Roberto Guareschi: “Kirchner tiene muy poco de setentista”

Según el periodista que fue secretario de Redacción del diario Clarín, tras su ropaje de izquierda, “es un posmoderno absoluto.

Por Pablo Sirvén

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Roberto Guareschi, que hoy tiene 60 años, trabajó, entre otros medios, en La Razón y El Cronista Comercial, pero la mayor y más destacada parte de su carrera la realizó en Clarín, donde llegó a dirigir la Redacción, de 1990 a 2003.

Dedicado después de eso a tareas académicas y docentes y a proyectos personales, Guareschi acaba de exponer en México sobre el papel de los editores en América latina. Según su opinión, “no cumplen bien con su función porque no saben, están sobrecargados de trabajo, ganan mal y, encima, están mal preparados para la transición hacia la convergencia digital”.

En cuanto a Néstor Kirchner, considera que choca con el periodismo en su afán de ser el mediador de sí mismo y asegura que de setentista “lo único que tiene es el atuendo”.

–Ya lleva 37 años en la profesión. ¿Se anima a describir cada período, empezando por el que fue de 1969 a 1976?

–Empezó una etapa de libertad política con la caída de Onganía y la llegada de Lanusse. Después, en el 73, con Campora, aparece una gran apertura en los medios.

–Pero desde la muerte de Perón, el panorama se desbarrancó, hasta llegar al oscuro período 1976-1983, que le pido que defina.

–Algunos emigraron; otros desaparecieron y murieron. Y otros nos quedamos y aguantamos. Yo tuve la suerte de entrar a trabajar en Clarín como secretario de redacción de Internacionales, lo cual me quitó del área nacional. Fue un alivio monumental. Trabajar en esa época era tremendo, porque uno ejercía la autocensura, y eso es muy desgastante. Es un daño que te infligís a vos mismo.

-Se critica el papel de los medios durante los años de la dictadura. ¿Cuál es su punto de vista?

-Dentro de las limitaciones que había y de la sangre que corría, algunos fueron cómplices activos y otros hicieron menos de lo que hubieran podido hacer. Pero hubo medios que se identificaron con la política económica y hasta con la política represiva. La Prensa actuó bien en los últimos años, sobre todo a través de las columnas de Manfred Schonfeld. También hay que recordar al Buenos Aires Herald , cuyo director tuvo que dejar el país. Los medios son instituciones conservadoras que respetan el statu quo, ya que son parte del sistema y se autopreservan.

-¿Qué distinciones haría usted en el actual período democrático, los 23 años que corren entre 1983 y este 2006?

-Entre 1983 y 1989, el alfonsinismo extorsionaba a los medios diciendo: “No hagan olas que vienen los militares otra vez, porque esto está todo prendido con alfileres”. El periodismo, en general, se cuidaba de criticar al gobierno, que, además, era hipersensible a cualquier cosa que se le marcara. Todavía había una relación ingenua entre los políticos y la prensa. En los años 90, los periodistas empiezan a tomar mucha más conciencia de su centralidad en la mediación entre la gente y la realidad. Además, cobra más importancia el negocio. Aparecen los multimedios y se procura hacer un mejor periodismo.

-Es la época de las grandes investigaciones: el “Yomagate”, Yabrán, la venta de armas, etcétera. Paradójicamente, también es la época de más impunidad

-El periodismo no tiene capacidad para reemplazar las instituciones del Estado. Esa exagerada valoración venía de una expresión de deseo de la gente, que suponía que si se daban a conocer los hechos mágicamente se iba a resolver el problema de la corrupción. Pero el periodismo no puede meter preso a nadie.

-¿No cree que hay un exceso de declaraciones, de palabras fuertes que tienen poco y nada por detrás?

-El periodismo es palabra y mediación. Lo que ocurrió es que los políticos y la sociedad empezaron a desarrollar una idoneidad mediática. En un momento, Menem comprendió que si había un gran escándalo mejor era no salir a decir nada, porque así la repercusión disminuiría. Kirchner, por su parte, es el más inteligente de los presidentes en materia de cómo manejarse con los medios.

-¿Qué tan de izquierda le parece el gobierno de Néstor Kirchner?

-Por ahora sólo se ven movimientos muy mesurados para mejorar la distribución y fortalecer el Estado, algo distante de lo que se entiende por “izquierda”. Ha descendido el nivel de pobreza, pero todavía es abrumador. A veces se describen como de izquierda intentos de construir un capitalismo más humano, formas de capitalismo de Estado o, simplemente, el populismo.

  • Pero al Presidente le gusta definirse a sí mismo como un setentista…

-Esa apariencia setentista que tiene es sólo como le gusta a él representarse. De setentista lo único que tiene es su atuendo: el saco cruzado, los mocasines, la informalidad. El es un posmoderno absoluto.

-¿Cómo definiría la relación de Kirchner con los medios?

-Kirchner quiere ser el mediador de sí mismo, automediarse. Habla fuerte en auditorios pasivos, en los que no puede haber interpelación ni repreguntas. Por eso no da conferencias de prensa. Menem estaba fascinado con los medios y amaba la luz pública. Kirchner es un hombre más selectivo. Utiliza mucho el secreto, no le gusta que los colaboradores hablen sin su anuencia, no hace reuniones de gabinete.

-Cristina Kirchner, con su defensa de los superpoderes en el Congreso, remató un par de semanas donde el Presidente también vapuleó mucho al periodismo. ¿A qué obedece tamaña fijación?

-Tiene que ver con el año electoral, que ya empezó, y también con que Kirchner considera al periodismo un antagonista. Intenta advertir y disciplinar. Los periodistas no estamos acostumbrados a que un presidente antagonice con los medios.

-Sin embargo, Kirchner demuestra tener sentido del humor invariablemente con la gente de CQC. Y también se prestó a un sketch de Marcelo Tinelli en la Casa de Gobierno.

-El sketch de televisión en el que Kirchner y algunos de sus colaboradores dialogaban en la Casa Rosada con un doble de De la Rúa es un ejemplo del tipo de relación del Presidente con los medios cuando opera políticamente. El estilo fue paródico y confrontativo. Siendo un político muy sutil, maneja perfectamente el trazo grueso, tan eficaz en la televisión. Nada de piedad con el derrotado. Nada de matices.

-¿Nace una nueva modalidad de extorsión, manipulando documentación secreta del Estado para hacerla estallar periodísticamente, como acaba de pasar en el caso de Juan José Alvarez?

-Deberíamos saber con certeza qué hizo Juan José Alvarez en la SIDE. Todo ha sido demasiado impreciso y eso refuerza mucho la reprobación social. Yo pienso que éste es un ejemplo de cómo se utiliza a los periodistas para las operaciones políticas y de los dilemas que se nos presentan. Nos dan una primicia y sabemos que si la rechazamos se la dan a otra publicación. Una salida de esta encerrona puede ser investigar para tener más elementos de juicio, no actuar apenas como vehículo. Y tratar el tema de modo que ambas cosas -carpeta y maniobra- estén en un plano de importancia similar.

-¿Cómo está hoy el periodismo? ¿Por qué las grandes investigaciones de los 90 parecen haber retrocedido?

-Ha habido una especie de saturación, de desgaste de la investigación. Es cierto que las investigaciones tienen muchísima menos repercusión. Los medios atravesaron una crisis y, con la reestructuración de sus deudas, han recortado mucho sus costos. Eso se nota en el producto.

-¿Y hacia dónde van los medios?

-Estamos en un momento de enormes cambios. Los medios ocupan un lugar muy central, pero conviven con movimientos de contramediación: blogs y publicaciones personales que se ligan con otras y arman “comunidades”. Son maneras de horizontalizar la comunicación y de tener acceso, que antes no existía, a distintos fenómenos mediáticos. Cómo se va a operar y cómo se combinará la concentración económica con esta descentralización mediática, no lo sé.

-¿Cómo era estar al frente de un diario como Clarín ?

-No paraba nunca, ni siquiera los días en que me quedaba en mi casa. Seguía vinculado con el diario por teléfono y participaba en las reuniones de tapa de manera virtual. Esa sensación de hacer un trabajo en equipo y a toda velocidad, compulsivamente, porque el periodismo es compulsivo, fue durante años una especie de felicidad suprema para mí. Tenía conciencia de que estaba haciendo algo socialmente importante. Me enorgullezco de haber demostrado que la calidad también puede ser popular. Hacer un diario es entrar en un corredor e ir tomando decisiones ante puertas que se abren, sin detenerse demasiado y tratando de que esas decisiones sean las correctas.

-¿Cómo se hace para tomar decisiones rápidas sin contar con toda la información necesaria?

-Debe haber intuición y reflejos. Hay preguntas muy sencillas que hacen que uno pueda iluminar una situación. Con preguntar de qué se trata, uno ayuda al redactor a demostrar si lo que tiene entre manos es de real importancia o si se confundió…

Por Pablo Sirvén

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 23 de setiembre de 2006.

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