Retos de la Iglesia en América Latina

¿Qué significa ser verdaderos seguidores de Cristo, en el contexto social, político, económico, cultural y religioso que vive el subcontinente?

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 12 mayo 2007 (ZENIT.org-El Observador).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título «Retos de la Iglesia en América Latina» en el contexto de la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.


VER El próximo domingo 13 de mayo, el Papa Benedicto XVI inaugurará, en Aparecida, Brasil, la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (V CG). No es Asamblea ni Conferencia del CELAM, sino del episcopado del subcontinente, en comunión con Pedro y bajo Pedro. Participaremos 266 personas: 162 miembros, entre cardenales y obispos, con derecho a voz y voto; más 81 invitados, 8 observadores y 15 peritos, con derecho sólo a voz.

En nombre del Papa, tres cardenales presidirán la V CG, con la ayuda de dos secretarios y de expertos. Estarán 14 cardenales latinoamericanos, la Presidencia del CELAM y de la Pontificia Comisión para América Latina, los presidentes de las 22 Conferencias Episcopales de la región, los 93 obispos escogidos por los episcopados de cada país, 15 miembros nombrados por el Santo Padre, el Secretario General del Sínodo de los Obispos, tres Nuncios Apostólicos, y varios representantes de las Conferencias Episcopales de Estados Unidos, Canadá, Europa, África, Asia y Oceanía.

Irán 24 sacerdotes diocesanos, cuatro diáconos permanentes, 16 religiosos y religiosas, 15 laicos, cinco superiores mayores, tres miembros de la CLAR, una consagrada de la Confederación de Institutos Seculares, representantes de cinco movimientos eclesiales con presencia en América Latina, organismos de ayuda y ocho observadores de otras religiones.

De México, vamos 26 personas (el 10% del total de participantes): 13 obispos que fuimos elegidos por la asamblea plenaria del episcopado, los dos cardenales, el presidente de la CEM, un cardenal de la Curia Romana, dos sacerdotes diocesanos y dos religiosos, dos laicas y un laico, una religiosa y un diácono permanente. Sólo de Brasil van más delegados.

¿Cuáles son los retos más inquietantes, que debemos afrontar desde la fe? ¿Qué debemos hacer, como Iglesia, ante la situación de nuestros pueblos?

JUZGAR El tema central de la V CG es: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en El tengan vida”. Nos replantearemos cuestiones fundamentales: ¿Qué significa ser verdaderos seguidores de Cristo, en el contexto social, político, económico, cultural y religioso que vive el subcontinente? ¿Por qué avanza el secularismo, copia de lo que sucede en Europa y en el Norte de América? ¿Por qué legisladores, en su mayoría católicos, promueven y aprueban leyes contra la vida y contra la familia? ¿Por qué muchos católicos optan por el protestantismo, siendo que lo que allá encuentran lo tenemos nosotros? ¿Por qué, en una población cristiana, persisten graves rezagos de marginación, con abismos infranqueables entre pocos excesivamente ricos y una masa persistente de pobres? ¿Qué decir y hacer ante el mundo globalizado, donde los pobres son excluidos? ¿Por qué los pueblos, con el señuelo de salir de la pobreza, se dejan seducir por caudillismos y populismos, con graves peligros para las democracias?

Los pueblos indígenas, empobrecidos y excluidos, sufren graves ataques a su identidad y supervivencia, pues la globalización económica y cultural pone en peligro su ser como pueblos diversos. La migración indígena, forzada por la pobreza, influye profundamente en el cambio de costumbres y de relaciones, e incluso de religión. La progresiva transformación cultural que los invade, provoca la desaparición de lenguas y culturas. Persiste un racismo inhumano y anticristiano contra ellos, incluso en ambientes eclesiales.

La injusticia es anticristiana. Es una contradicción con el Evangelio que la riqueza se acumule cada día más y más en pocas manos, y que grandes muchedumbres sigan sin resolver necesidades básicas, como la salud, la educación, el trabajo, la vivienda, el descanso. Nada detiene la migración interna y externa, no sólo por mejorar la condición de la familia, sino porque la globalización de los mercados hace que lo que producen los campesinos no es competitivo, y se sienten obligados a abandonar el campo y exponerse a todos los peligros para subsistir. El narcotráfico, con sus secuelas de violencia y corrupción, parece invadir todas las esferas sociales. ¿Qué nos corresponde hacer como Iglesia, para que pongamos en práctica el plan de nuestro Padre Dios, que quiere vida para sus hijos?

Nos cuestiona el aumento de ofertas espiritualistas, como un supermercado religioso. Nos preocupa el no contar con suficientes traducciones católicas de la Biblia y de los ritos litúrgicos a los idiomas indígenas, la formación poco inculturada de los candidatos al presbiterado, la disminución de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, la superficialidad de muchos creyentes, la fragilidad de los matrimonios, la deficiente formación integral de los laicos para su compromiso social y político, etc.

La pastoral de la Iglesia no puede estar ajena a estas realidades, religiosas y sociales, pues Jesús nos pide preocuparnos por la predicación de la Palabra de Dios, por los sacramentos, por la oración, por la fe, pero también por que a los pobres no les falte lo necesario para comer y vivir con dignidad. La fe en Cristo tiene respuestas adecuadas a estos problemas, y son las que procuraremos intensificar, para que la Iglesia sea un signo más visible el Reino de Dios. Quien ha descubierto al Señor, necesariamente se hace misionero, no sólo para enseñar una doctrina, sino para colaborar en la transformación integral de nuestros pueblos, siempre a la luz de Cristo y ofreciendo la vida plena que El nos ha traído.

ACTUAR Invitamos a los creyentes a hacer mucha oración, para que se nos concedan los dones del Espíritu Santo, tengamos un corazón sensible a lo que vive nuestro pueblo, y una mente lúcida para señalar caminos de mayor fidelidad a nuestra vocación de discípulos de Jesús.

Hay que ser críticos ante las informaciones tendenciosas que algunos medios puedan difundir sobre esta V Conferencia, como hubiera graves divisiones, o desde fuera quisieran manipularla o contradecirla. Unos comentaristas aparentan ser muy sutiles y conocedores de estos temas, pero no los están viviendo desde dentro; a veces son ignorantes y enemigos.

Después de la V Conferencia, se desea promover una gran Misión continental, para reactivar el catolicismo. Preparemos nuestro ánimo para convertirnos y ser auténticos discípulos y misioneros de Jesucristo. Con El, la vida de nuestros pueblos será distinta.

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