Renovados por el amor

Preparen el camino del SeÒor, tracen un sendero para nuestro Dios!î (Is 40, 3)

Por Chiara Lubich

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El grito de IsaÌas es un grito de esperanza que surge de entre el pueblo de Israel, exiliado desde hace cincuenta aÒos en Babilonia. Finalmente, el SeÒor ha enviado a su mensajero a anunciar la liberaciÛn, el retorno a la patria. Al igual que en los tiempos de la esclavitud en Egipto, Dios se pondr· a la cabeza de su pueblo y lo reconducir· a la Tierra Prometida. Por eso hay que volver a poner en condiciones los caminos, rellenar los pozos, hacer transitables los pasos inaccesibles, tal como se hacÌa cuando un rey tenÌa que trasladarse a sus provincias. Cinco siglos m·s tarde, Juan el Bautista, en las riberas del rÌo Jord·n, hace suyo el anuncio de alegrÌa del profeta IsaÌas; esta vez quien est· por llegar es el MesÌas en persona.

ì°Preparen el camino del SeÒor, tracen un sendero para nuestro Dios!î. Todos los aÒos, cuando se acerca Navidad, escuchamos esta invitaciÛn. Dios, que desde siempre ha manifestado su deseo ardiente de estar con sus hijos, viene ìa habitar entre nosotrosî1. Hoy tambiÈn est· a la puerta y llama, porque quiere entrar, ìcenarî con nosotros2. Nosotros mismos, muchas veces, advertimos el deseo de estar con Èl, de tenerlo cerca en el camino de la vida, de ser inundados por su luz. Pero, para que Èl pueda entrar en nuestra vida, hay que quitar los obst·culos. No se trata entonces sÛlo de allanar los caminos, sino de abrirle el corazÛn. Es el propio Jes·s el que enumera algunas de las barreras que le cierran el camino: ìlas malas intenciones, las fornicaciones, los robos, homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaÒos, las deshonestidades, la envidia, la difamaciÛn, el orgullo…î3. A veces se trata de rencores para con parientes o conocidos, prejuicios raciales, indiferencia ante las necesidades de los que tenemos al lado, falta de atenciÛn y de amor en familia… Ante los muchos obst·culos que impiden el encuentro con Dios, se nos presenta de nuevo la invitaciÛn: ì°Preparen el camino del SeÒor, tracen un sendero para nuestro Dios!î. øCÛmo prepararle concretamente el camino? PidiÈndole perdÛn cada vez que nos damos cuenta de que hemos levantado una barrera que impide la comuniÛn con …l. Es un acto sincero de humildad y de verdad con el cual nos presentamos tal como somos, y le confiamos nuestra fragilidad, nuestros errores, nuestros pecados. Es un acto de confianza con el cual reconocemos su amor de Padre ìlento para el enojo y

de gran misericordiaî4. Es la expresiÛn del deseo de mejorar y volver a comenzar siempre. Quiz·s por la noche, antes de dormir, sea el momento m·s adecuado para detenerse a analizar la jornada trascurrida y pedirle perdÛn.TambiÈn podemos vivir con mayor conciencia e intensidad el inicio de la celebraciÛn de la EucaristÌa cuando, junto con la comunidad, pedimos perdÛn por nuestros pecados. O puede ser de gran ayuda la confesiÛn personal, sacramento del perdÛn de Dios; un encuentro con el SeÒor, en el que se pueden ofrecer todas las equivocaciones que hemos cometido. Volvemos a empezar salvados, con la alegrÌa de redescubrirnos verdaderos hijos de Dios, con la certeza de que nos ha hecho nuevos. Es Dios mismo, con su perdÛn, el que quita todos los obst·culos, el que ìallana el caminoî y restablece otra vez la relaciÛn de amor con cada uno. Eso es lo que experimentÛ Luisa. Una vida atormentada, con su grupo de amigos, con la droga, la pÈrdida de criterios morales. IntentÛ volver a subir la cima, hasta que logrÛ liberarse de la drogadicciÛn. Sin embargo, quedÛ marcada de manera irreparable. DespuÈs de un casamiento civil a las apuradas, advirtiÛ los primeros sÌntomas del Sida. Su marido, entonces, la abandonÛ. Luisa descubriÛ que estaba sola, con el peso de sus fracasos, hasta que encontrÛ a un grupo de cristianos que vivÌan la Palabra de Dios y compartÌan sus experiencias. DescubriÛ un mundo que hasta entonces le era desconocido. Al conocer un Dios que es Padre, que es Amor, Luisa no puede guardarse para sÌ sus pecados y cree en su perdÛn. Su vida cambia: el perdÛn le abre las puertas de una alegrÌa que nunca antes habÌa probado, a pesar de la enfermedad y el dolor. En su rostro florece una belleza a la que no afecta el avance de la enfermedad. Los mÈdicos quedan asombrados por su serenidad; ella experimenta un nuevo nacimiento. El dÌa de su muerte est· vestida de blanco, como habÌa querido. El camino est· allanado para el encuentro, para el Cielo.

Chiara Lubich

1) Jn1, 14; 2) Cf. Ap 3, 20; 3) Mc 7, 21-22; 4) Sal 103, 8. Suplemento de la Revista Ciudad nueva ñTelefax: (011) 4981-4885 ñ www.ciudadnueva.org.ar La revista es de publicaciÛn mensual y se recibe por suscripciones.

Fuente: www.ciudadnueva.org.ar.

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