Terrorismo y periodismo, aspectos éticos

Entrevista con Giovanni Tridente, autor del ensayo recién publicado en italiano “Ataque a la información. Una aproximación ética a la cobertura mediática del terrorismo”.

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ROMA, viernes, 16 febrero 2007 (ZENIT.org).- ¿Cómo hay que informar sobre terrorismo? ¿Es lícito dar voz a los comunicados de los terroristas?

Son preguntas a las que trata de responder Giovanni Tridente, autor del ensayo recién publicado en italiano «Ataque a la información. Una aproximación ética a la cobertura mediática del terrorismo» («Attacco all’informazione. Un approccio etico alla copertura mediatica del terrorismo», editorial Apollinare Studi).

Zenit se ha dirigido a Tridente, que está acabando el doctorado de investigación en comunicación institucional, en la Universidad Pontificia Santa Cruz de Roma, para conocer mejor las consecuencias éticas de la cobertura mediática de los acontecimientos terroristas.

–Usted se pregunta hasta qué punto el periodista debe prestar voz a quien fomenta el odio. ¿Tiene ya una respuesta?

–Tridente: Un periodista se alinea con los sembradores de muerte cada vez que se sitúa de modo acrítico frente a la noticia terrorista; cuando, por pereza o por supuestas reglas del hacer información, omite contextualizar el contenido que ofrece a los propios lectores; retransmite tal cual, sin una atenta y documentada verificación de las fuentes y sin realizar ningún tipo de corte, los comunicados o las reivindicaciones de los terroristas.

En síntesis extrema, todas aquellas veces que deja de lado la actitud responsable al propio trabajo, sin tener en cuenta las implicaciones en cuanto a consecuencias negativas, incluso psicológicas, a las que expone a los propios destinatarios.

–¿Cómo habría que cubrir periodísticamente el terrorismo?

–Tridente: Sobre todo, contextualizando el evento. En el caso de comunicados de los terroristas, deberían ser reescritos con una nueva terminología, eliminando posibles mensajes en clave y lenguajes «batalleros».

Además, hay que ponerse del lado de las víctimas, disminuir el alcance violento de las acciones terroristas evitado el sensacionalismo, relegar tales noticias a las páginas internas dándoles poquísimo espacio, y favorecer una información que promueva la conciencia antiterrorista.

En el caso de las imágenes televisivas, habría que redimensionar la espectacularización de los servicios, evitando mostrar escenas de sangre o cuerpos martirizados.

–«Está bien que el periodista confíe sobre todo en la propia conciencia, tenga muy presente el “concepto de persona” y los “valores humanos”», dice usted. El problema es que no todos tienen el mismo concepto de persona y valores humanos…

–Tridente: Creo que todos pueden converger sobre el hecho de que en cualquier ámbito de la existencia ya no se puede hablar de hombres como si fueran números o cosas.

La historia nos enseña desde hace tiempo el aspecto trágico de semejante mentalidad. El concepto de persona al que me refiero es el que considera el ser humano siempre como fin y medida, y nunca como medio o instrumento en las manos de pocos elegidos.

Por esto estoy de acuerdo con el Consejo Pontificio de Comunicaciones Sociales, cuando en un documento afirma que «la comunicación debería hacerse por personas en beneficio del desarrollo integral de otras personas».

–Usted apela a la «corrección» y a la responsabilidad. ¿Qué entiende por ambas?

–Tridente: Ante todo, es bueno comprender que el trabajo del periodista no acaba cuando el periódico va a la rotativa o cuando se emite el servicio televisivo.

Más bien en ese momento comienza… Comienza cuando llega a manos del lector o a los ojos del telespectador. Sólo después se podrá comprender si se ha hecho un buen trabajo.

Y el trabajo bien hecho dependerá de la honestidad con la que se ha actuado, si se han tenido en cuenta las propias acciones y si se ha trabajado exclusivamente por un bien compartido.

Esto requiere prudencia y una orientación sincera a favor de la salvaguarda de los derechos de la verdad y de los deberes que todos tenemos ante la sociedad.

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