Un país enfermo de intolerancia

Frente a una oposición política ausente y la debilidad del Congreso nacional, recae sobre la Justicia y la libertad de prensa la misión de hacer de contrapeso del poder.

Por Adrián Ventura

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La intolerancia política sólo puede tener remedio con mayores dosis de libertad de prensa y un buen desempeño de la Justicia.

La Argentina está enferma de odios rancios y de problemas actuales irresueltos. Y la clase política, todavía inmadura, no está dando la respuesta más apropiada.


Hay, en estos días, señales claras de que esa intolerancia está presente en los principales momentos de la vida política.

Algunos antagonismos tienen raíces en los lejanos y anacrónicos años setenta que el Gobierno se empeña en revivir. Haber encarado los juicios por los delitos de lesa humanidad responsabilizando sólo a uno de los dos bandos aleja al país de la reconciliación.

Haber revitalizado ese período histórico como una estrategia de discurso político, sin que el Estado haya tomado recaudos para darles seguridad a los protagonistas de esas historias hace que hoy se cumpla un mes de la desaparición de Julio López, sin que nadie se acuerde prácticamente del asunto.

Pero hay otros enfrentamientos que, aunque se enmascaran en hechos del pasado, tienen raíces recientes.

Ayer, por ejemplo, se revivió la muerte de Juan Perón, ocurrida en 1974, con un acto que fue usado como excusa para que sectores dirigentes diriman sus enfrentamientos actuales. Y algunos inadaptados recurrieron a la violencia, como lo hicieron la semana última varios barrabravas en el Hospital Francés, sin que nadie esté detenido.

Así, también, un sector de la Iglesia pretende erigirse en Misiones como referente institucional para frenar el proyecto reeleccionista, pero el diputado kirchnerista Carlos Kunkel acusa a los obispos de ser profetas del odio y de no haber defendido los derechos humanos durante los setenta. En realidad, quiere disimular la pretensión de un gobernador de perpetuarse en el poder.


Frente a una oposición política ausente y la debilidad del Congreso nacional, recae sobre la Justicia y la libertad de prensa la misión de hacer de contrapeso del poder.

Por eso, no es inocuo que el Gobierno quiera mantener márgenes para presionar a algunos medios de comunicación -por ejemplo, mediante distribución arbitraria de la publicidad oficial- o que pueda inmiscuirse en la independencia de los jueces.

El país necesita avanzar hacia mayores niveles de desarrollo y de igualdad social, mejorar su cultura política y ser más previsible y seguro.

Hoy, en cambio, se debate entre los pasados años setenta, que algún sector se empeña en desempolvar a medias tintas, y una política confusa. La Argentina se empeña en ser una caricatura.

Por Adrián Ventura aventura@lanacion.com.ar

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 18 de octubre de 2006.

El autor estará en Rafaela en los próximos días para dar una charla.

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