Sudamérica: nuevos anuncios

Se trata del editorial de la revista “Ciudad nueva”.

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La elección del presidente Evo Morales en Bolivia y de Michelle Bachelet en Chile, confirma una tendencia que, con sus matices, se ha ido consolidando en estos últimos años con la llegada al poder de grupos políticos con un discurso crítico al camino recorrido por el modelo neoliberal auspiciado por el así llamado “Consenso de Washington”. Si bien no se puede hablar de un bloque homogéneo, y mucho menos de un resurgimiento de la “izquierda setentista”, pues un análisis más profundo de estos proyectos revela sustanciales diferencias, es evidente que los gobiernos de Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y Bolivia están realizando una fuerte apuesta a una gestión basada en la necesidad imperiosa de una mayor justicia social, la lucha contra los mecanismos de exclusión y la pobreza provocada por la concentración de la riqueza y la desigualdad social. Se constata, además, el gran apoyo popular inicial cosechado por estas propuestas. En Brasil, dicho apoyo no ha sufrido una merma considerable, pese al escándalo que conmovió al gobierno el año pasado. En algunos casos, esta apuesta consolida un proceso. Sucede en Chile, donde la coalición de centro izquierda, la “Concertación”, gobierna el país desde el retorno a la democracia en 1989. Tampoco se puede decir que la preocupación por la justicia social sea estrictamente una novedad en Uruguay. Pero hay otros aspectos importantes a destacar: la elección de Evo Morales también anuncia un cambio sustancial en el peso político y en la afirmación de los derechos de los pueblos y las culturas indígenas; la presencia de Michelle Bachelet habla de una nueva consideración del rol de la mujer en la política. Más allá de evidentes y a veces profundas diferencias, como las que aparecen entre los socios del Mercosur, es cierto que esta gran coincidencia sobre la prioridad de la política sobre la economía, y sobre las cuestiones sociales, tiene la posibilidad de otorgar un diferente y mayor peso político a América del Sur. La decisión de Brasil y Argentina de cancelar la deuda con el FMI -más allá de lo que se pueda cuestionar sobre todo a nivel de principios-, indica que algo se mueve en esta dirección. Lo mismo puede decirse respecto del ingreso en el Mercosur de Venezuela, y la posible inversión en materia energética entre el país caribeño, Brasil y Argentina. Es éste un dato importante en la actual coyuntura internacional, donde los bloques regionales corren con mayores chances. El tiempo y la experiencia dirán cuánto de estos proyectos se transformarán en realidad, atacando la endémica pobreza del subcontinente. Sin embargo, nos parece importante formular algunas acotaciones acerca de este nuevo escenario. En primer lugar, creemos que será sumamente difícil remontar la cuesta de la igualdad social sin una importante “inversión” en democracia. Es decir, sin fortalecer la democracia, en especial donde son más evidentes las señales de desgaste. En este sentido, es un ejemplo el de Chile: el ex presidente Ricardo Lagos terminó su mandato con más del 70% de apoyo popular, sin que rozara su cabeza la idea de volver a postularse. Esto habla de madurez de las instituciones y de capacidad, mediante políticas de Estado, de dar continuidad a las propuestas sin supeditarlas a la continuidad de las personas. En segundo lugar, en la mayoría de estos proyectos políticos se aprecia una visión “estatalista” que la economía globalizada ha puesto en crisis, hasta en democracias más estables y evolucionadas como las europeas, sin lograr una alternativa más eficiente. Una cosa es recuperar la función irrenunciable del Estado como árbitro imparcial de la redistribución de la riqueza y garante del funcionamiento de las instituciones democráticas; una función que el eslogan neoliberal “cuanto menos Estado, mejor” llevó a niveles inaceptables de ausencia, con todo lo que eso ha significado para los sectores menos protegidos de la sociedad. Pero otra cosa es volver a un modelo superado, que en una sociedad postindustrial no está en condiciones de responder a todas las expectativas. Es un desafío que estos gobiernos deberán resolver. Pero al encararlo convendría tener presente la búsqueda de una alternativa que jerarquizara el rol que puede desempeñar en este contexto la sociedad civil, también en el plano económico. De todas formas, estamos frente a procesos que convendrá seguir atentamente.

Fuente: revista Ciudad Nueva, marzo de 2006, número 464.

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