Soberbia y soja: ahí está la explicación

Más de un millón de votos menos que en 2007 podrían condenar a la Presidenta a una segunda vuelta de infierno en las presidenciales. Es la más significativa lección que dejaron los comicios de Santa Fe, mucho más importante que la derrota de un candidato condenado a la derrota . El fenómeno de Del Sel es la prueba de que el voto rural buscó una alternativa más confiable que los peronistas y que hasta los propios socialistas.

Por Joaquín Morales Solá (Buenos Aires)

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Por Joaquín Morales Solá.- La política se notificó de que la suerte de Agustín Rossi estaba echada el día en que Carlos Reutemann se alejó de él y del kirchnerismo. No porque Reutemann cuente con capacidad para dar vuelta una elección en su provincia, sino porque tiene un olfato especial para predecir el humor de los santafecinos. Algo le decía que su amigo Miguel del Sel estaba a punto de convertirse en un fenómeno electoral, aunque quizá nunca imaginó la noche de espanto que les esperaba a los socialistas. Es la misma percepción que llevó a Reutemann a alejarse de esta elección; sabe que las heridas abiertas en 2008 por las confiscatorias retenciones a la soja no han cicatrizado. El kirchnerismo hizo todo lo contrario y pecó, como suele pecar asiduamente, de soberbia. Rossi es un hombre leal a sus líderes y un político componedor, pero le tocó ser la cara más visible de la defensa de aquella embestida del kirchnerismo contra la Argentina rural. Rossi y el kirchnerismo confirmaron ayer a Reutemann: la profunda crisis del gobierno nacional con los productores rurales vive ahora sólo una tensa tregua, no una reconciliación. De hecho, la derrota de Rossi se convirtió en una paliza electoral, sobre todo en el interior sojero. El peronismo perdió ayer en Santa Fe casi el 50% de los votos que había conseguido hace sólo dos años. El precedente no es bueno para el proyecto de reelección de Cristina Kirchner ; en 2007 fue elegida con el voto masivo de los productores rurales, a los que vapuleó tres meses después de acceder al poder. La irrupción de Miguel del Sel como segundo candidato mejor votado, que quedó casi junto al socialista Antonio Bonfatti y muy lejos del tercero, Rossi, es, sobre todo, la expresión del profundo anhelo de renovación política de los argentinos. Del Sel es un actor que hace política, aunque él diga que no la hace. Criticado injustamente por haber llegado al centro de la política desde los teatros de la porteña calle Corrientes, demostró que puede simplificar una idea abarcadora en una frase corta. ¿Es eso no hacer política? Es hacerla de otro modo, nada más. La diferencia de Del Sel con los socialistas y con Rossi es mucho más amplia que la que aparece en los números si se comparan estructuras y recursos. Desde 1983, el peronismo santafecino siempre gobernó la provincia con la sola excepción de los últimos cuatro años, que están bajo la administración de la alianza socialista-radical. La estructura peronista en Santa Fe es, por lo tanto, fenomenal. Rossi es, además, un hijo dilecto del kirchnerismo nacional, que lo dejó solo, es cierto, pero que no le retaceó recursos. Los socialistas tienen el gobierno provincial y eso significa ya, por sí solo, el dominio de una enorme estructura. Están aliados con los radicales, que tienen su propia y poderosa estructura. Del Sel no tiene estructura ni recursos. Es sólo un hombre popular que llegó a la fama por caminos propios. En la más que excelente elección que hizo Del Sel debieron influir también los resultados de la Capital y el amplio triunfo reciente del macrismo. ¿Por qué negarle a Mauricio Macri la intuición precisa de haberle ofrecido a Del Sel, en las vísperas de la última Navidad, la candidatura a gobernador? ¿Por qué seguir despreciando esa idea que resultó exitosa y por la que nadie daba nada al principio de todo? Del Sel le puso a Macri, en aquella primera conversación entre ellos, una sola condición: nunca se haría cargo de la corrupción de nadie ni la justificaría. Venía decepcionado por otro amigo personal, un importante gobernador kirchnerista, al que entrevió con más dinero que el que podía explicar. Sea como sea, Macri extendió ayer su influencia capitalina a otro de los cuatro grandes distritos electorales del país. No será candidato a presidente esta vez, pero la política no podrá prescindir de él después de octubre. Una vieja anécdota cuenta que Néstor Kirchner dio instrucciones en 2007 para que los peronistas no permitieran el triunfo de los socialistas en las elecciones de gobernador. “¿Por qué tanta bronca contra ellos si podrían ser nuestros aliados?”, le preguntó uno de sus principales operadores políticos. Respuesta de Kirchner: “No. No deben llegar al gobierno provincial, porque no roban y son buenos administradores. No se irán nunca”. Cierto o no, los socialistas pudieron conservar, no sin un miedo postrero de infarto, el liderazgo de Santa Fe. Por momentos, creyeron que a la provincia se la llevaba Del Sel, al que siempre vieron como un inexperto recién llegado a la política. Falta establecer cómo influirán las empatadas elecciones de ayer en la candidatura presidencial de Hermes Binner. Sin embargo, los socialistas también han pagado un precio caro por sus vacilaciones o por sus ambigüedades en el largo conflicto con el campo. También apoyaron al gobierno nacional en el Congreso en muchas de las decisiones más polémicas de Cristina Kirchner. En todas las mesas de la sojera Venado Tuerto ganó Del Sel; los socialistas salieron segundos y Rossi fue arrasado. Venado Tuerto es un solo ejemplo, pero lo mismo sucedió en casi todo el interior. El socialismo se recuperó de una agonía casi terminal con la buena elección que hizo en Rosario. Cristina Kirchner tiene sólo 20 días, hasta el 14 de agosto, para resolver un conflicto político y social que no quiso solucionar durante más de tres años. Existe un triángulo sojero que abarca las zonas más ricas de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. No comprende a las grandes capitales provinciales, sino al interior rico en producción rural. Según especialistas electorales, ahí viven 1.200.000 electores de la Argentina, que en 2007 votaron masivamente a Cristina Kirchner. Quizás no sentían identificación política ni ideológica con ella, pero se sentían cómodos con la marcha de la economía. En 2008, cuando estalló el escándalo por la resolución 125, se divorciaron de la Presidenta de la peor manera. Cristina Kirchner debe desde ayer a Guillermo Moreno, y a su propia persistencia en el error, la peor derrota en la historia del peronismo en Santa Fe. La pregunta que nadie puede contestar es qué harán esos votantes el 14 de agosto o el 23 de octubre. Los muestreos de las encuestas suelen tomar pequeños segmentos sociales para sacar conclusiones nacionales. Los productores rurales son callados y no hablan casi nunca con los encuestadores, que siguen naufragando en un fracaso estrepitoso. Un conflicto mayor emerge cuando se advierte que ese bloque de votos rurales parece actuar en conjunto y casi sin fisuras. Las confusiones son peores que los errores: ayer quedó claro que el problema del interior rural es con la Presidenta y no sólo con Rossi. ¿Cómo explicar, si no, que María Eugenia Bielsa, primera candidata a diputada provincial, que tiene su propia personalidad alejada del fanatismo kirchnerista, haya hecho una elección abismalmente mejor que el kirchnerista Rossi? Más de un millón de votos menos que en 2007 podrían condenar a la Presidenta a una segunda vuelta de infierno en las presidenciales. Esa es la más significativa lección que dejaron ayer los comicios de Santa Fe, mucho más importante que la derrota de un candidato condenado a la derrota . El fenómeno de Del Sel es, en ese sentido, la prueba de que el voto rural buscó una alternativa más confiable que los peronistas y que hasta los propios socialistas. Es el voto escondido de un país muy alejado de la estrepitosa vidriera kirchnerista de la Capital.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 25 de julio de 2011.

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