“Sentí como un llamado de Dios que te toma toda tu persona”

Expresa Alcides Suppo en una entrevista. Al cumplir 75 años presentó su renuncia como párroco de Guadalupe, en la que está desde su creación en 1983. Lleva casi 45 años de cura. Vivió los cambios en la Iglesia con el Concilio Vaticano II en un contexto especial en el país y el mundo. Afirma que se está pasando de una Iglesia menos clerical hacia otra más laical.

Por Emilio Grande (h.)

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El 30 de enero último el presbítero Alcides Suppo cumplió 75 años y por ese motivo presentó la renuncia como párroco de Guadalupe al obispo Carlos Franzini la que fue aceptada, según establece el Derecho Canónico. Al mismo tiempo, la citada parroquia cumplió anteayer 25 años de su creación y Suppo seguirá como administrador parroquial hasta el domingo 11 de abril cuando sea reemplazado por Gustavo Zurbriggen también como administrador parroquial -seguirá como párroco de la Catedral San Rafael- y Mauro Canalis como vicario parroquial y luego se sumará Gustavo Giorgis (será ordenado el 16 de abril), ambos como vicarios en las dos parroquias. Suppo seguirá asesorando a la Asociación Civil Vistiéndonos de Sol con los servicios de recuperación de adictos a través del Hogar “El hijo pródigo” (Estrada 628), el Hogar Simeón (barrio Barranquitas), el periódico “Signos de esperanza” y la FM Fe (93,3) “Mensajera de vida” (Rosario y Avellaneda) que ya está saliendo al aire. Nació en la localidad de Saguier -donde está el santuario de la Virgen del Milagro-, siendo sus padres Rosa Marchisone y Juan Bautista Suppo (fallecidos), teniendo dos hermanas Onelia y Clelia, con esta última vive en calle Chacabuco 159 de esta ciudad, donde funciona también la citada asociación. Ingresó al entonces seminario de Guadalupe en Santa Fe en 1955 y fue ordenado sacerdote el 3 de abril de 1965, ceremonia que presidió el primer obispo diocesano Vicente Zazpe en su pueblo natal. Previamente, el diaconado lo estuvo ejerciendo en Villa Minetti (departamento 9 de Julio). Una vez ordenado cura fue vicario parroquial de Ceres (1965-67) y en Tostado (1967-1974). Luego monseñor Antonio Brasca lo designó secretario canciller, cargo que siguió cuando falleció el segundo obispo diocesano en 1976 y Zazpe fue designado administrador diocesano, continuando con la llegada de Jorge Casaretto a la Diócesis el 19 de marzo 1977. Entre 1977 y 1981 estudió la licenciatura en Teología Espiritual en el Pontificio Instituto de Espiritualidad Teresianum en Roma. A su regreso a Rafaela fue vicario parroquial de Catedral. A partir del 16 de marzo de 1983 fue designado párroco de Guadalupe, siendo canciller del obispo Héctor Romero, función que continuó con Franzini hasta que presentó su renuncia. “A los sacerdotes nos tocó vivir tiempos difíciles e inquietantes porque teníamos un cambio enorme en el mundo y se produjeron algunos acontecimientos que tienen todavía influencia hoy como por ejemplo el mayo francés del 68 en la historia de la cultura occidental y la revolución sexual. También en la Iglesia frente a los desafíos de los tiempos nuevos y con el papa Juan XXIII comenzó un concilio (vaticano II) que terminó Pablo VI con una serie de formulaciones para el diálogo con el mundo, en una época que era de mucho optimismo, con grandes líderes, que permitía pensar en tiempos mejores como Kennedy en Estados Unidos, Jrushchov en Rusia”, expresa Suppo a este cronista. Y agrega: “También estaban las ideologías de aquel entonces como el marxismo y en la Iglesia se formulaba la Teología de la Liberación. Además, los cambios en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II (CVII) de 1962-65 va poniendo en marcha y creando un clima de esperanza. Eran tiempos turbulentos”.

-¿Cómo era el contexto nacional? -Tuvimos a los militares a partir del 24 de marzo de 1976 con muchos muertos de ambas partes, enfrentamientos con la guerrilla, violencia y todo eso influyó porque la mayoría de la gente que estaba en la lucha contra los militares eran jóvenes y muchos de ellos hijos de la Iglesia, que se entusiasmaron con cambiar el país y las estructuras a partir de su compromiso cristiano. Una gran mayoría de los sacerdotes que teníamos contacto con los jóvenes quedamos implicados en esa situación.

-¿Cuáles fueron los secretos del ministerio para mantenerte fiel a Dios? -Era una lucha día a día, fue uno de los factores que incidieron y varios compañeros nuestros abandonaron el ministerio, ya que influía anímicamente, pero seguimos perseverando. Una vez pasado el tiempo las propuestas marxistas que parecían adquisiciones permanentes se revelaron que eran construcciones humanas. Esto significó encontrarme con otro tipo de jóvenes que no estaban “ideologizados” pero buscando una salida; el ser humano se sintió muy desamparado y mucho jóvenes volvieron a la Iglesia a vivir la fe.

-¿Cómo es el misterio para ser llamado por Dios a la vocación sacerdotal? -Cada uno tiene un misterio distinto, yo lo sentí como un llamado de Dios que te toma toda tu persona: imaginación, sensibilidad, decisión mental de manera definitiva, consagrando mi vida a Cristo. Nunca tuve dudas sobre mi vocación cuando entré al seminario ni cuando fui ejerciendo el ministerio porque tenía esa convicción muy fuerte que me abarcaba todo.

-Viviste el cambio de depender de la arquidiócesis de Santa Fe a la creación de la diócesis de Rafaela. ¿Fue traumático? -Lo traumático estaba dado por la relación del obispo con el clero y el laicado porque Zazpe era un hombre del CVII y quiso poner con entusiasmo todos los cambios del concilio y había muchos sacerdotes que no estaban preparados para eso, era un cambio de mentalidad y exigir que no existían más las clases de liturgia. En cambio los curas jóvenes lo hacíamos convencidos porque en el seminario nos formaron con una mentalidad de cambio.

-Viviste con los cinco obispos de Rafaela y fuiste canciller de todos, ¿qué rescatás para tu ministerio y la vida diocesana? -Cada uno es muy distinto a los otros con sus personalidades. Con Zazpe éramos jóvenes, lo vivíamos más como un líder a quien seguir; Brasca fue la bondad y vivió los tiempos más duros de persecución, él nos comprendía y sostenía; Casaretto ajustó la Diócesis a los nuevos tiempos con una marca muy juvenil; Romero se olvidaba de las cosas y era desordenado, pero así y todo era un hombre cerca del pueblo, simple y sencillo.

-¿Cuáles fueron los cambios del CVII y los que todavía faltan hacerse? -Los cambios son lentos y traumáticos porque las personas no están preparadas. El centro de interés de la Iglesia no es la Iglesia sino es Jesucristo y el pueblo de Dios. Es un proceso que se puso en marcha, que nadie lo va a detener porque es obra del Espíritu de Dios hacia una Iglesia nueva, cada vez menos clerical y más de los laicos. Tal vez haya menos sacerdotes pero dedicados a lo suyo: predicar y orar, y los laicos asumiendo las tareas que antes hacían los curas. Si se observa la Diócesis gran parte de los movimientos que existen están a cargo de los laicos.

Por Emilio Grande (h.)

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