. Para este autor, la característica de nuestro tiempo no es un mundo más nivelado, sino uno “lleno de picos” (spiky), en el cual vemos un aumento de las tendencias que dividen a los países pobres de los países ricos. Y para demostrarlo, Florida analiza cuatro dimensiones: la concentración de la población en las ciudades; la concentración de la actividad económica en ciertas ciudades; el número de patentes (como medición de la innovación), y el número de citas científicas. -Florida explica que hay tres tipos de lugares económicos. -Sí. Los “picos” económicos, es decir unas muy pocas y casi insuperables ciudades, que generan innovaciones, que tienen la capacidad de atraer talentos de todas partes del mundo, crear productos y dar origen a industrias novedosas; las “colinas” económicas, ciudades que fabrican los bienes consolidados del mundo, atienden sus llamadas telefónicas y sirven de apoyo a sus motores de innovación, zonas que están sujetas a rápidos altibajos, son prósperas, pero también inseguras, y los vastos “valles”, es decir, los lugares escasamente conectados a la economía globalizada y con pocos prospectos inmediatos, como América latina. -Inquietante teoría. -Según Florida, el dominio de las urbes más productivas, de los “picos” es pasmoso. En producción económica, las diez áreas metropolitanas más importantes de Estados Unidos combinadas están sólo por debajo de ese país en su conjunto y de Japón. La economía de Nueva York es casi del tamaño de la de Rusia o de Brasil, y la de Chicago está a la par de la de Suecia. Juntas, las economías de Nueva York, Los Angeles, Chicago y Boston son más grandes que la de China. Si las áreas metropolitanas estadounidenses fuesen países conformarían el 47% de las cien economías más importantes del mundo. Con la concentración de las patentes ocurre otro tanto. De las 300.000 patentes de inventores residentes en más de cien naciones registradas en 2002, dos terceras partes se otorgaron a estadounidenses o japoneses, y el 85% a residentes en sólo cinco países (Japón, Estados Unidos, Corea del Sur, Alemania y Rusia). El resto del mundo registró apenas un 5%. Hoy, más de sesenta estados (casi un tercio del total mundial) son considerados “estados fallidos”, según un reciente estudio del Carnegie Endowment for Peace, casi una docena de los cuales (a mi juicio, de manera exagerada e incorrecta) son latinoamericanos. Si América latina no cambia de posición, se agravará la desigualdad y la inseguridad. Según un estudio del BID, en la región cada año son asesinadas 140.000 personas. Nuestra región es la más violenta del mundo con una media de 25,1 homicidios por cada 100.000 habitantes, muy superior a la media mundial (8,8), e incluso más alta que la de Africa (22,2). -¿Cómo debe obrar la Argentina? -Se debe crear un Estado fuerte y mejorar su capacidad de gestión; debe devolverse contenido y centralidad a la política, fortaleciendo los partidos (no la partidocracia) y mejorando la calidad del liderazgo; fortalecer la calidad institucional, el imperio de la ley y la lucha contra la corrupción. Ojalá el presidente Kirchner, aprovechando el buen momento económico, en lugar de buscar su reelección se decida a invertir toda su energía, su capital político y su alto nivel de apoyo público en convocar un acuerdo nacional que sirva de sustento a una visión de país de mediano y largo plazo. Así adquiriría la estatura de estadista.

Adrián Ventura

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 21 de enero de 2006.

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