Un señor llamado Roque (nota II)

Por Alcides Castagno.- Roque Fontanetto, abogado, defensor general hasta su jubilación porque rechazó sistemáticamente su promoción a Juez, es uno de esos ciudadanos necesarios, porque se necesitan los que den ejemplo de honestidad y amor al prójimo. Según su colega y amigo Jorge Platini, con un Roque Fontanetto cada mil habitantes el mundo sería distinto.

El valor del dinero

Para Roque el valor del dinero era sólo lo necesario para cubrir las necesidades propias y solucionar la carencia ajena. Alicia Arnold, vecina de su despacho en la Defensoría General, cuenta que muchas veces Roque pedía prestados unos pesos para devolverlos al día siguiente porque quería ayudar a alguien del norte que no tenía lo necesario para volver a su casa.
En los 80, tiempos de hiperinflación, el gobierno giraba, además del sueldo, un cheque adicional en compensación por la desvalorización de la moneda. Roque nunca lo aceptó. -Yo ya cobré mi sueldo-, decía y le daba el importe a sus compañeros de tribunales para que lo donen a alguna entidad, con la condición de que no se sepa la procedencia. Cuando con mucho esfuerzo lo convencieron de que ese dinero le correspondía y que su numerosa familia también necesitaba, aceptó quedarse con la mitad y seguir donando el resto.

El tango

En aquellos tiempos de bailes en Independiente, cuando sonaba una selección tanguera, era el primero en pararse y otear el horizonte del salón para orientar el cabeceo. Su baja estatura lo obligaba a ser selectivo con la pareja elegida. Cierta vez lo vi volver por el pasillo entre las mesas, muerto de risa. ¿Y? le pregunté extrañado. -Quise sacar a una que me pareció buena, pero cuando empezó a pararse no terminaba más, me ganó como Gardel “por una cabeza”, así que le pedí disculpas y me volví- dijo sin parar de reírse.
Una vez jubilado, dio con un grupo que se reunía en la Sociedad Suiza y a todos les gustaba el tango. Roque se sumó y aportó sus conocimientos de la danza para hacer de instructor. El grupo fue bautizado “Club Luna de Arrabal”. “A las sesiones iba él con mamá y cuatro hermanas. Bailaba con las cinco, era incansable”, cuenta Carolina. Se levantaba los sábados y domingos a la madrugada para practicar pasos, cortes y quebradas.
El tango para Roque no era sólo danza. Además de gustarlo escuchando, se sabía letras completas que recitaba acompañadas del correspondiente tono aporteñado. Y además, tengo entre manos algunas letras, en parte mecanografiadas, en parte manuscritas, con letras de tango y de vals que en algún momento escribió: “Tus Ojos”, “Conversión”, “Busco la luz”. Era Roque un autor con la timidez necesaria para mantener en reserva sus arranques de poeta arrabalero.

Instituciones

Tribunales de tiempo completo, frontón, jardín, paseos con la familia, tangos… ¿podía quedarle algún tiempo para participar activamente en instituciones de bien público? La respuesta es sí. Durante 17 años participó en Cáritas y durante 12 la dirigió. Su colega y amigo Jorge Platini lo acompañó en la tarea de recibir y clasificar donaciones, cargarlas en auto, en camioneta, o donde cupieran y llevarlas al extremo norte de la provincia, controlar su destino y volver para seguir el servicio al prójimo. De cuando en cuando, junto a Omar Vecchioli y el padre José Tacca, recorrían los pueblos de la zona para organizar filiales de Cáritas que les ayuden a ayudar.
Otra de las instituciones que tuvieron su aporte ha sido “Veo por Ti” y “Alcohólicos Anónimos”. Hurgando en los archivos del Obispado, encontró la donación que Francisco Peretti había hecho de la Granja con una finalidad específica. Nuevamente junto a Vecchioli le dieron forma para concretar la donación y puesta en marcha.

Roque, no doctor

-Permiso, doctor… -Roque, no doctor. -Buen día, señor… -Roque, no señor. El Señor está en el cielo, yo sigo por aquí. En la lógica de los grandes, no caben las distinciones “Ubi lex non distinguit, nec nos distinguere debemus”.
Un domingo en el frontón su mano derecha se negaba a manejar bien la paleta. Cosa rara. Poquito después quiso dibujar su complicada firma y no pudo. El examen médico detectó una presencia extraña en el cerebro, allí donde los generosos elaboran sus acciones, donde surgen los consuelos y se difunden las verdades. El médico fue duro y preciso: tres meses de vida. Alcanzó a bailar apenas el vals en la graduación de su hija Alexia, la menor.
El 14 de Marzo de 2002, con 64 años, abandonó las realidades cotidianas en viaje hacia la trascendencia. El P. Alcides Suppo sentenció: fue un santo laical.
Su perra Coker, que se acostó junto a su lecho durante los últimos tiempos, gimió un día entero cuando lo llevaron, y nunca más volvió a la habitación.
Silvia, la gran mujer que acompañó al gran hombre, tiene hoy a sus nueve hijos para encontrar consuelo. Todavía no lo han logrado.
Si alguna vez alguna calle de la ciudad llevara su nombre, deberá conducir hacia donde viven los más necesitados; será una simbólica llegada cotidiana del que tanto pensó en ellos, un señor llamado Roque.

Fuente: https://diariocastellanos.com.ar/2021/01/

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