Un jurista por la libertad de prensa

Por José Claudio Escribano

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Se reproducen a continuación las palabras con las que fue presentado ayer el doctor Gregorio Badeni como miembro de la Academia Nacional de Periodismo.

No hay otro jurista con trayectoria más extensa y específicamente aplicada al estudio de las cuestiones vinculadas con el ejercicio de la libertad de prensa en la Argentina que el doctor Gregorio Badeni. Me honra y me halaga la circunstancia de tener que presentarlo en esta sesión pública de su incorporación a la Academia Nacional de Periodismo. Recuerdo la feliz coincidencia de que, en algún momento de los años ochenta, otro maestro del Derecho, Alberto Spota, hubiera intervenido para relacionarnos y que esto derivara en el comienzo de una colaboración valiosísima, que se prolonga hasta estos días, del doctor Badeni con la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas, de la que es asesor. A pesar de los años transcurridos desde que pude aquilatar de manera personal la versación jurídica y el compromiso vigoroso de Badeni con el sistema de valores sobre los que se articula la defensa de un periodismo libre, debo decir que nuestro flamante académico sigue sorprendiéndome de manera admirativa. No se trata sólo de las aptitudes de quien se desplaza con destreza entre el Derecho Constitucional, el Derecho Administrativo y otras áreas concretas de la teoría y la doctrina jurisprudenciales y se manifiesta compenetrado tanto de las corrientes del pensamiento occidental más afirmadas en el Derecho como de las escuelas que procuran renovar esta disciplina esencial del Humanismo. Se trata, también, de la desbordante capacidad de estudio y de trabajo, del infatigable trajín que le ha permitido estar siempre a disposición de quien requiera su concurso a fin de oponer un alegato eficaz al maltrato del derecho cívico de expresarse sin trabas. Se trata, de igual forma, de la velocidad con la cual una enjundiosa respuesta del doctor Badeni ha estado invariablemente a disposición del medio de comunicación o del periodista que haya acudido a él en consulta, por hechos que importaban un desmedro de preceptos consagrados en la gran Constitución liberal de 1853-1860. Tres veces académico –primero, de Ciencias Morales y Políticas, de la que es presidente; luego, de Derecho y Ciencias Sociales y, ahora, de Periodismo–, la versación jurídica de Badeni llamó la atención desde que presentó la tesis titulada La opinión pública para su doctorado en Derecho. El tribunal examinador, integrado por las relevantes figuras de Juan R. Aguirre Lanari, Germán Bidart Campos y Alberto Rodríguez Galán, calificó la obra de diez sobresaliente y la recomendó al Premio Facultad. El tribunal se fundó “en la originalidad de los puntos de vista desarrollados, la precisión con que han sido expuestos, los sólidos fundamentos donde existe una apreciación personal que se advierte por medio de las citas y de las críticas que formula a alguna de ellas, así como por una metodología de rigor científico que permite la visión integral del tema y un análisis exhaustivo del mismo”. La incorporación a la Academia Nacional de Periodismo de este catedrático, experto en cuestiones constitucionales y que ha llevado al libro, como parte de una profusa obra intelectual, las pormenorizadas reflexiones contenidas en el Tratado de libertad de prensa, reconforta a sus pares ante los nuevos riesgos que acechan a la plenitud de la libertad de expresión en la Argentina. Pocas voces más apropiadas, pocas perspectivas más enriquecidas por el dominio vasto de todos los temas legales concernientes al periodismo que las de quien hoy recibe nuestra bienvenida cálida. Hay, por parte de los poderes públicos, incomprensión y desconfianza respecto del papel que debe cumplir la prensa, sea libre o partidaria, doctrinaria o meramente informativa. Una Justicia con algunos bolsones de adocenamiento camaleónico, que cambia de coloratura al vaivén de los vientos políticos –y aun antes, porque si algo le sobra es un sentido perverso de la orientación–, se ha prestado más de una vez a un juego siniestro con la prensa y sus protagonistas. El objetivo último de estas prestaciones ha sido degradar la credibilidad pública del periodismo incómodo para los gobernantes de turno. Cuando los gobiernos se caracterizan por la intolerancia, la prensa opositora irrita y la prensa independiente desconcierta. Y es más: al ser ésta renuente a las seducciones, se la adscribe a las filas descalificables de la oposición, como si no fuera legítimo en una democracia constitucional tener, después de todo, ideas, sentimientos e intereses distintos –e, inclusive, a contramano– de los de una mayoría circunstancial. Nada digamos de lo que sucede en las dictaduras marxistas, populistas y teocráticas de antigua y de reciente aparición en el mundo, pero con historial común en la negación de la prensa libre y en la consideración de que el hombre es instrumento de un destino inmodificable. Era común en el pasado que los peligros para la prensa provinieran de intentos de asesinato, de arrestos de periodistas o de la disposición de silenciar emisoras o de clausurar diarios, como ocurrió aquel nefasto día de 1950, en que de un plumazo se cerraron más de un centenar de publicaciones en el territorio argentino. Hoy se han perfeccionado, con procedimientos más sutiles, los métodos para afectar a la prensa rebelde a sujeciones obsecuentes, según se comprueba en tantas partes del orbe. Para eso alcanza con funcionarios y jueces serviciales con gobernantes poco o nada republicanos. Por añadidura, en tiempos en que las plataformas digitales y los medios audiovisuales han pasado a cumplir papeles relevantes en el mundo de la información y de las comunicaciones, en tiempos, digo, en que más que propietarios de medios de masas en los términos del viejo Código Civil hay licenciatarios de un espacio en el bien público que es el éter, el Estado dispone, más que nunca, de instrumentos eficaces para premiar o castigar de acuerdo con las conveniencias facciosas de quienes disponen en su nombre Esas manipulaciones prebendarias se consuman por medio de regulaciones configuradas a la medida del carácter sinuoso o del carácter complaciente de los beneficiarios. En una institución fundada para velar por la vigencia plena de la libertad de prensa y de todas las delicadas cuestiones que le son conexas, no dudo de que el doctor Gregorio Badeni seguirá haciendo contribuciones necesarias para la defensa del interés general y de los nobles propósitos que justifican la existencia del ámbito que nos congrega.

Fuente: diario La Nación, 28 de octubre de 2005.

El autor disertó en Rafaela en mayo de 2004, organizado por el Círculo de la Prensa de Rafaela.

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