San José Obrero: patrono de los trabajadores

Por Emilio Grande (h.).– Este viernes 1º de mayo la Iglesia Católica celebra la fiesta de San José Obrero, patrono de los trabajadores, fecha que coincide con el Día Internacional de los Trabajadores. Esta celebración litúrgica fue instituida en 1955 por el siervo de Dios, el papa Pío XII, ante un grupo de obreros reunidos en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

El entonces Santo Padre pidió en esa oportunidad que «el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de ustedes y de sus familias».

De esta manera, Pío XII quiso que el santo custodio de la Sagrada Familia integrada también por la Virgen María y Jesús, «sea para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios, y escudo para tutela y defensa en las penalidades y en los riesgos del trabajo».

Por su parte, san Juan Pablo II en su encíclica a los trabajadores «Laborem exercens» de 1981 destacó que «mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza, adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido ‘se hace más hombre’ «.

En su mensaje a los empresarios en 1987 en Argentina, Juan Pablo II dijo que «las ganancias no solo deben destinarse a incrementar al capital, sino también a mejores salarios, beneficios sociales, educación e investigación técnica por el sendero de la justicia distri­butiva».

Posteriormente, en el Jubileo de los Trabajadores celebrado el 1º de mayo de 2000, el Papa polaco expresó que «el año jubilar nos impulsa a dirigir nuestra mirada al misterio de la encarnación y, al mismo tiempo, nos invita a reflexionar con particular intensidad en la vida oculta de Jesús en Nazaret. Fue allí donde pasó la mayor parte de su existencia terrena. Con su laboriosidad silenciosa en el taller de san José, Jesús dio la más alta demostración de la dignidad del trabajo».

En este sentido, Juan Pablo II dispuso que el Pontificio Consejo Justicia y Paz redactara el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia en 2005. El capítulo V «Derechos de los trabajadores» precisa que «la remuneración es el instrumento más importante para practicar la justicia en las relaciones laborales. El ‘salario justo es el fruto legítimo del trabajo’; comete una grave injusticia quien lo niega o no lo da a su debido tiempo y en la justa proporción al trabajo realizado (cf. Lv 19,13; Dt 24,14-15; St 5,4)».

En la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, realizada en Aparecida (Brasil) en 2007, el documento conclusivo afirma que «el trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es probablemente ‘la clave esencial de toda la cuestión social’ » (ver el punto 3.4.1 del capítulo 3), destacándose que la comisión redactora fue presidida por el entonces cardenal Jorge Bergoglio.

Finalmente, hay que dar gracias a Dios por el trabajo que tenemos y pedir por el trabajo digno que hace falta en la Argentina y en el mundo, que seguramente se verá más resentido por el coronavirus, sabiendo que mientras la desocupación no se revierta la pobreza seguirá creciendo (actualmente del 40,8%, según la UCA, y el Gobierno estima que puede llegar a casi el 50% cuando concluya esta crisis), sin perder la utopía de una mejor distribución de las riquezas, materia pendiente en nuestro país.

En este contexto, sigamos buscando nuevos caminos de diálogo social entre los principales actores que prioricen el bien común por encima de los intereses sectoriales en relación a la defensa de las fuentes laborales, que se encuentran jaqueadas por la coyuntura.

Fuente: diario Castellanos, Rafaela, 1 de mayo de 2020.

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