Un presente incierto

por Víctor Corcoba Herrero (Granada)

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La atmósfera supera todas las oscilaciones posibles: Europa entra en coma. África se la comen los gobernantes corruptos. América, un continente con un gran patrimonio de recursos, los grupos de poder pasan de la redistribución. En Asia y el Pacífico, mientras unos gozan del beneficio del desarrollo tecnológico, otro se ven forzosamente obligados a modernas formas de esclavitud… La humanidad vive en un continuo caos de despropósitos, instalados en un presente incierto. La siembra de conflictos está en doquier esquina y en, cada lugar, la desigualdad es un hecho que amortaja el sosiego. Así no se puede caminar hacia desarrollo alguno. El mundo se nos queda chico, y en todas partes, se nos achica la libertad. Hay que estar con los ojos bien abiertos ante tanta tentación de manipuladores. Ahí está la gran paradoja de España; la que es tierra de María y océano de místicos, dividida y desorientada. Eso de poner en venta la familia, lo que ha sido heredad de siglos y que pertenece al patrimonio de la humanidad, es la mayor de las tragicomedias actuales. Hay valores que no pueden someterse al capricho del gobierno de turno. El verso naciente en la edificación de la vida parte de una comunión conyugal, algo que es determinante e insustituible. En poesía, cuando se confunde la rima, el poema se destroza. Igual sucede con la familia, su verdadera identidad del matrimonio, es la que es y será caótico si nos dejamos caer en una aparente y falsa modernidad que nos rompa la vida. No es cuestión de creencias o no creencias. Según el designio de la propia naturaleza, todo está versificado a una complementariedad original de amor: de un padre y una madre. Hacer del matrimonio una farsa es como declarar la guerra a la vida que se nos dona. No tiene precedentes en nuestra historia humana. El valor de la familia ha sido compartido desde la eternidad por fieles de todas las religiones y por gentes de todas las culturas. Ese clamor popular de que la familia sí importa, debiera hacer reflexionar a todas las personas responsables, extensivo a todos los poderes del Estado, puesto que dejar de asegurar a la familia su papel de lugar primario de humanización de la persona y de la sociedad, es una necedad que pasará factura a las nuevas generaciones. Lavarse las manos como Pilatos, considero, que no es de recibo ante la bestialidad de leyes contrarias a la ley natural. El pueblo sale a la calle, se manifiesta de diversos modos. Pongamos el oído. Lo que pide es de justicia para que se haga justicia. No se puede equiparar lo que por naturaleza es singular. Tampoco adulterar los derechos del niño a tener una madre y un padre, en concordancia con la vida misma que así lo exige. Faltan poéticas proteccionistas a la familia y sobran políticas engañosas. Los padres todavía no tienen libertad para decidir sobre la educación de sus hijos y, en particular, para responsabilizarse de su formación moral, cívica y religiosa. Habría que emplearse a fondo a cumplir y hacer cumplir un ordenamiento jurídico que garantice el respeto a la vida humana en su integridad, tan esencialmente unido al matrimonio y la familia. Sin duda, porque el apoyo al linaje, es una medida básica de la salud de un pueblo, todas las energías son pocas para no fenecer como animales enloquecidos, sin crecimiento humano alguno, bajo el diluvio aplastante de soledad, en complicidad con las permisivas salvajadas. Hacer de un puro orden, que se nos ha legado, un necio desorden; no es de ley, en la ley del universo; ni tampoco norma, en la normalidad de la existencia.

Víctor Corcoba Herrero

corcoba@telefonica.net

El autor vive en Granada (España) y envió este artículo especialmente a la página www.sabado100.com.ar.

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